Cuando era pequeña mi Padre, con una mirada cálida me contaba una historia antes de dormir, trataba sobre una mágica flor que sin importar donde estuviera ella brillaría y traería felicidad a todos aquellos que la rodearan, cuando terminaba de contarme aquella historia le preguntaba: “¿Cómo era la Flor?” Con una sonrisa de oreja a oreja me decía: “Todas las flores son mágicas y bellas, dependerá de ti averiguar cuál de todas es”
Al principio fue curiosidad, quería encontrar aquella flor como de lugar, ya sea en verano, primavera, otoño e incluso en el invierno no dejaba de buscar flor en flor, poco a poco mi deseo por saber más de ellas creció y fue cuando me di cuenta que mi pasión por las flores había nacido. Durante ese tiempo no dejaba de formarse una sonrisa en mi rostro, mi Padre amaba verme sonreír y yo lo amaba como nunca, él era mi amigo de búsqueda, mi cómplice y ante todo mi Padre. Pero su tiempo de vida era diferente al mío, cuando tenía 18 años el falleció dejando asi este mundo, a mi Madre le afecto mucho su perdida afectando también a su estilo vida, pensando que era lo mejor para mi decidió mandarme junto a mi Tía, hermana mayor de mi Mamá.
Cuando deje mi lugar de Nacimiento mi cabeza era un caos había muchas cosas que quería decir otras que no quería dejar pero también había perdido algo que realmente disfrutaba ver mi Padre, aquella brillante sonrisa que tenía había perdido su magia, el único hechizo que había quedado en mí, era mi amor por las flores que inicio por una cálida y sencilla historia suya. Si me preguntaran: “¿Crees en la magia?”, diría que no lo sé, pero si eres tú tal vez no sea tan malo creer en ella y aquellas palabras que no pude decir te las diga asi como ser capaz de mostrarte aquella brillante sonrisa dentro de mí, aunque no vaya a ser tan fácil, no pienso rendirme, decidí cambiar y tú serás el primero en verlo.
Desafiar nuestros límites como los límites del mundo, no suena tan mal que digamos.
Editado: 20.02.2018