Capítulo cuatro: Sospechoso.
5 de enero del 2000.
Casa de Emily.
Allí estaba ella, (Emily Douglas), corriendo con rapidez absoluta en su accionar; sus pies estaban descalzos y lograba sentir el verde, mojado y cálido césped bajo sus pies. Corría lo más rápido posible, para poder salir de allí. Ella deseaba salir de ese lugar de una vez por todas, no quería volver a esa horrenda situación una vez más. No quería volver al pasado, ya no. Por primera vez, ella había logrado olvidar todo lo que había vivido en ese tiempo; las cosas habían mejorado para ella, pero ahora… ya no.
Sintió como unas manos fuertes, duras y grandes la sujetaron con fuerza de la cadera, ella fue atada al tronco de un árbol. Un gran árbol que parecía ser un Jacaranda demasiado viejo, negaba con la cabeza varias veces, hasta que un disparo se oyó y directamente una bala en su cráneo se incrustó.
La sangre brotaba y era demasiado asqueroso, ella podía notar todo lo que estaba sucediendo, pero estaba muerta; al menos eso pensaba.
El sonido de la alarma la despertó inmediatamente de aquel horrendo sueño, observó a sus lados al sentir que alguien la estaba observando. La paranoia de sentir que alguien te está observando es horrenda, y mucho más teniendo una vida como la de la oficial Douglas.
Según el superior de la comisaría local si los Rodríguez tenían algo que ver luego de lo sucedido atacarían y fuertemente; Emily estaba lista para lo peor, ella siempre estaba lista. Todo lo que vivió la hizo estar lista para cualquier situación en la vida.
Se estiró con cuidado y tomó su arma que se encontraba debajo de la cama, fue un movimiento rápido; por un momento pensó en que lo mejor sería cambiar el lugar de la dicha, pero después meneó con la cabeza dándose cuenta que el lugar en que el arma se encontraba era perfecto, bajó de la cama de un salto rápido y silencioso para no hacer demasiado ruido y se acercó con rapidez y sigilo hacia la puerta de la habitación; en ese momento, la puerta era un pequeño escudo que la mantenía a salvo; lo único que la mantenía con vida, cerró los ojos tan sólo por unos pocos segundos y suspiró profundamente para abrir la puerta y apuntar a lo que fuera que la estaba observando.
El pequeño perrito ladró sin comprender, se acostó en el suelo moviendo su rabo de un lado al otro, la felicidad de ese animal era inaudita, y ella soltó una carcajada para dejar nuevamente su arma a un lado y acariciar un poco el vientre de aquel pequeñín.
No era ni más ni menos que el pequeño perrito que ella estaba cuidando por un par de días; lamentablemente se había olvidado que lo tenía y eso no era para nada bueno, seguramente el pequeño se estaba muriendo de hambre o quizás quería salir para hacer sus necesidades.
Ella no pudo creer que se haya olvidado del pobre peque, ese perro era su nuevo compañero, ya que debía cuidarlo por un par de días. No era muy amante de los animales, pero en el fondo, ella adoraba a los animalitos.
La policía recordó que cuando era pequeña deseó un perro, pero a su madre no le gustaban, entonces no pudo tenerlo. Su hermano en vez de un perro le entregó unos diarios, ella aceptó ese regalo y supo que siempre los tendría y los atesoraría con todo su corazón.
Emily se acercó a la puerta de entrada y la abrió para que el pequeñín saliera, cuando lo hizo llenó un tarro de comida y otro con agua para el perrito. Esperó que aquello fuera necesario para el pequeñín, no sabía muy bien si lo estaba haciendo bien o no.
La joven se encontraba chiflando al compás de la espera de que su invitado regresará a la casa (el perrito), decidió dejar la puerta abierta de su casa y se fue a duchar; tenía que irse a trabajar y ya era demasiado tarde.
Cuando Emily se estaba duchando comenzó a oír extraños sonidos que provenían de la casa, pensó que el chiquitín ya había regresado del bosque y entró por la puerta.
Comenzó a tararear una canción que pensó que había olvidado en un momento, pero no era así, ella aún lograba acordarse de varias cosas, pero decidió mantener en secreto muchas otras.
Esta vez el segundo sonido que oyó le resultó muy extraño así que salió con rapidez de la ducha y se acercó para poder ver lo que estaba sucediendo, una sonrisa amplia se formó en sus labios cuando logró ver al perrito comiendo su alimento, pero aquella sonrisa se desvaneció inmediatamente cuando logró notar que la puerta estaba cerrada y no había manera de que el perro lo hiciera, ya que para cerrar aquella puerta el perro tendría que poseer manos y no las tiene.
La joven tragó saliva sonoramente y se dirigió con rapidez a la mesa donde se encontraba muchas cosas de la investigación, negó con la cabeza al ver que le faltaban muchas cosas y ella sabía bien que el único capaz de hacer eso era el detective Rodríguez.
Las cosas que estaban sucediendo el día de hoy, estaban volviendo completamente lunática a la joven detective. Ella sabía con claridad que no era una de las personas más cuerdas de ese pueblo, pero aún así aquello no le importaba cuando se trataba de hacer bien su trabajo.
Emily, vivía para su trabajo como detective, ella dejaba la vida por los demás y ahora se sentía usada y robada por su compañero.
Inmediatamente, se vistió rápido y se dirigió hacia la casa del señor Rodríguez y su familia, tocó el timbre y esperó hasta que alguien le abriera la puerta, lo cual no sucedió con rapidez.
Emily negó con la cabeza al notar que nadie le abría la puerta, ella continúa golpeando quince minutos más y cada vez más fuerte ya que los nervios y el mal humor por lo sucedido la alteraban, hasta que la joven Nora abre la puerta con una gran sonrisa en su rostro que resaltaba felicidad absoluta; ambas se observan directamente a los ojos parecía una pequeña pelea de miradas, Nora alzó una ceja parecía estar desafiando a Emily.
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Editado: 12.03.2020