Creo que te quiero

Las chicas del lado

Estar en primero de ventas y publicidad implicaba demostrar muchas cosas: personalidad, disciplina, y por supuesto, tener un punto de vista claro sobre el sexo opuesto.

—Aadooondeee la Karina Brunet es fea—. Opinaba el Alberto Espinoza, a quienes de cariño mis compañeros le apodaron el "Care guagua" porque era muy blanco, pero los pómulos los traía siempre rojos.

—Pero está bien de atrás—. Gesticulaba el Marcos.

—La Adriana Rivera tiene buen cuerpo—. Aportó el Héctor (apodado por mi mismo como "Care Chiste").

—Pero es muy alta—. Dijo el Marcos .

—Pa'l Almono estaría bien—. Bromeó Héctor.

El asunto era que, mirando fríamente, no había ninguna chica que me llamara la atención del curso, y menos de otro curso.

—Hablando de mujeres ellos, los más  minos—. Empezó a molestarnos el Emilio Diaz,

—De adonde saliste voh galán de porno Somalí—. Le respondió el Héctor riéndose.

—Ahh seguro las cabras de otros cursos no preguntan por nosotros —. Respondió todo engreído el Emilio mirando a Ricardo su partner.

—Las traemos locas—. Se mató de la risa Ricardo.

—Él poh el Cogote de pavo—. Se burló el Alberto

Y ellos tenía razones para jactarse, porque tenían presencia y además habían preguntado por ellos algunas chicas de otro curso, y había que reconocerlo, el Emilio no era feo y que pregunten por ti daba cierta ventaja sobre el resto, porque recibías un poco más de fama, atención, cosa que difícilmente iba a suceder conmigo; así que, viendo las cosas fríamente, sólo un milagro me podía ayudar a conocer a alguna chica y porque no, el amor. Entramos a clases de matemáticas con María de los Ángeles Ortiz, conocida como "Maria de los Diablos, por su carácter fuerte, pero de repente algo interrumpió la clase.

—Disculpe profe—. Golpearon la puerta de la sala unas alumnas de otro curso —Nos permitiría cinco minutos para ofrecer un producto creado por nosotras, es para un trabajo—. Le pidió.

—Ya, pero solo cinco minutos—. Contestó de malas pulgas la profesora de matemáticas, que no era muy paciente, mientras el curso empezaba a piropear a las chiquillas.

—Hola que tal, somos del curso del lado 2F de ventas y publicidad, venimos a ofrecerle un chicle (era con sabor a no se que) y cuesta solo 100 pesos, lo hicimos nosotras mismas—. Explicó una de ellas mientras lo modelaba; pero cuando estaba la chica hablando, algo no había notado muy particular y cuando me di cuenta, llamó mi atención inmediatamente.

—¿ Y tú que haces aquí?—. Una de las chicas se acercó a hablarme.

—Ahhhh Maritza—. Dije haciéndome como que no la había visto —Cómo estás—. La saludé alegre.

—Yo bien y tu ¿como has estado?

—Bien, bien, no me quejo—. Le sonreí.

Maritza Flores, un viejo amor de séptimo de primaria, estuve cerca de conquistarla, pero nunca se concretó, porque me di cuenta muy tarde que me gustaba. Ella era conocida como la "China" por sus ojos medios rasgados; tenía ojos negros, era delgada, pelo negro azabache, ahora se veía más linda que antes.

—No sabias que estabas en venta—. Se extrañó.

—Si, así es—. Respondí sonriente.

—Bueno después hablamos—. Se despidió, porque la profesora nos estaba mirando con cara de pocos amigos, así que, después de vender algunos chicles, las chicas salieron de la sala.

Eso fue toda la conversación que tuve con ella, un hola cómo estás y nada más, pero causó una gran revolución en mis compañeros.

—¿La conoces?—. Preguntó el Marcos.

—De que curso son—. Me hacía gestos el Emilio —Preséntala—. Me pidió.

—No se, lo único que sé es que la que me habló se llama Maritza y cuando iba en séptimo A ella iba en el B—. Les dije medio fastidiado.

—Pero no cachai que ella nos puede servir como gancho pa' conocer a las cabras de su curso—. Se entusiasmó el Ricardo.

–Si, creo que puede ser—. Se me ocurrió decir sin mucho entusiasmo.

Por un lado el Ricardo tenía razón, era una oportunidad de conocer a las chicas de segundo, pero a mi me daba lo mismo, lo que en realidad me interesaba era retomar las conversaciones con Maritza. Después de una fastidiosa clases de matemáticas llegó por fin la hora del segundo recreo: así que salí para ir al baño y luego pasar a comprar algo para comer, como era habitual en mi, me paré en la puerta para salir y ¡¡¡Sorpresa!!!

—Hola Almuna—. Me volvió a saludar Maritza.

Hola —. Respondí entrecortado.

—Mira te quiero presentar unas amigas: ellas son Claudia, ella es Fanny y Monica—. Llamó a unas chicas que estaban paradas cerca fuera de la sala del curso del lado —Vengan poh, no sean huasas*—. Las llamó.

—Hola, hola —. Las saludé con un beso a cada una cuando se acercaron —Le quiero presentar a mis compañeros, él es el Héctor, Marcos, Alberto, Leo—. Aproveché de presentarlos.

Estábamos en el paraíso, imagínenselo, conversando con cuatro chicas guapas, bueno algunas, no todas, aunque solo me interesaba Maritza, pero esto era genial; pero alguien más se había dado cuenta de lo que estaba pasando.

—Almuna, tienes la guía de matemáticas, que me falto unos problemas por anotar—. Nos interrumpió el Emilio.

—Si la tengo, pero está en mi puesto—. Respondí de forma brusca.

—Ya préstalo, que no alcancé a copiar todos los ejercicios... Disculpen, disculpen por interrumpirlos, hola, hola como están—. Empezó a saludar haciéndose el leso*.

Entendí lo que quería el Emilio, era más que obvio, así que como yo no soy tan malo, decidí darle en el gusto.

—Chiquillas él es Emilio —. Lo presenté fastidiado.

—Y yo soy Ricardo—. Se autopresentó llegando desde atrás.

—Estos se la saben por libro—. Se empezó a reír el Héctor.

—Que simpáticos ellos —. Reconoció una de ellas, la llamada Fanny.

—Y eso que recién nos están conociendo —. Le cerró un ojo todo creído el Emilio.

—"Y eso que recién lo vienes conociendo" como es este patudo—. Añadí yo, lo que produjo la risa de todos menos del Emilio Diaz.




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