Todos los días reservaba los pasajes, para que el bus se detuviera en mi parada al regresar a mi casa; de lo contrario, el coche seguía de largo y debía tomar el segundo coche que llegaba una hora más tarde.
Ese lunes había llovido durante todo el día, hacía mucho frío porque era invierno. Además, me había reintegrado de una crisis de vértigo de la semana anterior, por lo que me urgía volver a mi casa porque estaba muy cansada. Por lo pronto, lo urgente era subirme al bus para poder descansar.
De pronto, veo que viene el bus, pero sigue de largo, no se detiene. Llamo a mi compañera que subía a dos kilómetros de allí y le explico lo sucedido, para que supiera que el bus me había dejado. A ella le pasó lo mismo, el bus no se detuvo pero ella le gritó.
Al escuchar sus gritos, el bus se detuvo y le explicó que no teníamos reserva ninguna de las tres maestras que viajábamos. Ella le explicó que las habíamos hecho por teléfono en la mañana, por lo que el guarda llama por teléfono a la terminal y le explica lo sucedido. Desde la terminal, le dan la orden de llevarnos, pues lo que había sucedido es que el sistema había caído durante la mañana y seguramente, eso fue lo que provocó la caída de nuestras reservas.
Al explicar el guarda, que ya habían dejado 2 kms atrás a una maestra, le dan la orden de regreso para buscarme, pues era una pasajera de todos los días y no podían dejarme un día de lluvia y con tanto frío. Así fue como mi compañera me avisó que me quedara tranquila, que ya el bus estaba regresando a buscarme.
Fueron diez minutos de mucho nerviosismo, lo que me provocó una nueva crisis de vértigo, por lo que al llegar a Colonia, día tuve que volver a consultar médico para que me medicara. Pero eso no fue impedimento para ir a trabajar al otro día.
Ahí aprendí que debía controlar mi nerviosismo, porque siempre me produciría un desequilbrio. Por suerte, ahora hace varios años que no he tenido más vértigos. Me cuido y valoro lo que realmente tengo que valorar: mi salud.