Una vez al año las escuelas domésticas femeninas y las escuelas de Novios se unían, en sí no era tanto una unión, simplemente nos dejaban vernos, aunque nunca nos mezclamos, menos tocarnos, era un día muy ansiado por la mayoría, pues generalmente podían volver a verse con alguien de un género opuesto que no fuera directamente familiar. En dicha reunión también estarían los hijos de los Señores poderosos, aunque nadie lo dijera todos sabíamos la verdad, más que una reunión para socializar era una forma discreta en la que los futuros lideres de la comunidad podrían escoger una Esposa o Esposo, dependiendo de sus gustos.
— La que sigue, ¡Vamos, niñas, daos prisa! ¡Que vuestros caballeros os están esperando! No esperaís que sean corteses si ustedes son mal portadas, ¿Verdad?
— No, maestra Elsa.
Respondemos todas al unísono. Estábamos en fila, todas portando vestidos violetas y rosas, ellos llevaban trajes azul o rojo. Las maestras nos inspeccionaban, asegurándose que nos viéramos presentables, hermosas, perfectas, deseables para que los futuros Señores tuvieran una idea de a quienes desear cuando fuera el momento de buscar esposa, la maestra María deja caer una cinta simétrica justo en las rodillas de quienes están delante de nosotras, otras dos maestras caminan a nuestro alrededor en cada fila, mirando, asegurándose de que no hagamos nada malo o que cause mala reputación.
— La que sigue.
Elisa pasa al frente, miden que su falda este más abajo de los talones, que la manga de su vestido sobrepase los codos, que su cabello rizado esté bien peinado en dos trenzas, que su piel sea suave, que el tamaño de su cintura sea correcto, entre otras cosas que desean los muchachos.
— ¡Pero que bien, Elisa! ¡Cada vez que te veo estás más bella! ¡Y mirad niñas! Tiene un buen tamaño de busto, ¡Eso es genial! Darás mucha leche para tu marido e hijos — Elisa baja la mirada avergonzada, pero sumamente feliz, ¿Cómo Elisa no podría ser considerada bella? Con esa piel morena y ese cabello rizado que cae por sus hombros en dos bellas trenzas, sin duda un ejemplar feminó bello — pero...— todas incluyendo Elisa miramos horrorizados a la maestra, encontró algo malo, algo que no agrada a los muchachos o algo que ella no hizo bien, eso baja su valor como mujer — estás creciendo demasiado, a los hombres no les gustan las mujeres altas, debe ser baja, menuda de estatura, para que él pueda protegerte y reafirmar su dominio sobre ti.
Los ojos de Elisa se llenan brevemente de lágrimas, ella asiente, pero eso no evita que sus labios tiemblen en una mueca.
— Ah, querida, a los niños no les gustan las niñas lloronas, tienes suerte de que solo sean unos centímetros, deja de crecer y nadie lo notará.
Aunque los intentos de calmar a Elisa eran buenos, nada funcionó, ya le habían arruinado el día. La fila avanzó hasta que llegó mí turno, me subí a la pequeña plataforma en donde tomarían mis medidas y se asegurarán de que sea deseable para un esposo.
Como si te importará.
Sonreí ante ese pensamiento, era verdad, no me importaba yo ya tenía a Bastián. La maestra sujeto mí larga trenza y se aseguró de que estuviera bien, alzó los brazos y ellas me miden, al igual que algunas otras chicas llevo un vestido de manga estiló princesa, era aceptable si eras hija de un Señor de alto rango, el padre de Elisa era de un rango mayor al mío, pero aún así su padre insistía en que no mostrará los brazos hasta que estuviera casada. Ahora que lo pienso, los dos padres de Elisa son blancos y ella es morena, ¿Quizás ella habrá venido de la misma forma que el bebé Alán? Era posible, muy pero muy posible, si mis recuerdos no son malos, la primera vez que vi a Elisa ella llegó a la escuela de otra ciudad Libre, su madre había muerto y su padre, un señor de primer rango, había tomado a un novio como su legítima pareja, convirtiéndolo en su esposo, ambos adoraban a Elisa, quizás la madre de ella era morena. Gyula sabía qué pasaba aquí, jamás me había detenido a pensar en los nacimientos y dónde venían tantos niños pues está era mí propia normalidad, jamás pensé que lo que para mí era normal para alguien más no.
La cinta simétrica cae en mis rodillas, la falda de mí vestido llega tan solo 5 centímetros más abajo de mis rodillas, noto la mirada de la maestra sobre mí, pero no la miró, simplemente sonrió hacía el frente, sin ningún punto en específico.
— Apúrate, María, algunos tenemos cosas que hacer.
Ella acata la orden y me deja pasar sin decirme nada, todas las demás muchachas me miran horrorizadas, pero rápidamente cambian su expresión, sé que no es normal que alguien muestre sus tobillos pero bueno, ya estoy comprometida y quiero lucir este hermoso vestido que me Bastián ha escogido para mí. La fila avanza y ya casi todas han sido revisadas, las maestras hacen su clásico cambio de turno, con maestras de otros distritos viniendo a reemplazarlas. Yo miró al suelo, aburrida, rezando a mis señores de que esto pase pronto.
— ¿Acaso estás loca? vístete antes de que las maestras vuelvan.
Miró hacía arriba y lo que veo me deja atónita: Livia está despeinada, con su vestido desorganizado y mostrando sus hombros; Livia se tambalea y sonríe de forma tonta, como si no pudiera mantenerse despierta.
— Hola, mí nombre es Livia, ¿Quieres cortarte las venas conmigo? — Livia tiene la mirada perdida y sus manos tiemblan.
— ¿Pero qué te pasa? — Elisa corre hacia ella y la sujeta intentando cubrir sus hombros, pero Livia se retuerce —. Quédate quieta, Livia, estoy tratado de ayudarte. ¡Lyna, ven aquí!
Lyna obedece y sujeta el cabello castaño de Livia intentando peinarla, pero ella sigue moviéndose enojada. Me levanto y empujó a Livia a una de las aulas para que nadie más la vea y la delate, digamos que los castigos aquí no son muy buenos que digamos.
— ¡Lyna! Peina a Livia. Elisa, encárgate de su ropa, Anantashesha, ¡Vigila la puerta! Zilla, no dejes que nadie nos vea.