Capítulo dos: Investigación

Capítulo dos: Investigación

2 de enero del 2000.

Comisaría local del pueblo Hope.

Las cosas no estaban del todo bien con los hechos sucedidos luego de ese día, nunca pensaron que podrían hacer de esa investigación un buen final; ellos o mejor dicho todos los habitantes tenían en claro que jamás volverían a estar a salvo en ese pueblo, por momentos, los ciudadanos pensaban que ya no había manera de seguir viviendo allí, simplemente por el miedo que ellos tenían.

Todo lo que alguna vez imaginaron, no existía. Ellos deseaban que toda esa locura terminara, que todo terminara de un modo bueno y que nadie más saliera herido. Todos esperaban que las cosas mejoraran de un modo casi imposible, querían olvidar todo o quizás pensar que solo había sido un sueño extraño del cual muy pronto irían a despertar.  

Llegaron muchas llamadas telefónicas a la unidad de policía, todas aquellas denuncias se trataron sobre desapariciones de niñas pequeñas, durante la investigación, muchas de aquellas pequeñas fueron encontradas muertas en el pantano Ross.

El pantano Ross todavía estaba en funcionamiento, el pantano por sí solo expulsaba los secretos más profundos hacia la superficie. Era como si este les diera las pocas pistas necesarias para resolver el asesinato y algunas de las desapariciones.  

Gracias a las horas y horas extras que la joven Douglas trabajó en la base de datos, logró encontrar a los cazadores fugitivos y no tardó demasiado en decirle la noticia a su compañero de trabajo, al menos eso fue lo que la joven intentó en ese momento.

—Rodríguez, dejé el número para que logres comunicarte con los testigos. Hay cosas nuevas que creo que podrían ser muy importante —dijo ella grabando un mensaje para él. Un mensaje muy importante para ambos, ese mensaje podría dar inicio a nuevas pruebas de investigación y por ese motivo era demasiado importante que le llegara al detective—. Luego te llamo con más noticias y espero que las noticias sean buenas.

Al pasar las horas, una llamada telefónica alteró inmediatamente la espera de resultados y les brindó una nueva pista de lo sucedido anteriormente a los policías de la unidad.

—Claudio Román se acaba de encontrar fallecido en su puesto de trabajo, estoy completamente segura de que él no escribió la carta. Todo lo que escribió seguramente o lo escribió por petición u otra persona lo escribió haciéndose pasar por él. —Se oyó por el tubo.

La voz de la joven se oía preocupada, casi como un pequeño susurro que se disolvía en el viento mismo y luego se cortó la llamada.

—¡Emily!—Exclamó el detective Rodríguez esperando que su compañera responda o simplemente le llame de nuevo.

Le era muy importante tener una respuesta de su amiga, de su compañera en ese preciso instante.

Más tarde el teléfono nuevamente sonó y la esperanza se reinició.

Un hombre llamado Rodrigo García había hecho una denuncia por desaparición y el informe que había dado fue demasiado congruente con la víctima que habían encontrado, pero lamentablemente no podrían negar o aceptar que se trataba de la misma persona. Todavía no era posible, gracias a como se encontraba el cadáver.

Rodrigo García había dado características como que el cabello de su hija era largo rizado y de color negro, sus ojos azules como el mismísimo mar y que llevaba puesto un suéter rojo y un pantalón oscuro y que hace bastante tiempo la estaban buscando por las calles cercanas a su casa, pero no lo lograron.

Las dos últimas prendas no fueron rescatadas de la escena del crimen, pero el oficial Rodríguez le comentó a los forenses aquello para que vayan en la búsqueda de dichas cosas, era demasiado importante encontrar las prendas ya que podría haber ADN.

Ahora tenían menos pistas de lo sucedido, simplemente quedaba hablar con los sospechosos que encontraron el cadáver de la joven niña. Ya no había esperanza para el detective y los habitantes comenzaban a tener mucho más miedo, suponían que había un asesino en serie suelto y que cualquiera podría ser su próxima víctima.

Las horas y demás pasaban y pasaban, los minutos y segundos parecían no tener sentido en ese momento, lo que más importaba eran los días que pasaban y los ciudadanos no tenían ni una sola respuesta concreta sobre lo que estaba sucediendo.

Los cazadores de patos no tardaron en llegar a la comisaría, el primero en ser entrevistado es el joven Lucas Gutiérrez, de dieciocho años de edad, con un buen aspecto criminal. Tenía un gran tatuaje que dejaba pensar a los detectives de que seguramente era un pandillero, por el tatuaje de jacaranda supieron con facilidad que se trataba de la pandilla más importante del pueblo Sin Hope, los pandilleros y los civiles sabían con claridad que aquello significaba (Sin esperanza).

Al tener personas que se encuentran dentro de una pandilla las cosas se volvían mucho más sospechosas, el simple hecho de ver aquel cadáver y saber o mejor dicho imaginar lo que le había ocurrido.

Muchas pistas que se encontraron en la escena dejaron ver con facilidad que aquellos pandilleros podrían ser parte de algo oscuro, de algo mucho más intenso e inesperado.  

—¿Sin Hope? Aquello es bastante interesante ¿Por qué decidieron llamarse de ese modo tan peculiar?—Preguntó Rodríguez con una pequeña sonrisa en su rostro que dejaba notar la felicidad que comenzó a sentir en ese preciso instante. También quería que él se sintiera seguro a su lado—. Creí que los cazadores eran demasiado inteligentes con la caza, haber hecho algo como lo que hiciste no es una jugada muy conocida por los pandilleros ¿Tienes algo que ver con la mujer que encontraste muerta?—La pregunta salió disparada de los labios del oficial, no dejó continuar al joven Lucas alardear a su pandilla. Simplemente con ello dejó que el joven se pusiera a pensar la respuesta que le daría al oficial.