Cosas que pasan...

Mal regreso

Todos los días, me volvía de la escuela, en el bus que pasaba por el peaje a la hora 17:10. Allí, me llevaba un profesor de Educación Física que trabajaba en la escuela para que pudiera llegar a tiempo a tomar el bus. Todos los días era una odisea el hecho de poder llegar en hora.

La reserva de los asientos debía realizarse por teléfono, para que el ómnibus pudiera detenerse y subir a los pasajeros allí, pues como el coche era directo, si no tenía marcada la reserva, seguía directo.

Un lunes, después de la Semana de Turismo, subí al bus y me senté en mi asiento correspondiente. Unos kilómetros más adelante, subió otra compañera maestra y se sentó conmigo. Subió además, una profesora de Geografía, que se sentó pasillo por medio de nosotras con un señor de semblante raro.

Detrás de ellos, iban sentados dos chicos adolescentes, que charlaban, se reían y con sus piernas empujaban el asiento dónde iba sentado el señor. De pronto, el señor se da vuelta y les pide, que dejen de empujarle el asiento porque quería descansar, pues venía de estar internado varios días. Toma su teléfono y dialoga con alguien, diciéndole que iba en viaje y que lo esperaran.

El señor se mostraba muy enojado, y los chicos seguían diciendo y haciendo tonterías. Así fue como se durnió, enojado. Mi compañera de asiento se durmió y yo seguí escuchando música con mis auriculares. Cuando todo parecía ser un viaje normal, un ruido extraño comenzó a sentirse.

De pronto, me saco los auriculares y escucho que el señor tenía un ronquido muy fuerte. La profe que venía sentada con él, comienza a llamarlo y el señor no responde. De inmediato, llama al guarda del bus, el que acude rápidamente. Intenta despertarlo, pero tampoco puede.

Avisa al chófer, el que detiene el ómnibus y viene a ver al pasajero. Ya había dejado de roncar. Le toman el pulso y se miran entre ellos. Deciden acostarlo en el pasillo y comienzan a presionar su pecho, para intentar reanimarlo. Luego de cinco minutos, el chófer toma el teléfono y se baja del ómnibus.

El guarda toma el teléfono del señor y llama al último número que él había llamado, y le pide que vayan al hospital a esperar la llegada del señor, porque se iba sintiendo mal. Es evidente que no quiso comunicar la gravedad de la situación a la familia por teléfono.

Al regresar, comunica a todos los pasajeros que una ambulancia viene en camino y que nos alcanzaría, por lo que deberíamos continuar el viaje con el señor en el pasillo. Era evidente, que el señor había fallecido.

A los pocos kilómetros, nos alcanzó la ambulancia, subiendo un médico y una enfermera, los que confirmaron que el pasajero había fallecido. Nos hicieron bajar del ómnibus y subir a otro que nos estaba esperando.

Al día siguiente, el guarda nos comentó que ese señor estaba internado en Montevideo, desde hace varias semanas. Tenía cáncer, y ese día se había ido del hospital por su propia voluntad, porque quería estar con su familia. Quizás el nerviosismo, que le hicieron pasar esos chicos le provocaron el infarto, que seguramente iba a suceder en cualquier momento, pero posiblemente si su viaje hubiera sido tranquilo, hubiera podido estar con su familia los últimos días de su vida.




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