Patrick dio una ligera palmada en la mejilla de Leroy, el joven tenía la mirada ida en algún punto de su habitación. El sol de la tarde apuntando a la ventana, cálida brisa mecía las cortinas blancas, el ambiente triste era un eco del estado de su dueño.
—¿Ahora vas a decirme la verdad? ¿Huh? ¿Vas a confiar en mí?
Volvió a golpear la mejilla, no pretendía herir, tan solo sacarle el pelaje, una reacción, un gruñido, algo.
—Papá...
—Tú te callas. Quiero oírlo de él.
Su león, confundido respecto a lo que era Leroy, mostró los dientes y sacudió su pelaje. Ian estaba jugando con una bola de tenis en la cama desordenada de Leroy, ni sabía en realidad por qué lo estaba dejando quedarse, pero de alguna forma, mantenía estable a Leroy.
—Habla Leroy.
Ojos grises, con notas de celeste hacia las pupilas, le enfrentaron. Pese a ser un par de años mayor que Ian, tenía una mirada vieja, pesada.
—Nací como un macho, pero mi animal es una leona.
Eso era algo difícil de digerir.
—La biología es una perra.
—Ian...
El león se encogió de hombros y continuó lanzando y atrapando la pelota de tenis.
Patrick se llevó una mano al rostro, lo estiró en un intento por pensar. Debía ser fuerte vivir con eso, atravesar tanta confusión, verte como algo y llevar bajo la piel otra cosa completamente diferente, Patrick ni siquiera sabía que nacer así era posible entre los cambiantes.
—¿Por qué atacaste a Bea?
El cambio de tema regresó la tensión al cuerpo delgado de Leroy, Patrick lo observó con más detalle, nada en él indicaba que estuviera escondiendo el hecho de ser un chico trans, no había nada femenino en su rostro de mandíbula angulada que descendió a una barbilla cuadrada con un poco de barba. Su melena negra y ondulada crecía acorde a la edad, al ritmo que costaba en un hombre. Leroy era un león a simple vista, pero por dentro...
—Durante todo el día me presionaron para cambiar, mi leona quería salir pero yo no la dejé, Bea fue la última.
Acumulación de presión...
—Eso no justifica que hayas disparado tanta violencia contra ella.
Un temblor de labios abundantes, Leroy abrió los ojos para luego cerrarlos a medida que volvía a bajar la mirada. Sabiendo que el joven estaba arrepentido, Patrick pasó un brazo alrededor de los hombros y lo atrajo contra su cuerpo. Parte de pertenecer a algo, era la necesidad de respeto, comprensión y apoyo lo que mantenía a cada león y leona en la coalición, de otra forma ya le habrían abandonado. Patrick no le negaría el soporte a Leroy, a pesar de creer que ahora era un completo desconocido.
Jamás lo diría, por supuesto, pero le tomaría tiempo acostumbrarse a esta verdad. Y para que Leroy se sienta cómodo en su propia piel, debía acostumbrar a cada uno de los demás miembros de la coalición.
—¿En cuál sitio te transformas?
Silencio. Incluso la pelota dejó subir y bajar en el aire.
—Aquí —murmuró.
Que estas cuatro paredes las reconociera como el único sitio seguro para sacar a su animal era algo angustiante de oír, Patrick quería que se sintiera cómodo en el territorio, que corriera por los bosques, que abrazara su lado animal, y que su rugido se uniera al de sus compañeros de coalición mostrando así su confianza y dominio de la tierra bajo sus patas.
Porque Leroy tenía dominio, y si se cultivaba, estaba seguro que se convertiría en uno de los más fuertes.
—Dejarás de ocultarte.
Leroy gruñó bajo y lo empujó lejos, se puso de pie, caminando de un lado a otro alrededor de la habitación entrelazó los dedos por detrás de su cuello.
—No puedes pedirme eso —aseguró, mirándolo con ojos dorados en una vuelta.
El león de Patrick sacudió su mente ante el desafío.
—Oh claro que sí, no puedes ocultarte para siempre.
Leroy buscó a Ian, encontró silencio. Su hijo estaba de acuerdo en esto, se trataba de la salud y estabilidad, largos tiempos sin cambiar llevaban a comportamientos agresivos, irritación, estrés, salvajismo y lo peor... Perdida de la consciencia animal. Patrick no estaba dispuesto a perder a nadie.
—Tengo a una jodida leona aquí. —Su voz fuerte, palabras ásperas, con un dedo golpeó su sien—. ¿Sabes lo que he tenido que vivir solo porque el azar se equivocó conmigo? ¿Lo sabes?
Un gruñido vibró en su garganta.
—No.
Leroy flexionó y estiró sus dedos, conteniendo las garras, las venas de su cuello y brazos se marcaban contra la piel de un tono cálido.
—Escogí unirme a tu coalición esperando escapar de toda esa..., mierda discriminadora que me tiraron desde siempre. —Apretó los labios, furia danzando en sus ojos—. Mi padre intentó matarme cuando me transformé por primera vez, ¡joder!
Un ida y vuelta nervioso regresó, esta vez con la mirada en el suelo, Leroy negaba, mechones negros caían por su frente, ocultando sus ojos.
—No necesito de eso aquí, o tendré que irme.
—No lo tendrás, no lo harás.
Poniéndose de pie, Patrick alcanzó un brazo pero Leroy lo esquivó moviéndose con fuerza hacia un costado. Ojos brillantes, fuertes, llenos de enojo, dolor y... Miedo.
—Tu hogar es en Gold Pride.
Puso cada gramo de sí mismo en su declaración, no podía siquiera considerar que Leroy se viera a sí mismo como menos. Había llegado a la coalición como un adolescente escuálido pidiendo por comida, un explorador por obligación, ahora entendía por qué llegó así, en ese tiempo ellos estaban en otro territorio, pero la cercanía con dos clanes de pumas enemistados los puso en una incomoda línea de fuego.
Esa fue una de las razones por las que mudó a toda la coalición a un punto más seguro... Al menos esperaba que así se mantuviera.
Dándole una mirada seria a su hijo, quien comprendió al instante la orden implícita de no separarse de Leroy, Patrick salió al pasillo, abandonó el pabellón de leones al tiempo que su teléfono celular vibraba en el bolsillo con un mensaje de Marshall. Respondiendo en el camino, sabiendo que el león le estaría esperando en su oficina, se tomó un minuto para ir hasta su habitación y lavarse el rostro con agua fría.
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Editado: 16.06.2020