Corazón de León [serie Gold Pride 1]

Capítulo 19

 


Dos vínculos se movieron con violencia en su mente, tan solo unos minutos habían pasado luego de lo sucedido en la enfermería, tan solo un respiro breve había tenido en su espacio, en su oficina, y ahora los vínculos vibraban de nuevo.

Patrick sabía que los temperamentos debían mellarse de alguna forma, las peleas eran algo habitual, incluso necesarias, para que leonas y leones aprendieran quien era más fuerte, a quien no debían sacar de sus casillas y como sobrevivir si lo hacían. Rara vez intervenía, tenía a una cuadrilla compuesta por dos leones y dos leonas que solían involucrarse si una pelea llevaba a algo más serio. Sin embargo, la violencia con la que se movían este par de vínculos era atroz, desesperada, una furia con dientes, primitiva, provenía de uno solo, el otro, era un pulso instintivo, solo luchaba por defenderse.

Uno atacaba, el otro retrocedía.

El león de Patrick, antes provocado por el enfrentamiento con Joey, se movió hacia los vínculos, su energía barrió por dentro, pero no fue suficiente para que se detuvieran. Entonces rugió, y todo sus huesos temblaron por la rabia animal, el poderoso león susurró que era necesario tomar partida de esto. Segundos después, Marshall le envió un mensaje pidiendo urgente su presencia en el pabellón de Cazadoras, los nombres de los involucrados hicieron que saliera de inmediato de la oficina.

En la sala principal, vio las puertas del comedor abrirse con prisa, de ahí apareció Tanya siendo seguida por Marshall, la mujer humana ni se percató de que Patrick iba en la misma dirección, pero el león de cabello castaño sí lo hizo, y en su mirada oscura captó un brillo de miedo, algo había visto, lo suficientemente fuerte como para que el firme y serio Marshall dejara entrever un atisbo de emoción.

Patrick siguió la figura de Tanya por el pasillo, pasaron la guardería llena de risas y palabras infantiles de los cachorros, el pasillo se terminaba en una pared pintada, pero esta vez no se detuvo a mirarlo, doblaron al pabellón de Cazadoras. Estaba compuesto por seis habitaciones, para las doce Cazadores que los compartían en parejas. Las discusiones entre ellas eran frecuentes, pero los ánimos se aplacaban luego de una explosión agresiva, no recurrían a garras y dientes. Este asunto no le habría alterado si aquel vínculo que atacaba no perteneciera a uno de los machos, a Leroy... ¿Qué hacía en el pabellón de Cazadoras?

No es como si la castidad estuviera impuesta y hombres y mujeres viviesen apartados, pero los leones solo podían ingresar al pabellón si eran invitados..., las leonas protegían este espacio como si fuera su único territorio, y Leroy debía estar en un patrullaje, debía...

En el pasillo solo había un par de leonas preocupadas por la conmoción, custodiando la puerta de la habitación, gruñidos y rígidos arañazos hacían vibrar las paredes y el suelo. El león respondió con fuerza, el pelaje moviéndose a la superficie, las garras pinchando su piel. Un golpe lo sintió profundo en la cabeza, los vínculos temblando en su mente, violencia y sangre, furia y miedo, vergüenza y rechazo...

—Ábreme —la orden de Tanya, inesperadamente fuerte, hizo que una de ellas le mirara con el ceño fruncido.

—¿Estás loca mujer? Espera a que llegue... Oh, ahí viene.

Una fuerte mirada verde, aclarada, le enfrentó, un atisbo de sorpresa y luego la mujer humana ignoró por completo su llegada.

—¡Ábreme! Por favor, ¡se están haciendo daño! —Exclamó, preocupación en su voz, un trasfondo de miedo.

Patrick lo saboreó, intenso y vivaz.

—Tanya retrocede —su voz le salió en un gruñido que hizo a las leonas alterarse.

—Debo entrar, se harán daño.

—Dejame a mí.

Tanya movió la cabeza hacia él, rizos oscuros rebotaron alrededor, ella cargaba su bolso con equipo medico, ella tenía un fuego crepitante en la mirada, una necesidad insistente de acudir a ayudar. El león de Patrick gruñó aprobando tal muestra de temperamento, pero también se irritó por lo que su lenguaje corporal gritaba en sus narices.

Ella no daría un paso atrás, no cedería.

—Te harán daño a ti si no obedeces —masculló entre dientes.

La idea de eso hizo su sangre hervir, la idea de ella bañada en su propia sangre no fue agradable, su león se alzó, el instinto latiendo en las venas... Fuego calentando su piel...

Ella volvió a ignorarlo, un quejido se escapó de sus labios delgados.

—Lyra está ahí.

Patrick se detuvo.

—¿Lyra?

—Rayos —Marshall murmuró detrás—. Olvidé agregar eso en el mensaje.

Gruñendole al león castaño, Patrick regresó la atención a la mujer que pensaba tirar la puerta abajo. No quería tenerla en medio de una pelea, pero tampoco doblegar su espíritu y hacerla sentir menos, sabía que estaba teniendo sus dudas respecto a su lugar y no pretendía que contemplara la idea de abandonar la coalición. Después de todo, ella resultó ser una excelente doctora.

—Quédate detrás de mi —ordenó, una mirada bastó para que ella entendiera, él se quedó un segundo demasiado largo en el verde de sus ojos, tan bravos, tan fuertes.

Girando su cuerpo de manera que su hombro enfrentara la puerta de madera oscura, Patrick tomó impulso y golpeó una vez, dos, tres... Hasta que en la cuarta, la cerradura cedió, luego de componer su equilibrio Patrick miró atrás, ella cumplió la orden, avanzaron hundiendose en el ambiente cargado de violencia, sangre y miedo, el desastre y un aroma cálido le dijo que estaban en la habitación de Bea.

Ella era una leona alegre y un poco insolente, la violencia era su último recurso, eso no explicaba por qué era ella la que acorralaba a... Otra leona. Patrick se detuvo, confundido, estaba seguro de que el vinculo que se abría con furia y temblaba con rabia era el de Leroy, pero en la habitación solo estaba Bea, en su forma animal, una leona grande y musculosa de pelaje arenoso, una loba gris oscuro con matices claros en la barbilla, pecho y vientre, y otra leona detrás de ella, delgada, furiosa y con un tono de pelaje dorado.




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