—Esto no ha sido otra riña entre jóvenes, ¿cierto?
Tanya deslizó la cortina hasta dejar el espacio alrededor de la camilla de Ian cubierto. El joven león fue trasladado a la enfermería tras haberle curado los cortes superficiales, sin embargo, las heridas internas tardarían en sanar.
Acercándose al medidor de signos vitales, lo miró de reojo. Tenía la mirada perdida, los ojos nublados por una capa de lágrimas que se esforzaba por no derramar.
—Anoche hubo un asesinato —dijo con voz apagada—. Cuando fui a la escuela... Estaba cerrada, y su fotografía pegada en la entrada junto a un montón de ofrendas.
Al ver lo afligido que se encontraba, se acercó a la camilla y tomó su mano, algo le decía que había algo más oscuro en la historia.
—¿Fue un amigo tuyo?
Ian giró un poco la mirada, pero no alcanzó a fijarse en ella.
—Yara, mi compañera.
El silencio se hizo pesado entre ambos. Ella no sabía que hacer, que decir o como actuar frente a esto. Lo poco que conocía del tema, era que los cambiantes tendían a ser monógamos dependiendo de ciertas circunstancias, pero no había indagado mucho en esa cuestión.
—Ian yo...
—No —interrumpió de golpe—. No digas nada, nadie debe saberlo.
—Entiendo, pero si necesitas...
—Estaré bien.
La gélida voz le convenció de lo contrario.
—¿Quien te golpeó? ¿Y el clan de tigres?
—Me acorralaron cuando volvía. Supongo que fue la venganza de Max, pero no importa. Todo lo que quiero saber es quien le hizo eso a Yara.
En eso, Ian cerró su mano sobre la suya, aceptando el contacto. Continuó mirando al techo. Tanya sintió pena por él. Acomodó el cabello que cubrió parcialmente el rostro del joven cuando ladeó la cabeza hacia un costado.
—Nadie debe saber esto, ¿entiendes?
Ella tenía más preguntas...
—Sí. —Aunque por dentro pensaba que Patrick debía estar al tanto—. Dime que no tomarás medidas al respecto.
Por primera vez desde que lo encontrara, Ian le miró a los ojos.
—No puedo prometer nada.
Supo entonces que podría haber problemas a futuro...
—¿Irás a la ceremonia de esta noche? —Ian preguntó.
El cambio abrupto de tema le preocupó.
—Será mejor que me quede aquí.
Ian negó.
—Tienes que ir.
Tanya suspiró mirando hacia un costado.
—¿Por qué todos insisten en eso?
Ian dudó por unos segundos.
—No lo sé, pero es importante para mi padre, tú..., no lo entiendes, pero lo controlas de una forma que no imaginas.
Tanya se quedó en silencio, con la sorpresa pintada en el rostro.
—¿Qué?
Pero Ian desvió la mirada, con las mejillas un poco enrojecidas, se dio vuelta en la camilla y se cubrió medio cuerpo con la manta gris.
—¿Ian?
Pero el león no respondió, la conversación estaba terminada. Al salir de la cubierta, se encontró con Gala revisando las cajas con gasas. Cuando la enfermera le miró de frente puso el dedo índice sobre sus labios en un gesto de silencio, había oído todo, pero no diría nada, Tanya por poco suspira de alivio, pero le detiene la hora en el reloj, faltan dos horas para que Alex pase por ella para la ceremonia, y aun hay mucho que hacer.
La ceremonia... Le pone de los nervios... El tiempo parece volar mientras revisa a los leones heridos en la última pelea, afortunadamente ninguno de ellos mostró complicaciones, aunque ella continuó dudando de Leroy.
—¿Por qué no puedo quedarme? —Tanya intenta una vez más convencer a Gala de cambiar lugares, faltan pocos minutos para la hora acordada en que le pasarían a buscar.
—Ya te lo he dicho, no hay lugar para objeciones.
Tanya se cruza de brazos, frustrada. Al verla Gala pone los ojos en blanco y los brazos en jarras, con una mano vuelve a acomodar los rizos castaños que se han caído de su prolija coleta.
—Algún día, serás parte de la coalición, esto es necesario.
En eso, un par de golpes en la puerta hacen que Ian murmure algo inentendible mientras duerme.
—Alexander nunca puede ser discreto —Gala se queja mientras va a abrir la puerta.
El león está para el suspiro, lleva una fina camisa color gris oscuro y sin mangas, con un dragón negro impreso en estilo tribal en el lado derecho del pecho, unos vaqueros oscuros y zapatillas deportivas terminan el conjunto, los tonos hacen resaltar la claridad de sus ojos como nunca antes. Quizás era porque Tanya no lo había visto sin su delantal de cocina... O fuera de la cocina...
—¿Vas a pasar o te quedarás ahí sosteniendo la puerta? —Gala pregunta con tono irónico.
—Amo tu sentido del humor Gall...
Gala se ve molesta, se cruza de brazos y cuando Alexander le guiña un ojo ella solo murmura “gatos” y se mueve para dejarle pasar.
—Hola Tanya —le saluda, sonríe ampliamente y un par de curvas aparecen en las comisuras de sus labios—. ¿Estás lista?
—No.
—¡Perfecto!
—Shhhh... —Le callan ambas, solo ahí se percata del paciente durmiendo en la camilla.
—Oh, ¿qué le pasó a Ian?
—Nada importante —respondió Gala, colocando una mano en el pecho de Alexander para detenerlo de entrar al espacio cubierto—. Deben irse o llegarán tarde.
El león miró a la enfermera a los ojos por un par de segundos, ya no tenía una sonrisa brillante, más bien, había una crudeza en su mirada que le mostró por un momento, al animal que merodeaba por dentro.
—Lo averiguaré de todos modos —le dice, y luego le guiña un ojo, Gala se aleja tan rápido como si le hubieran echado agua hirviendo encima, gruñe bajo. Tanya se sorprendió, era la primera vez que le oía hacer eso—. Vamos Tanya.
Acomodándose el cuello de su camisa de mezclilla Tanya siguió a Alexander a la puerta, antes de dejar la enfermería se aseguró de que Gala le prometiera que le avisaría ante cualquier cosa. Llevaba en su bolsillo un notificador para emergencias.
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Editado: 16.06.2020