Recuerdo la vez que estábamos en tu casa, en tu habitación. Agarraste la guitarra, la razón no la recuerdo.
Había un brillo en tu mirada al tocar esas cuerdas, podía ver la pasión en tus ojos y la alegría en tu sonrisa.
Te dije que a mi me gustaría aprender a tocar la guitarra entonces me la pasaste. Con paciencia me dirijiste a cada una de las notas.
Aún puedo recordar el dolor en mis dedos todo el día y también la alegría que me contagiaste. Dejaste en mi una sonrisa que nada podía borrar.
Desde ese día he deseado que toques algo para mi, sólo para mi.