Recogí mis últimas maletas y las coloque en la cajuela del auto. Estaba lista para comenzar una nueva aventura. Entré al carro y salí de la ciudad.
Conduje por la carretera hasta que se hizo de noche.
<<Debería parar en algún lugar>>, pensé.
Mi vista se encontraba algo cansada, así que me orille y pare.
Me encontraba lejos de alguna ciudad o pueblo, solo alcanzaba a ver tierra e hierba.
<<Hace rato que no me topó con ningún carro. ¿Será seguro parar un rato?>>.
Salí del auto para estirar las piernas. La noche se veía increíble. Amaba viajar. Entré de nuevo al carro, me recosté sobre el asiento trasero y cerré los ojos.
Un ruido de un grito me despertó. Me levanté exaltada. Mire por la ventana. Todo parecía tranquilo.
Salí del carro para entrar al asiento del conductor, sin embargo me llamó la atención una figura sentada entre la hierba. Me acerqué con cautela, cuando estuve a pocos metros la llamé:
—Hola. ¿Se encuentra bien?
Era una mujer algo mayor. Llevaba un camisón rosa manchado de sangre, su pelo canoso cubría su rostro. Temblaba a pesar de que la noche era caliente.
—¿Se encuentra bien? —volví a repetir sin acercarme.
—Mi columna —se escuchaba cansada.
—¿Qué pasa con su columna?
—Me la rompieron —su voz era algo ronca.
—Quizá pueda ayudarla.
—Nadie puede.
Se levantó. Al hacerlo, su torso se flexionó hacía atrás, casi hasta tocar el suelo.
—¡Rompieron mi columna! —gritó.
Corrí directo al carro. Entré y lo encendí. Acelere hasta que la perdí de vista. Sentí toda la adrenalina por mi cuerpo. Mi corazón latía a mil por hora.
Revisé todos mis espejos en busca de aquella mujer.
<<Creo que la perdí —pensé aliviada—. Que gran susto>>.
Me orille y estacione. Esta vez mire a mi alrededor. Habían pasado dos horas desde el encuentro, ya me encontraba más tranquila, aunque aún sentía escalofríos al recordarlo.
La única luz que tenía, aparte de la luna, era de mi auto. No me sentí muy cómoda, pero no podía seguir conduciendo. El hambre incrementaba cada vez más.
Saqué la mochila del asiento trasero, y fue ahí cuando vi a la mujer correr a mi dirección.
Me incorporé y arranque el carro, pisando a toda velocidad.
<<¿Cómo es posible que me alcanzará?>>.
Escuché un sonido.
<<Carajo, la gasolina>>.
Me estacioné. Mire por el espejo retrovisor. No vi a la mujer.
Sé suponía que encontraría una gasolinera antes de que se me acabará. Lo había calculado. ¿Qué estaba pasando?
Cerré los seguros y apague las luces del carro. Agarré mi teléfono y llamé a una amiga. El teléfono sonó y sonó.
—Maldita sea.
Llamé a mi mamá. Al igual que mi amiga, solo sonó y sonó.
—Mierda. No es tan tarde. ¿Por qué no contestan?
Mi desesperación aumentaba cada segundo. Por la ventana, vi pasar algo con rapidez. Era demasiado grande para ser un animal.
<<¿Qué hago?>>, pensé al borde del llanto.
Se escucharon rasguños por debajo del carro.
—No, no. Por favor, no.
—Rompieron mi columna —susurró en mi oído.
Grité, hasta que me di cuenta que estaba sola. Frene de golpe el auto.
—¡¿Qué mierda está pasando?!
Mire el medidor de la gasolina. El tanque se encontraba lleno hasta la mitad.
Un carro sonó su claxon y pasó al lado mío a toda velocidad.
Respire hondo y comencé a conducir de nuevo.
Mire el retrovisor. La mujer se hallaba sentada en mi carro, sonreía de par en par. La sangre brotaba de su cabeza manchando el camisón casi por completo.
Frené de nuevo, las llantas chirriaron y se deslizaron provocando que saliera de la carretera, pero por suerte pude parar a tiempo.
Podía sentir en mi pecho los latidos rápidos de mi corazón. Revise mi carro. No había nadie.
—Me estoy volviendo loca, eso es. Llevo mucho tiempo sin dormir —dije, intentando convencerme de ello.
Salí del auto. Todo esto debía ser una locura. Necesitaba un poco de aire fresco. Caminé un par de pasos lejos del carro con el celular aferrado a mis manos. La tierra resonaba debajo de mis pies. Todo era tan silencioso. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando escuche otros pasos. Miré más allá de la tierra y entre la hierba se hallaba la mujer. Sonrió y comenzó a correr hacia mi dirección, mientras reía sin parar. Corrí al carro, trastabille pero logré sostenerme y seguir corriendo. Era increíble como, aunque tuviera la columna mal, podía correr tan rápido.