Después de acostar a Alan, Candela recibió un mensaje de Lidia informándole que esa noche no iría a dormir porque le había surgido un asunto. El silencio invadía aquel piso y decidió aprovecharlo para reflexionar sobre cómo podría ser su vida de ahora en adelante.
Si tan sólo unas semanas atrás, alguien le hubiera contado todo lo que le iba a ocurrir en tan pocos días, lo hubiera tachado de loco.
Estaba pensando en todo eso cuando llamaron al telefonillo y la imagen de Pablo apareció en la pantalla, no dudó ni un segundo en abrirle la puerta y esperó a que subiera.
—¿Qué haces aquí tan tarde?—aún no sabía muy bien cómo actuar al recibirlo, así que no hizo nada.
—Esperándote en casa—gruñó molesto—Pero ya que Mahoma no va a la montaña…—era incapaz de enfadarse con ella si lo miraba así.
—Te dije que tenía asuntos que resolver antes de eso—lo agarró de la mano y ambos se sentaron en el sofá quedando frente a frente—Esta tarde he hablado con Alan sobre el tema de mudarnos y…también de ti.
—¿Y cómo se lo ha tomado?—la opinión de Alan era crucial porque podía hacer que Candela cambiara de idea.
—Bien, es un niño muy comprensivo—sonrió—Y está interesado en que os conozcáis mejor, además lo que más le gusta de ti es que tienes un taller, en eso ya llevas mucha ventaja, a Alan le encanta todo lo relacionado con los coches. ¡Tiene muchísimos!
—Algo me había dicho cuando lo conocí—saber aquello, lo había tranquilizado muchísimo. No sabía demasiado de niños, pero intentaría ganárselo día a día.
—Es el momento de contarte la historia de Alan. Es necesario que lo sepas todo ahora que quizás forme parte de tu vida.
—Ese «quizás» no tiene cabida en esa frase—corrigió—Él y tú ya formáis parte de mi vida—le besó la mano y Candela por más que lo intentó, no pudo evitar sonrojarse—Adelante, no te quiero entretener—añadió mientras sostenía su mano haciéndole cosquillas en la cara interna de su muñeca.
—Conocí a Alan hace más de dos años en un centro de acogida en el que colaboro de vez en cuando, No tanto como lo hacía aquí, pero les ayudo en lo que puedo, ropa, medicamentos para los niños y todo eso. Me encantaría hacer más, pero primero por mi trabajo y más tarde con la llegada de Alan a mi vida, no tengo mucho tiempo.
—Nunca te he preguntado a qué te dedicas—quería saber todo de ella, hasta lo más básico.
—Actualmente trabajo en un taller de costura y de vez en cuando hago alguna que otra cosa para gente de fuera. De hecho hace años, trabajé en un taller similar aquí, aunque en aquella época sólo era una aprendiz, después me despidieron y bueno…ya sabes cómo terminó.
—Mejor de recordarlo—Pablo se puso algo serio al hacerlo—No te interrumpo más, continúa.
—Uno de los días que fui al centro, me di cuenta que uno de los niños estaba solo en un rincón con un viejo coche entre sus pequeñas manos. Era la primera vez que lo veía y aún sin saber su historia, me partió el corazón su mirada triste y temerosa—Candela tragó saliva, todavía le afectaba un poco recordar esos días—Alan vivía con sus padres biológicos, eran búlgaros y habían llegado hacía unos años aquí por trabajo—le explicó—Su padre le daba palizas a su madre día sí y día también delante del niño. Según me contaron Bianca, su madre, jamás permitió que ese monstruo tocara a su hijo, cargando ella con todas las consecuencias. En una de esas palizas, ese hombre estranguló a Bianca hasta matarla…Alan lo vio todo…Fue él quien dio la voz de alarma a unos vecinos. Los servicios sociales se hicieron cargo de él y llegó al centro donde yo lo encontré. Alan no hablaba con nadie, no permitía que nadie lo tocara, sólo se aferraba a su cochecito de juguete mientras lloraba…
—Es horrible todo lo que ha tenido que vivir siendo sólo un niño. Da igual que la sociedad avance, las alimañas siguen haciendo daño a personas inocentes—comentó con rabia recordando el asesinato de su hermana, a pesar de haber pasado veinte años, esa herida jamás podría cerrarse.
—Así es. Pero en el mundo siguen existiendo más personas buenas que malas, aún tengo fe en la humanidad.
—Eres una ilusa—Candela apoyó la cabeza en su hombro—Piensas que todos son tan buenos y nobles como tú, pero eso es imposible porque tú eres única—besó su cabeza repetidas veces y aspiró nuevamente su aroma, jamás se cansaría de hacerlo—¿Cómo llegó Alan a tu casa?
—Volví varias veces más y él seguía en el mismo estado. Traté de acercarme a él, pero no me hacía ni caso. Hasta que un día, nada más llegar, corrió hasta mí y agarró mi mano con fuerza, ahí supe que jamás podría dejarlo ir.
—Y decidiste ser su madre—añadió Pablo.
—Algo que nunca me había planteado hasta ese momento. De la noche a la mañana, busqué toda la información posible y lo única forma viable para quedarme con él era ser su madre de acogida.
—¿Y por qué no una adopción?
—Era un proceso largo y nada podía asegurarme al cien por cien que podía conseguirlo. Uno de los requisitos más importantes, no lo cumplía, así que me quedé con la mejor opción.
—¿Cuál era ese requisito?—preguntó por curiosidad.
—No estaba casada, ni tenía una pareja estable ni nada por el estilo.