Corazón Delirante

7 de diciembre, 2018

Los últimos siete días han sido complicados. Prácticamente no he salido, a excepción de anteayer, que acompañé a Emma a tomar un café en el borde costero. Aquella vez me contó lo mal que Max la estaba pasando porque aún no superaba a Vee. Decía tener un constante vacío en el pecho que aún no descubría como llenar. Me dio mucha pena, ya que a diferencia de la mayoría de nosotros, Emma no suele hacer nada respecto a estas cosas. May y yo habríamos hablado con Vee, pensando en que quizás, conociéndola, podría considerar intentarlo de nuevo, pero ella estaba en contra de eso de intervenir en la vida de los demás.

—Un secreto es un secreto. Una vez dicho, muere en los labios de una persona y en los oídos de otra —suele decirnos.

Entiendo su perspectiva, pero si quisiera podría ayudar a su amigo, después de todo, dudo que él se niegue a la idea de tratar de reconquistar a Vee. Era lamentable que no pudiese entrometerme. Emma me pidió que no dijera nada y le di mi palabra.

Me puse a pensar en lo sucedido en la noche del primero de diciembre. Me puse a pensar en Declan. En sus labios sobre los míos, sus ojos llenos de triste esperanza, sus manos sensibles sobre mi cintura... no quería borrar ese momento, pero la verdad, lo mejor sería que no hubiese ocurrido.

Desde entonces, Alex me pregunta todos los días como he estado. Siempre se ha preocupado por mí, pero ahora más que nunca. Supone que tengo el corazón hecho trizas y es cierto. Sabe lo peligroso que es que sufra por un momento así yo sola y las consecuencias que hacerlo puede traer.

Desperté a la mañana siguiente después de la fiesta en la cama de Alex, aún vestida, pero sin maquillaje. Inferí que él se había encargado de mí después de prácticamente haber perdido la consciencia en su auto. Lo confirmé al encontrar una nota al otro lado de la cama:

Lis:

No quise despertarte ayer en la noche y no creí que estuvieras en condiciones para volver a tu casa. Llamé a tu papá y le expliqué que caíste profundamente dormida, que sería mejor que cuidara yo de ti y ofrecí que te quedaras en mi casa. Le pareció una buena idea y dijo que tu hermano pasaría por ti hoy. Te limpié la cara (estabas hecha un desastre) y te dejé mi cama, yo dormí en el sillón frente a ella. Mi familia sabe que estás aquí, así que ve a la cocina, sírvete lo que quieras, dúchate, sigue durmiendo o lo que quieras. Probablemente Daniel pasará a buscarte después de entrenar, cerca de las 14:00. Llámame apenas llegues a tu casa. Te quiero mucho.

-Alex

Sonreí. No me sorprendió que tuviera todo preparado, porque sabe lo mucho que odio tener que lidiar con mis papás después de una noche así.

Miré el reloj en el escritorio de Alex. Eran las 10:05. Tenía tiempo. Le envié un mensaje a mi mamá para que supiera que estaba bien.

Lis Fargo: Hola, mamá. Perdón por no volver anoche, pero creo que ya estás al tanto de todo. Daniel va a pasar por mí después de entrenar, así que en un par de horas estaré en casa. Está todo bien, solo pasé una mala noche. Te quiero.

Me puse de pie, saqué una de las sudaderas de Alex, me puse calcetines y fui a comer algo. Al entrar a la cocina me encontré con Lucero, la mamá de Alex. Se ve muy joven para su edad y se parecía muchísimo a su hijo. Tenía el largo cabello negro tomado en un rodete, el rostro moreno cubierto con una mascarilla facial de color verde y el cuerpo envuelto en una bata de seda negra. Al verme pareció alegrarse y vino a abrazarme de inmediato.

—¡Melissa, estás despierta! ¿Has dormido bien?

—Sí. Muchísimas gracias, Lucero. Realmente me han salvado la vida.

Me guiñó un ojo y me tendió un plato con una pasta que supuse era la mascarilla que tenía en la cara. Me quedó mirando, esperando una respuesta.

—No, gracias. ¿Me puedo servir algo?

—¡Pero claro! ¿Quieres tostadas?

Asentí y me senté en la mesa de la cocina.

La mañana se pasó muy rápido. Cuando dieron las 14:00, Daniel estaba parado frente a su auto, de brazos cruzados y con un par de lentes de sol puestos. Lo saludé con un beso en la mejilla y luego me senté en el asiento del copiloto. Me pasó una botella de agua e hizo partir el auto. Tomé un largo trago de agua y él se quedó unos segundos inmóvil, pero luego de empezar a avanzar, dijo:

—¿Me puedes explicar que demonios hiciste para terminar en la cama de Alex?

Escupí toda el agua que tenía en la boca en el parabrisas. Daniel suspiró.

—Qué estúpida eres.

—Para, no fue así... Tuve una discusión con Declan anoche, me sentía mal, Alex cuidó de mí, me cedió su cama y él durmió en un sillón. No ha pasado absolutamente nada.

—Yo podría haberte cuidado. Soy tu hermano, Melissa. Si te pasa algo y yo estoy cerca, deberías recurrir a mí.

—Eso quería hacer, pero me topé con Alex y me arrastró hasta afuera. No tuve tiempo de pensar, esa noche fue un terrible martirio para mí.



#9555 en Joven Adulto
#38510 en Novela romántica

En el texto hay: mentiras, amor, amistad

Editado: 31.12.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.