Abby.
Durante unos largos segundos nos quedamos mirando fijamente a los ojos como si no hubiera un mañana. El olor de colonia de hombre me evade por completo y me dejo llevar por una corriente eléctrica que atraviesa mi vientre.
—Gracias —sonrío tímidamente. Y me doy la vuelta tratando de avanzar.
—Me llamo Wyatt —me ofrece la mano y rápidamente se la doy y suelto con delicadeza. —¿Cómo te llamas tú?
Me aclaro la garganta.
—Abby. Sí, me llamo Abby —digo nerviosa y saco mi mejor sonrisa para calmarme.
—¿Y a qué actividades te vas a apuntar en este curso? —pregunta.
Me dispongo a contestar, pero vuelve a hablar.
—Bueno, no te preocupes. Ha sido demasiado entrometido de mi parte preguntarte eso, ¿cierto?
Se arrepiente por una pregunta tan absurda como esa. ¡Qué mono!
—No. Claro que no —me río—es que aún no he decidido nada. Hay demasiadas optativas...
—Comprendo —admite decepcionado.
—Ya nos veremos por aquí -me despido con una sonrisa-. Gracias por devolverme la carpeta.
—Espera... —me giro de nuevo. — ¿Y si te enseño la universidad?
Suena tentador.
Samuel no se ha ofrecido ni una vez a enseñármela. Además, ¿que podría pasar? Conocer a gente nueva no es tan malo. No dar oportunidades a las personas es algo que nunca me ha gustado, mi pensamiento es que antes de juzgar debes ofrecerle una oportunidad para demostrarte como es y que busca.
—Claro, ¿por qué no? —sonrío y él me devuelve la sonrisa cuando al fin subimos las escaleras.
Me va indicando cada clase y me enseña una estantería llena de trofeos, creo entender que es del campus deportivo que hay. Suelen dar becas gracias al deporte, y me sorprendo cuando veo a Samuel en una de esas fotos. Nunca me había dicho que le gustase el fútbol americano, siempre que íbamos a algunos de los partidos de sus clases, se burlaba o decía que era un royazo. Ya tengo un buen tema de conversación con él, para rato.
—Vaya. Esta facultad parece que tiene a muchos estudiantes aquí gracias a esa beca deportiva. Es una pasada... —admito, y lo más curioso es que no me interesa mucho el deporte que no sea tenis o baloncesto.
—Así es. ¿A ti te gusta el deporte? —pregunta observándome de arriba abajo.
Hoy llevo el cabello recogido en un moño alto, una sudadera de "I Love NY" y unos vaqueros largos con roturas en las rodillas.
—Claro, ¿y a quién no? —digo con una sonrisa divertida.
—Vale, Abby. ¿Y por qué decidiste venir a estudiar a esta universidad? Podías haberte quedado en tu país, pero no lo hiciste.
Una pregunta muy rebuscada. Me gusta, pocos chicos suelen rebuscarlas.
Normalmente, a pesar de que me centraba en mis estudios demasiado, pasaba de ir de fiesta y esas cosas que suelen hacer los adolescentes hormonales. Sí que me pedían citas y no empollones como yo, hablo de chicos guapos y engreídos que solo piensan en sí mismos y tratan de conquistarte hablando de esa misma forma o simplemente por dar celos a su novia.
—¿Cómo sabes que soy extranjera? —pregunto con el entrecejo fruncido y me relamo los labios. Wyatt tiene una expresión en su cara muy seria, y firme. Parece un chico responsable, aunque eso ya se veía venir por su elegancia al vestir. Lleva traje y corbata. Demasiado formal, pero es muy mono.
—Mi hermano Harry, es amigo de tu primo y pues nos lo contó hará unos meses, de que su prima iba a venir. Al principio, pensamos que eras su acompañante, pero cuándo lo dejaste claro en la fiesta pues caímos en la cuenta, de que eras la misma prima de la que hablaba.
—Ah, claro. Todo tiene sentido. Pero, si conocéis tan bien a mi primo. Deberíais saber que yo soy la única prima que tienen -respondo aclarándome la garganta. —¿Acaso, no lo sabías? Wyatt, el sabelotodo sobre mí vida. —Él levanta una ceja y se encoge de hombros, mientras desvía la mirada hacia un lado. Sonríe. - Es broma, supongo que olvidaría contarte ese detalle. En mi familia, estamos acostumbrados a ser solo dos primas, y ocho primos.
—Sin duda, una familia muy numerosa. En vuestras casas, dudo que exista el aburrimiento. ¿No es así?
Asiento con la cabeza. Si supiera que es exactamente eso lo que he venido a hacer aquí.
—En respuesta a tu anterior pregunta, simplemente quería experimentar la libertad. Allí en Bulgaria sentía que todo era demasiado pequeño. Conocía a todos los de mi pueblo y yo quería conocer más y vivir más. Me sentía encerrada entre cuatro paredes. La muerte de mi padre, fue la gota que colmó el vaso y.... mi hermano... Ohm... yo... No sé por qué te cuento todo esto.
No me puedo creer, ¿cómo me estoy abriendo más a un desconocido que con mi propia madre? Ella es sangre de mi sangre y a él le conozco de hace 5 minutos.
—Lo siento—me toma de la mano y frunce el ceño. — Yo perdí a mi madre hace mucho tiempo también. Bueno realmente, no de esa manera. Porque literalmente ella no está muerta, pero es como si lo estuviera. Porque no le importamos.
Asiento y comprendo su dolor con lágrimas en los ojos que amenazan con salir y digo con dificultad: —No sé por qué estoy siendo tan sincera, pero de alguna manera me transmites confianza.
Él sonríe y habla, rompiendo la tensión.
—Sabes, quizás me apunte a fotografía. La naturaleza es mi pasión. Es uno de mis temas favoritos, sin lugar a dudas.
—¿Es en serio? La mía también. Sin lugar a dudas, Wyatt. ¿Cómo dijiste que te apellidas?
— Wyatt Smith.
Ambos nos quedamos conversando durante 15 minutos más hasta que comienzan las clases.
Le he dado mucha información, quizás fue una mala idea hablarle. No suelo ser tan confidente. Me ruborizo y trato de aparentar normalidad. Sonrío y, al cabo de un rato, recuerdo los nombres que me mencionó Samuel en la hoguera antes de irnos; el pelirrojo de las pecas se llama Logan, el moreno de cabellos rizados se llama Zac y los tres rubios que son muy parecidos se llaman Wyatt, William y Harry.
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Editado: 21.04.2021