Quererlo es poco. Decir que simplemente lo necesito en estos momentos... es quedarme corta.
Es más que querer, pero no sé si sea amar.
Pero él es todo lo que necesito. Nos protegeremos el uno al otro. Juntos somos fuertes, pase lo que pase.
Nuestra elección está tomada.
Sus brazos me rodean despacio, apretándome más contra él. Su aliento fresco en mi cuello me hace estremecer de placer. Todavía seguimos con el pelo húmedo por la llovizna, y él huele a árboles y a lluvia fresca. Debo dormirme también, pero la idea de despertar y no saber qué pasará con nosotros es una tortura.
Nunca veré un día nublado de la misma manera. Nunca olvidaré este momento, tan horrible y hermoso a la vez.
Mis ojos se abren despacio, y la claridad comienza a entrar en mí. Otro sueño de esos y juro que me podré a escribirlos. No sé por qué, pero al soñarlos una sensación de tranquilidad me invade, y al despertarme todo eso se convierte en... frustración.
Realmente no me entiendo.
Desde el primer delirio me pasan, son raros. No los recuerdo muy bien después de un rato. Culpo a la fiebre por ellos, son un efecto colateral de todo lo que está pasando.
Al soñarlos, soy feliz. Olvido mis problemas.
―Ya te ves mejor ―dice mamá, tocándome la frente.
Pasaron varios días desde que comenzó la fiebre —cuatro para ser exacta—. Ya me siento mucho mejor, sí. De hecho, desde ayer que la fiebre se fue, pero volver al colegio me aterra.
Primero por Owen, y en parte también por Steven... ¿Se conocen? ¿Qué son esas conductas raras de Owen y qué sabrá Steven de eso? Segundo por la tarea sin hacer: eso también me asusta. Sobre todo los deberes que Kalakas habrá dejado. No terminaré nunca.
Fue realmente lindo estar en casa, las chicas me vinieron a visitar ayer y dijeron, entre todas las cosas que hablamos, que Owen no fue en la semana tampoco... ¿Tendría lo mismo que yo? Digo, por el beso... ¿Nos habremos contagiado algo?
Celina no está enojada conmigo por suerte, solo dijo que le pareció bien que Owen quisiera hablar conmigo, y que yo pudiese charlar con él. Aunque sí admitió que le molestó que apostara nuestro asiento. Prometí no volver a hacerlo.
Y, además de estar en cama por cuatro días sin poder hacer mucho, me vino la regla. Genial, ¿no? Es odioso tener que estar preocupándose por ello. Envidio a los hombres porque no pasan por ello cada mes, ni tienen cambios de humor radicales regalados por la menstruación.
La verdad, estar enferma es horrible, y aún más estando con la regla. La temperatura no descendía y seguía teniendo fuertes alucinaciones cada vez que me dormía. Voces.
Voces enamoradas.
Voces llenas de promesas.
Y, sobre todo, voces familiares.
Estoy tan débil que creo que un simple viento me podría tirar al suelo.
Mañana es sábado, quiere decir que tengo el ensayo para la muestra; en verdad no tengo ganas de ir, además falté a la clase de canto de la semana. Pero estar en la muestra es una responsabilidad que asumí. Y debo cumplirla. Solo espero encontrarme bien para entonces.
Y hablando de cumplir cosas, ahí está Owen. Diciéndome que nunca me haría daño y fallando a la palabra. Pero, a pesar de eso, estoy preocupada por él. ¿Y si se enfermó también? ¿Por eso faltó al colegio?
―Sí, mamá. Estoy algo mejor ―respondo. En parte eso es cierto, ya no tengo fiebre desde hace más de doce horas.
Ella sonríe.
Una mezcla de nervios e incertidumbre se percibe en el aire. Estoy en un teatro prácticamente vacío, frente a personas que nunca vi, ya que mis clases de canto son personales. Tengo un micrófono en la mano y la letra de una canción en mi cabeza, los versos parecen querer huir de mi memoria segundo a segundo. El micrófono está encendido, amplificando inclusive cada respiro.