Creciendo sin querer

PROLOGO

Todo niño en determinado momento ha soñado con crecer. La razón de ello es incierta, pero tal vez se deba a que anhelan ser grandes para ser como esa persona a quien admiran —que en la mayoría de los casos son los padres—, o sencillamente a su corta edad hayan entendido que la vida no es color de rosas como tratan de pintárselas, porque en ella también encontraremos colores como el gris y el negro. Aunque lo más probable es que sean solo pensamientos de un infante.

Infancia, dulce y esplendida infancia en la cual se tiende a creer que la vida es un camino llena de pétalos de rosas y en el no encontrarás espina alguna. Etapa donde se tiene asegurado, en la mayoría de los casos, ser feliz porque así los padres se lo han propuesto. Y son detalles como: no ensuciarnos la ropa mientras se juega con tierra porque a nuestras madres no les gusta; tratar de no cansarnos de tanto correr por algo que nos pareció interesante; llorar por aquel globo que se fue; querer ser astronauta, modelo o tal vez actriz; hacer horribles dibujos —que ante los ojos de los padres son una obra de arte—, como lo es pintar una casa en el centro de una hoja y al lado de ella unos muñecos mal formados que simulan ser una familia y donde el sol siempre se encuentra en una de las esquinas con unas líneas como rayos; o esperar a que te lean un cuento para poder dormir, todo en lo que podemos pensar. Donde las preocupaciones no son nada en comparación a cuando somos mayores porque el tamaño de ellas es tan mínimo que aunque puede asustarnos cuando pequeños causa risa al ver lo gigante que se vuelven con el paso del tiempo; donde los padres sonríen cada que escuchan los te amos pronunciados por sus hijos ; donde quieren que crezcan pero no de la manera tan apresurada como, a su parecer, lo hacen.

Luego viene esa etapa de la pubertad donde se intensifica el deseo de ser grande pero esta vez no por las mismas razones, sino por otras. Aquellos juegos inocentes no son tan divertidos como en un tiempo lo fueron; donde comienzas a preocuparte un poco por la apariencia; donde se empieza a ver con otros ojos a los chicos o chicas; donde aquellos dibujos donde estaba la familia es reemplazado por dos muñecos tomados de las manos que suponen ser tu con esa persona que te guste y quizá, empiezas a unir tu nombre con el apellido de ésta y hasta, en algunos casos, te da por pensar en los nombres de tus futuros hijos. Etapa donde se va perdiendo un poco la inocencia y tus padres empiezan a regañarte pero esta vez no por las travesuras que hiciste cuando niño porque ya no le causan tanta gracia y donde las muestras de afecto se van perdiendo.

Entonces llega la etapa en donde, al parecer, ser rebelde es lo primordial. Anhelas con gran fuerza crecer pero ahora por querer independizarte y ver por tu cuenta todo lo que te ofrece la vida. Empiezas a plantearte qué quieres ser y las posibilidades para lograrlo. Etapa donde nacen los verdaderos sueños, pero eso no es lo único que ha nacido sino también una gran cantidad de hormonas dentro de ti y por ello empiezas a anhelar un beso o una caricia y ,en muchos casos, toques para nada inocentes; donde ya no quedan rastros de aquella inocencia y los pensamientos ya no son tan genuinos; donde llegan los reclamos hacia tus padres porque no te gusta que se metan en tu vida; donde empiezas a pensar que no te comprenden y por ello te cruza el pensamiento de escapar de casa y ser libre; donde cuestionas todo lo que dicen y hacen; donde sus oídos son incapaces de escuchar un te quiero porque la boca de su hijo no logra pronunciarlos desde tiempo atrás. Los te amo han desaparecido por completo.

Resulta irónico que cuando crecemos queremos que el tiempo no avance para quedarnos en esa etapa de la adolescencia, pero lamentablemente no hay nada que hacer porque el tiempo no se detiene sino que avanza más rápido.

Hasta que finalmente llega la etapa donde, se supone, llega la madurez y tenemos que tomar el curso de nuestras vidas. Hermosa juventud donde empezamos a comprender a nuestros padres; donde añoramos aquellos consejos que creímos que no servían de nada pero que hoy vemos necesarios porque lo que ayer se deshecha mañana se valora; donde nos damos cuenta de la importancia de un te amo.

Así es como ocurre, empiezas a ver la vida con otros ojos o sencillamente es que la vida te brinda unos anteojos y te da un golpe de realidad, no sabría decirlo.

Entonces te encuentras en los mismos zapatos de tus padres, sí, los mismos que te encargaste de criticar señalando que todo lo que decían y hacían no era por tu bien y empieza el miedo al pensar que las hormas de los que te han tocado te quedaran grandes. Yo me encontraba de esta manera y tenía miedo de fallar, porque irremediablemente me encontraba creciendo sin querer.

 



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En el texto hay: superacion, adolescencia, amor

Editado: 01.07.2018

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