Cuando eres pequeño, en muchos hogares te enseñan la ley del mas fuerte, te inculcan que ser hombrecito significa saber defenderte solito y pegarle a quien te trate de pasar a llevar. Sin embargo a mis cortos catorce años ni siquiera le había pegado a una bolsa de puchingball, así que no estaba interesado en pelear ni nada que se le pareciera, hasta que tenia que pasarme. La distancia con Mónica me sirvió para acercarme más a mis compañeros, compartir con ellos, bromear, pero un martes de finales de agosto, sucedió algo que giró mi vida por completo. Era cambio de hora y nos tocaba castellano y salimos al baño de carrera y ahí empezó mi calvario.
—Almuna, me dejay hacerte algo —. Me preguntó el Ivan Ortega.
El guatón Ortega tenía el pelo castaño oscuro, media aproximadamente 1,68, en casi todos los dedos tenía anillos y era experto en karate, judo y no se que otras cosas mas.
—Pero ¿Que me vas a hacer?—. Pregunté desconfiado.
—Si no te va a pasar nada ohh—. Me aseguró.
Si él lo decía era porque así seria; de repente, me tomó y me hizo una llave de kárate, me toma del pecho y con el pie me lanza hacia arriba para luego caer el suelo, como una catapulta humana.
—Ohh Almunita ¿¿Estay bien??—. Me agarró del brazo para levantarme, tratando de aguantar la risa.
—Si claro, no fue nada—. Dije mientras me levantaba todo adolorido.
No era tanto el haber volado por los aires, sino el temor que alguien me haya visto y lo que eso significa para mi reputación.
—Que te pasó Almuna, que te vi volando por los aires—. Me preguntó el Alexis Pizarro.
—¿A mi? No nada Alexis, no me pasó nada—. Me hice el tonto.
—Pa' que te haces el tonto, si vimos que el guatón Ortega te agarro y saliste volando pa' arriba—. Se metió el Care Chiste.
—Ahh, es que me hizo una de sus llaves de kárate—. No le di tanta importancia.
—Ahhh ya—. Fue lo único que respondieron ellos.
A pesar de mis esfuerzos, habían notado mi escandalosa caída, pero al fin y al cabo, no sería la primera ni la ultima.
—Almuna, ven—. Me llamó el Ivan en un cambio de hora el día siguiente.
—Que pasa—. Salí de la sala y de repente, salí volando por los aires nuevamente.
No era tanto el dolor por la caída, sino la humillación de que esto se estaba convirtiendo en una mala costumbre.
—Para que dejas que el guatón Ortega te tenga de casero poh—. Me retó el Marcos —Tienes que pararle la mano—. Me aconsejó.
—Ya, pero como lo hago—. Lo quedé mirando.
—Pégale un combo, para que no te vacile más—. Aconsejó el Alberto.
—O una patada en los cocos*—. Se le ocurrió al Leo.
Para ellos era fácil decirlo, pero pegarle a un tipo que me ganaba por lo menos en diez centímetros en porte y era mucho más fuerte que yo era muy difícil, mejor dicho imposible.
—Yaaa, y después me agarra y me hace picadillos poh—. Respondí tragando saliva nervioso.
—Verdad, po'.... Parece que estas frito—. Tuvo que asumir el Marcos.
—Y si conversas con el, a lo mejor le puedes pedir que te deje de molestar y tirar por los aires, así en la buena onda—. Sugirió el siempre pacifico Leo Peñaloza.
Era lo mas sabio, tratar de razonar con el, como dos seres civilizados. Me acerqué a Iván, que estaba parado frente a la sala, en el primer recreo, esperando que entendiera mi postura y finalmente, llegáramos a un acuerdo.
—Iván, quiero conversar contigo, bueno, para pedirte que dejes de hacerme los movimientos de kárate, porque de verdad me duelen y creo que es un abuso de tu parte—. Le expuse.
No fue tan difícil después de todo, seguro que él me iba a entender e iba a dejar de hacerlo. Me quedó mirando serio y luego me sonrió; listo, asunto zanjado.
—Está bien, entiendo, así que nunca mas te haré esto...—. Me tomó y me mando volando, lo único que supe, es que caí muy cerca del basurero que estaba ahí cerca.
—Eso no quieres que te haga, ok, lo consideraré—. Dijo irónicamente sacudiéndose las manos.
—Oye, no seas abusivo con el cabro chico—. Salió en mi defensa el Bishara, mi compañero del puesto de delante que tenía la cara con espinillas y se creía rapero.
—Si al Almuna le gusta que le haga los movimientos de kárate—. Se defendió él —Además, es para que el los aprenda—. Agregó.
Si claro, me encanta caer como saco de papas, y que mis costillas den contra el cemento, ¡¡Es genial!!
—Mmm, no creo mucho eso—. Fue la respuesta del Bishara mientras estiraba la mano para levantarme.
—No seas malo con el Almunita Iván, él es mucho más chico que tú—Se metió la Leyla Ochoa.
—Pero él me pidió que se lo hiciera—. Insistió.
Creo que esto estaba pasando de castaño oscuro a negro, y si no le ponía atajo, tendría un martirio eterno, gentileza de mi compañero Ivan Ortega. Así que le pedí consejos a mis amigos.
—Te tienes que defender, no te queda otra—. Me recomendó levantando los puños el Braulio.
—Pero si es un guatón forzudo y sabe kárate más encima—. Me agarré la cabeza preocupado.
—Si es así, entonces nada que hacer contra el—. Se lamentó por mi triste futuro el Fernando Deglane de la casa D.
—Pero por lo menos no dejes que te lance—. Se le ocurrió al Victor.
—Tienes que bloquearlo con fuerza, para que no pueda agarrarte—. Me aconsejó el Fernando.
—Si, eso haré—. Les dije.
No era fácil, pero tenia que hacerlo o seguiría sufriendo todo el año el dolor de ser lanzado por los aires. Tal vez debía pedir consejo a uno que pelea siempre, uno que tuviera más experiencia que yo en este asunto.
—Javier, ¿te puedo preguntar algo?—. Dije a mi hermano.
—Que quieres, habla rápido que estoy ocupado—. Me pidió.
—Bue...bueno, quería saber que harías si un tipo te golpea siempre.
—Lo golpeo poh, no voy a dejar que me peguen—. Contestó de manera brusca.
—Y si el tipo es mas grande que tu.
—Bueno sé más inteligente que el—. Se le ocurrió.