Corazones De Cristal

Capítulo 1

Capítulo 1

 

Dos mujeres estaban dando a luz en diferentes puntos de aquella ciudad donde les había tocado vivir, cada una con una vida muy diferente de la otra, una llevada obligada para que pudieran ocultar su pecado. La otra solo la vida la había golpeado, puesto que fue engañada como muchas de las sirvientas de esa época, donde el hijo de los patrones le había prometido casarse con ella, pero solo fue para poder conseguir lo que todo hombre desea de una mujer, “Su virtud”

―Vamos puja, puja ya viene ―decía la comadrona que la ayudaba a dar a luz.

―Ahhhh… No puedo, duele mucho ―contestaba la mujer que a duras penas podía con el inmenso dolor que estaba sintiendo producto de los espasmos del parto.

―Vamos niña ya le veo la cabeza, ya viene su bebe una vez que lo tenga, se le olvidará todo. ―comentaba la mujer que veía que su patrona pujaba con fuerza.

―En una esquina estaba su hermana esperando el producto que su hermana arrojaría, solo para deshacerse de él o ella, no podía conservarlo, aunque quisiera, ya que estaba comprometida para casarse. Solo se habían ausentado cuando ya no se podía negar, que su hermana había cometido el mayor pecado, permitido por esa época donde el qué dirán estaba por encima de todo. ―¿Tardará mucho? ―pregunto al ver que ya llevaban horas y no había dado a luz todavía.

―Solo un poco más, el parto se está tornando muy delicado, pero su hermana es fuerte y joven ―comento en lo que colocaba otra sábana blanca debajo de las piernas de la mujer que pujaba de dolor, ya que la sangre fluía sin pedirlo.― Vamos niña, un poco más ya mero nace, solo un poco más.

La ayudante de la comadrona, solo secaba el sudor de aquella chica que se debatía entre la vida y la muerte. ―Doña chana, de seguir así tendrá que hacerle una cesárea, aunque eso sería muy peligroso ―comento viendo que la joven ya no podía más con tanto dolor.

―¡No! ― contestó su hermana, que solo caminaba por todo el cuarto de un lado para otro, solo esperando que todo saliera bien, de eso dependía que no perdieran las tierras donde vivían, así como su estatus ante la sociedad―. Trate que no deje huellas de su pecado, se le ha cuidado la piel lo más que se ha podido, para que no se le note las marcas, se le ha cuidado para que no ensanche mucho las caderas, así como para que no engordara demasiado, ya que dentro de dos meses contraerá matrimonio y él no debe darse cuenta que ya parió un hijo.

―Pues precisamente por esos cuidados, ella ahora no puede dar a luz, está demasiado estrecha que, de seguir así, tendrá que decidir por alguno de los dos…

―No hay que decidir, solo salve a mi hermana ella es lo importante, si no se casa, estaremos en problemas toda mi familia, así que haga que esa cosa salga vivo o muerto no me importa.

―ﷻ―ﷻ―ﷻ

Del otro lado de la misma ciudad, igual estaba una joven dando a luz, pujando con toda su alma para dar a luz a su bebe, la historia de esta mujer a pesar de que había sido engañada era diferente. Había pactado con la familia del hombre que la embarazó, que la enviaran a una granja a trabajar a ella y a su bebe. Solo no debía decir ¿De quién era su bebe? Su paga sería mucho mejor y le alcanzaría para mantenerse ambos. Ella a pesar de todo, lo había amado desde el momento que se enteró, de que estaba de encargo, simplemente fue feliz, aunque después su corazón fuera quebrado como un cristal, cuando se enteró que el hombre que la embarazo, solo le mintió y que no se casaría con ella, ya que ya se había comprometido con una señorita de la alta sociedad.

En esa época los hijos de los patrones ya estaban comprometidos, con quienes fueran a ser sus futuras esposas, incluso desde niños. Solo esperando a que cumplieran la edad necesaria, para que pudieran seguir con el estatus social, al que estaban acostumbrados. Ya que las familias adineradas con esos matrimonios concertados, eran más una fusión de dinero para que sus familias prosperaran.

―Vamos niña puja, ya casi está afuera solo necesito que hagas un esfuerzo, para que conozcas a tu bebe. ―decía la mujer que ayudaba como partera, sin serlo ya que, si la atendía una ellas, tendría un registro de que un bebe, había nacido en la casa de esa familia. Así que la atendería sólo una mujer, que alguna vez vio nacer un niño, pero sin tener ni una experiencia o práctica de eso.

―No puedo, de verdad no puedo, ya estoy muy cansada ahhhh… ohhhh…―gritando de dolor, ya que sentía que la partían en dos.

Al contrario de la otra mujer, con esta solo la acompañaban dos amigas, que al igual que ella, solo eran sirvientas de aquella casa, ya que la poca familia que tenía era muy pobre y vivían muy lejos. Aparte de que, si supieran que estaba encinta, no la votarían ni a ver, ya que como se dijo en un principio, hasta con la sociedad de los que menos tenían, no estaba muy bien visto, que las chicas solo salieran embarazadas.

Todas las chicas que entraban a una casa a trabajar, por las circunstancias que fueran, simplemente soñaban al igual que sus familias, que algún patrón o un hijo de sus patrones, se fijaran en ellas y así poder sobresalir de la pobreza. En ese caso la cosa cambiaba y si eso llegaba a pasar, la dulce cenicienta estaba obligada ayudar a su familia, pero eso eran solo cuentos o leyendas urbanas, ya que siempre esa clase de familias, exigían una dote alta para que una chica pudiera concertar un buen matrimonio.




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