Corrompido

7

Escuché mi celular timbrar, realmente estaba cansado, desde el incidente con Nazario había tenido insomnio y pesadillas, escuchaba pasos al igual que susurros, era el único que me encontraba en casa, mientras que madre cuidaba de Nazario en el hospital.

—Bueno —dije al contestar el teléfono, me pasé la mano por la cara intentando despertar.

—Andrei, ¿en dónde carajos estás?, te he estado llamando desde hace media hora —escuché decir a Jesús en voz baja—. Se supone que ya tenías que estar aquí, Rosalio ha estado preguntando por ti.

Miré el reloj que se encontraba sobre la meza de noche al lado izquierdo de mi cama, el cual marcaba las diez de la mañana.

—Mierda —dije quitándome las cobijas de encima, a las nueve y media tenía que estar en el trabajo, Jesús continuaba hablando, pero no le presté atención—. Voy en camino.

Colgué sin decir más, agarré unos jeans negros y la camisa con el grabado de la única cafetería del pueblo, no tenía el tiempo suficiente para desayunar. Salí de la casa y me subí a mi bicicleta.

Todo el camino estaba rodeado de pinos altos, se podían escuchar las aves cantar, pasaban pocos autos a mi costado. Al llegar a la cafetería, puse mi bicicleta en el lugar indicado, coloqué la cadena alrededor de ella, al igual que el candado para evitar que la robaran, era el único crimen que se cometía seguido en el pueblo.

Al abrir la puerta pude ver alrededor de cinco clientes dispersos en el local, era muy común a esa hora, la mayoría eran traíllelos que pasaban por la carretera que vieron un lugar en donde poder desayunar o tomar una taza de café.

Caminé hasta el cuarto de servicio en donde dejé mi mochila, cerré la puerta y me di la vuelta, dejé de respirar por un momento al ver a Rosalio.

—Andrei, se supone que ya tendrías que haber estado aquí desde hace una hora —dijo, se podía notar su enfado por el tono de voz y las arrugas en su frente.

—Lo siento, lo que paso...

—Que no se vuelva a repetir, ve a la cocina —dijo Rosalio antes de que terminara de hablar—, para que Gabriela empiece atender a los clientes.

Entre a la cocina, era un lugar que media tres metros por dos aproximado, aunque era un lugar un tanto pequeño, estaba bien equipado.

—Yo me encargo, ve afuera —dije al llegar con la chica que se encontraba en la freidora.

Podía sentir la mirada de Jesús, pero en ningún momento voltee a verlo. Una parte de mí se alegró de que era lunes, estaba cansado por no dormir bien, así que, no tendríamos mucho trabajo.

Durante el fin de semana era cuando había más gente en la cafetería, era el momento en que las familias se reunión, los sábados por la mañana llegaban casi siempre después de los partidos de fútbol, y los domingos llegaban grupos de gente cuando salían de misa del templo que se encontraba cerca, por lo tanto, eran los días más cansados.

En momentos había horas muertas, así que las tomábamos como descanso en donde podíamos aprovechar para comer, éramos uno de los pocos lugares en los que se podía ir a comer, había un restaurante al otro lado del pueblo, y un hotel que contaba con un pequeño restaurant. Pero en ocasiones las personas preferían ir con nosotros.

—Chicos —dijo Rosalio al entrar a la cocina, voltee a verlo, tenía la hamburguesa que hace un momento había preparado—. Es la tercera vez que se equivocan en preparar algo, ¿Quién se está encargando de prepararlas?

—Yo —dije en voz baja, solo había estado por dos horas y todo estaba saliendo mal.

—¡Gabriela ven! —Gritó el hombre para que mi compañera lo pudiera escuchar, la muchacha entró a la cocina confundida—. Te vas a encargar de la comida, y tu Andrei de las órdenes.

Se notaba su enojo. No sabía que me estaba sucediendo, me sentía cansado, era posible por el insomnio de los últimos dos días. Me sentía raro, como si todo fuera un sueño, me era complicado concentrarme.

El resto del día me encargue de anotar los pedidos de los clientes que iban llegando. En todo el momento tenía una sensación de que alguien me estaba vigilando, escondido detrás de los pinos, a 10 metros de distancia de la cafetería, probablemente me estaba volviendo paranoico, porque no había señales de una persona en esa zona.

Esa sensación no se fue hasta la hora de cerrar, al momento de limpiar la cafería, cada uno tenía su rol, los que se encargaban de la comida limpiaban la cocina, mientras que los meseros se dedicaban a limpiar las mesas, el piso y el baño. Por lo que me toco limpiar las mesas y el piso, mientras que Judith, se encargaba de los baños.

Éramos cinco empleados, Rosalio era el dueño del lugar y el encargado de la caja registradora, Judith y Gabriela eran las encargadas de atender a las personas, Jesús y yo éramos los cocineros, al igual que Marco, que ese día le tocó descansar.

Trabajábamos de nueve y media de la mañana a siete y media de la noche, y descansaba dos días a la semana.

—Andrei —escuché a Rosalio llamarme, mientras que él cerraba la puerta con llave la puerta de la cafetería—. Mañana descansas.

Se dio la vuelta y caminó hasta su auto antes de que pudiera protestar. Voltee a ver a Jesús que tenía un cigarro entre sus labios inhalando el humo.




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