Me encuentro en esta calle oscura, acompañado de un silencio que para muchos seria abrumador. Una gran calle iluminada por una pequeña lámpara, la cual titila cada cinco segundos.
Sentado en esta banca desde hace más de dos horas, me acabo uno a uno los cigarrillos que tenía en mi bolsillo. Reflexiono sobre algunas cosas, o simplemente dejo escapar todo el humo retenido de mis pulmones.
Eran casi las tres de la mañana y unos gritos de auxilio se escucharon por todo el lugar, y para ser sincero, peores cosas han pasado frente a mí como para preocuparme por unos alaridos. Sigo concentrado en mi último cigarro que está casi a apagarse, cuando por fin apareció.
Ella, se encuentra aproximadamente a unos veinte metros de mí, y siento su mirada fría llena de rencor, destilando odio y rencor. Mi cigarro se acaba y ella empieza a correr.
Creo que ya es hora de sacar el arma de mi chaqueta, y romper la única fuente de luz, para sumergirme en mi tranquila oscuridad.