Basil aferró sus dedos al volante, aplicando más fuerza de la debida... Odiaba que su mente lo llevara de regreso el pasado.
Eran esas calles, esas malditas calles, de camino a la casa de Ray lo que hacían inminente el choque con su pasado. Le sucedía involuntariamente, cada vez que se acercaba a Ray.
Amaba a Ray como un hermano, pero él y su hermana tenían demasiado significado para él... Y eso, lamentablemente, era contraproducente para él.
Eran la única familia que había tenido, y a la vez, la única cosa en la tierra de la que intentaba mantenerse alejado a como diera lugar.
No sólo le dolían los recuerdos, sino que además tardaba horas en quitarse la sensación de vulnerabilidad cuando veía a su amigo.
Era inevitable para él sentir que el pasado podía regresar con fuerza y arrebatarle lo que con tanto esfuerzo había construido en el presente. No podía dejar de sentir que cualquier cosa podía afectar la extraña estabilidad que representaba el recuerdo de Eleanor para él.
La madre de sus hijos había desaparecido, pero tenerla presente cada día y buscarla había sido el punto de referencia para su enfoque.
El punto de referencia para no desviarse de su meta.
La meta de mantener a su pequeña familia unida y completa... La meta de no distraerse con cosas del pasado, o personas del pasado.
Intentó sacudirse la sensación que le erizaba la piel, para enfocarse en los asuntos que tenía entre manos.
Redujo la velocidad en cuanto entró al vecindario de Ray.
Como buen padre, sabía lo importante que era reducir la velocidad una vez que se entraba a un complejo residencial, y muchísimo más en un complejo como ese en el que parecían vivir más niños que adultos.
—¡Mira, papi! ¡Es la niña que vi el otro día en el deslizadero!—susurró Eliana emocionada, mirando por la ventana tintada del auto.
Basil usó el espejo retrovisor para darle una mirada llena de amor a sus hijos.
El par de rubios que le acompañaba era terriblemente perspicaz, por lo que tenía que irse con mucho cuidado para evitar meter la pata como padre.
Sus días estaban llenos de evitar decir malas palabras, controlar sus emociones y crear rutinas sanas para ellos.
No había sido fácil... Pero tenía ya mucho tiempo haciéndolo solo y le había ido de maravilla.
Aunque los momentos de enfermedad eran los peores.
De cualquier manera, era lo más cuidadoso posible. Sabía que un pequeño desliz era suficiente para que Elian y Eliana terminaran haciendo lo que quisieran con él.
—Sí. Yo también creo que es la misma niña, cariño… Pero lamentablemente hoy no podrás ir al parque, porque debo ir a trabajar con tío Ray y no tienes permiso de salir de la casa del tío hasta que yo no regrese. Termino de trabajar de noche, así que no es posible que vayas al parque hoy… Ninguno de los dos. —dijo y le dio una mirada rápida a Elian, que no parecía ni un poco interesado en la conversación de su padre y su hermana.
En ocasiones, la actitud taciturna de su hijo hacía que Basil se sintiera preocupado. Había trabajado por un tiempo en esa situación, llevando a Elian a consultas con una psicóloga infantil bastante buena, pero la psicóloga había llegado a la conclusión de que sólo se trataba de la personalidad del niño. Que no había nada mal con él, que no había nada qué tratar más allá de tips para su desarrollo integral.
Era frustrante para un padre no entender a su hijo... Pero, de nuevo, él trataba de no enfocarse en eso.
Regresó su mirada a Eliana, quien se quedó en silencio demostrándole a su padre que no se sentía feliz con la respuesta que le había dado.
Basil suspiró, cansado.
Quería darles una vida normal a sus hijos... Pero, ¿cómo podría hacer eso?
Victoria era una amenaza constante para ellos... No podría estar tranquilo ni darles una vida normal mientras ella siguiera respirando.
Desde un par de semanas atrás, él se había estado sintiendo preocupado porque su hija mayor parecía estar desarrollando una actitud bastante volátil.
Siempre había sido una niña centrada, al menos lo que era normal a su edad... Pero últimamente había estado teniendo berrinches y hasta le había dado un par de malas respuestas en ocasiones en las que él le llamó la atención por portarse mal.
No quería que esa situación se le saliera de las manos... Pero tampoco encontraba la manera de evitarlo.
Y sabía muy bien que en gran parte, la actitud de Eliana se debía a que veía que los otros niños hacían actividades que ellos no.
—Así que… ¡Estamos llegando a casa del tío Ray! ¿Qué les gustaría hacer con la tía Lily?—preguntó refiriéndose a la esposa de Ray, que parecía amarlos como una verdadera tía. Cuando estaba libre del trabajo se ofrecía a cuidarlos.
—¡Quiero colorear!—exclamó Elian sorprendiéndolo.
—¡Yo también, papi! ¡Y comer gomitas!... ¡Oh, y también quiero jugar con mi maquillaje nuevo!—comenzó a decir Eliana, sepultando la voz de su hermano con sus gritos emocionados.