Corazón Delirante

1 de enero, 2019

Siempre dije que si él moría, yo moriría con él.

No sé si fue repentino. Siempre presentí que todo iba a terminar de mala forma. Su estilo de vida me pareció peligroso desde un principio, pero la muerte es algo extremadamente drástico.

Ahora miro hacia atrás, con un horrible dolor en el pecho, pensando en cómo pude haber aprovechado la compañía de la mejor persona que jamás he conocido, y lo poco que lo hice realmente. Uno suele cometer el error de dar por sentado la presencia de alguien por el resto de la vida. Aunque, pensándolo mejor, no es un error. El error está en pensar que la vida siempre es larga. Después de todo, nada es para siempre.

El año pasado fue una pesadilla. Nunca estuve sola, pero eso no significa que no me haya sentido encarcelada todo el tiempo. Hubo peleas, hubo conflictos, hubo frustración a tal punto en el que me daban ansias de gritar cada vez que algo salía mal, pero ahora parece ser nada en comparación a lo que fue diciembre para todos nosotros. Enfermedad, accidentes, mentiras, secretos...Vi llorar a mucha gente que parecía indestructible, vi luchar a mucha gente que pensé jamás serían capaces de hacerle daño a nadie y vi morir a quien prometió siempre estar a mi lado.

Decía constantemente lo mucho que lo amaba, como amo a cualquiera de mis amigos. Muy tarde me di cuenta de que estaba enamorada de él. Siempre lo he estado, pero no lo sabía, o quizás no quería enterarme. ¿Cómo nunca lo supe? Creo incluso haberle dicho que era así, aunque fueron tiempos tan confusos, que no recuerdo nada con claridad. Quizás tenía miedo, pero ahora todo se ve claro. Fue mi primer amor.

Jamás pensé que sería necesario tener que quererlo de forma distinta para que se quedase conmigo, aunque si lo quise más que a nadie, pero al parecer no lo suficiente. Probablemente ahora tampoco sería de mucha utilidad, puede haber sido peor, de hecho. Solo me queda admitir que ya no está con nosotros y que no va a volver.

Estaba apoyada en el hombro de Emma Gardner, sollozando con una mano puesta sobre el corazón y la otra apretando la de Maylor Kelly, quien también lloraba desconsoladamente. Estábamos los ocho en la sala de espera, todos unidos, a pesar de los problemas que nos habían separado estas últimas semanas, esperando la ardua respuesta que rompería nuestros corazones en mil pedazos, sin poder cicatrizar después. Yo estuve con él mientras dejaba ir sus últimos alientos de vida. Estaba allí, frente a él, sin poder hacer nada, sin poder decirle todo lo que ahora lamento haber callado.

El doctor entró a la sala y nos afirmó su fallecimiento. Todos sollozábamos como si el mundo se nos estuviera cayendo encima. Al menos, así se sentía.

Entonces lo vi a él: estaba devastado, de rodillas en el piso de la sala de espera del sector de emergencias, gritando, maldiciendo, conteniendo las ganas de romper algo. Fue por mucho una de las cosas más deprimentes que he visto en toda mi vida.

No me contuve. Corrí a abrazarlo, ambos terminando tumbados en el suelo, aferrados el uno del otro, rogándole a Dios que todo esto fuese una horrible pesadilla, pero no lo era. Se había ido. Realmente se había ido. Rompió su promesa: me dijo que siempre estaría conmigo, pero se fue en el peor momento y ya no tengo como recuperarlo.

No sé cuanto tiempo estuvimos allí, y tampoco me gustaría saberlo. Solo sé que el regreso a casa fue silencioso, helado, sufrido... no me recuperaría en un buen tiempo, y probablemente los demás tampoco.

Ahora leer el diario que escribí durante el año me es difícil. Brota en mí una enorme ola de melancolía al ver cada una de las fechas impresas en las hojas. Tendré que hacerlo de todas maneras. Necesito leerlo una última vez antes de esconderlo en algún lado y seguir adelante. Lo que aún no asimilo es que pasó de ser un precioso lugar para guardar mis historias, mis ideas, al triste relato de una perdida que mantendrá mi corazón partido por otro par de milenios.

No puedo seguir escribiendo. No sé si seré capaz de volver a tomar un lápiz, después de esto. Sería la segunda vez que dejo este mundo atrás, aunque probablemente esta vez sea para mejor.

Comienzo a pensar que Everett Fox tenía razón. Puede que escribir sea una forma blanca de exponerme ante el mundo, de desnudar mi corazón. Debería dejarlo por tiempo indefinido... eso es lo que Everett quería, pero ahora está en último año y no nos dirige la palabra.

Oh, si aún siguiera vivo, de seguro estamparía mi cráneo contra una pared. De todas formas, ya no tiene voz. Ya no puede opinar al respecto, por más que quiera. Ya no está con nosotros.

Digo esto con lágrimas en los ojos, pues quiero olvidar todo lo sucedido, olvidar como todo se nos complica más y más, olvidar que nuevamente estoy sola frente al mundo, mi mundo, aquel que hace un tiempo juré proteger y que hoy solo quiero destruir. Hoy empieza el principio del fin.

 



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En el texto hay: mentiras, amor, amistad

Editado: 31.12.2019

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