Crepusculo: Luna Nueva

El prado

Jacob no llamó.
Billy contestó la primera vez que telefoneé y me dijo que Jake seguía en
cama. Me entrometí al preguntarle —para asegurarme— si le había llevado al
médico. Me contestó que sí, pero, por algún motivo, no obtuve una respuesta
concreta y la verdad es que no le creí. Llamé a diario varias veces durante los
dos días siguientes, pero no me contestó nadie.
El sábado decidí ir a verle sin la maldita invitación, pero la casita roja estaba
vacía. Aquello me asustó... ¿Estaba Jacob tan enfermo que había sido necesario
ingresarlo? Me detuve en el hospital de camino a casa, pero la enfermera de
recepción me dijo que no habían estado ni Jacob ni Billy.
Hice que Charlie llamara a Harry Clearwater en cuanto volvió del trabajo.
Esperé con ansiedad mientras charlaba con su viejo amigo. La conversación
parecía prolongarse sin que se mencionara siquiera a Jacob. Al parecer, era el
propio Harry quien había estado en el hospital para someterse a unas pruebas
cardíacas. La frente de Charlie se pobló de arrugas, pero Harry le restó
importancia y se burló de él hasta que Charlie volvió a reír. Sólo entonces
preguntó por Jacob, y la conversación por su parte no me dio demasiadas pistas,
únicamente un montón de síes y varios « hum» . Tamborileé con los dedos sobre
la encimera de la cocina hasta que puso su mano sobre la mía para detenerme.
Al final, colgó el auricular y se volvió hacia mí.
—Harry dice que ha habido más de un problema con las líneas telefónicas y
por eso no has podido contactar. Billy le ha llevado al médico local y al parecer
tiene una infección vírica, mononucleosis. Está realmente cansado y Billy ha
dicho que nada de visitas —me informó.
—¿Nada de visitas? —inquirí atónita.
Charlie enarcó una ceja.
—No empieces a ponerte plasta, Bella. Billy sabe lo que le conviene a Jake.
Muy pronto estará en pie y por aquí. Sé paciente.
No presioné más. Charlie estaba inquieto por Harry. Obviamente, aquello era
lo importante, y no le iba a fastidiar con mis nimias preocupaciones. En vez de
eso, me dirigí a mi habitación como una flecha, encendí el ordenador y me
conecté. Navegué hasta encontrar un sitio web médico on line e introduje el
término « mononucleosis» en el campo de búsqueda.
Todo lo que supe sobre ello es que se suponía que se transmitía con el beso, lo
cual era a todas luces imposible en el caso de Jake. Leí rápidamente los
síntomas... Tenía la fiebre, sin duda, pero ¿y el resto? No padecía una gran
irritación de garganta ni estaba fatigado ni sufría jaquecas, al menos no antes de
volver a casa después del cine. Él mismo había dicho que estaba « como un
roble» . ¿De verdad podía haber desarrollado los síntomas tan deprisa? El artículo

parecía indicar que la irritación era lo primero en aparecer...
Miré fijamente la pantalla del ordenador y me pregunté cuál era la razón
exacta por la que estaba haciendo aquello. ¿Por qué me mostraba tan...
desconfiada? ¿Por qué iba a mentirle Billy a Harry?
Probablemente me estaba comportando como una tonta. Sólo estaba
preocupada y, siendo sincera, también bastante asustada porque no me
permitieran ver a Jacob... Eso me ponía nerviosa.
Seguí ley endo en diagonal el resto del artículo en busca de más información,
pero me detuve al llegar a la parte en que decía que la mononucleosis podía
llegar a durar más de un mes.
¿Un mes? Me quedé boquiabierta.
Billy no podía imponer su voluntad a las visitas tanto tiempo. Por supuesto que
no. Jake se iba a volver loco si estaba tanto tiempo tirado en la cama sin hablar
con nadie.
De todos modos, ¿de qué tenía miedo Billy? El artículo especificaba que un
enfermo de mononucleosis debía evitar la actividad física, pero no decía nada de
visitas. La enfermedad no era muy infecciosa.
Resolví que iba a darle a Billy una semana antes de ponerme avasalladora.
Una semana era un plazo bien generoso.
La semana se me hizo larga. El miércoles ya no estaba segura de conseguir
mantenerme viva hasta el sábado.
Aunque había decidido dejar solos a Billy y Jacob durante siete días, no había
creído de verdad que Jacob estuviera de acuerdo con la norma impuesta por
Billy. Todos los días corría al teléfono para revisar los mensajes del contestador.
No hubo ninguno.
Hice trampas en tres ocasiones e intenté llamarle, pero las líneas telefónicas
seguían sin funcionar.
Me encontraba muy, muy, muy sola. Demasiado. Al estar privada de la
compañía de Jacob, de la adrenalina y de las distracciones, se me empezó a
echar encima todo lo que había estado reprimiendo. Los sueños volvieron a
castigarme con saña. No veía el final, sólo aquella horrible vacuidad, la mitad del
tiempo en el bosque, la otra mitad en un mar de helechos donde la casa blanca
y a no existía. En ocasiones, Sam Uley estaba en el bosque y me vigilaba otra
vez. No le presté atención, ya que no hallaba ningún consuelo en su presencia, no
me hacía sentirme menos sola. Eso no impedía que me despertara gritando una
noche tras otra.
La brecha de mi pecho estaba peor que nunca. Me había creído capaz de
tenerla bajo control, pero me encorvaba sobre ella día tras día, apretando los
bordes y jadeando en busca de aire.

Sola no me manejaba bien.
Sentí un alivio más allá de toda medida la mañana en que me desperté —
entre gritos, por supuesto— y recordé que y a era sábado. Hoy iba a llamar a
Jacob e iría a La Push si no funcionaban las líneas de teléfono. De un modo u
otro, sería un día mejor que cualquier otro de la última semana de soledad.
Marqué el número y aguardé sin grandes esperanzas. Estaba desprevenida
cuando Billy contestó a la segunda llamada:
—¿Diga?
—Eh, oh, vay a. ¡El teléfono vuelve a funcionar! Hola, Billy. Soy Bella. Sólo
llamaba para saber cómo se encuentra Jacob. ¿Ha mejorado como para recibir
visitas? Estaba pensando en dejarme caer por allí...
—Lo siento, Bella —me interrumpió Billy; me pregunté si estaba viendo la
tele, ya que parecía distraído—. No está.
—Ah —necesité un segundo para asimilarlo—. Entonces, ¿se encuentra
mejor?
—Sí —Billy vaciló durante un instante que se hizo eterno—. Resultó que al
final, después de todo, no era mononucleosis, sino algún otro virus.
—¿Ah, sí? ¿Y dónde está...?
—Se ha ido con los chicos a dar una vuelta en Port Angeles... Creo que iban a
ver un programa doble o algo así. Se ha marchado para todo el día.
—Bueno, qué alivio. He estado tan preocupada... Me alegra mucho saber que
se ha recuperado bastante como para salir.
Mi voz sonaba terriblemente falsa y empeoró hasta que terminé farfullando.
Jacob se encontraba mejor, pero no lo bastante para llamarme. Se había ido
con sus amigos y y o estaba sentada en casa, echándole más de menos a cada
hora que pasaba. Me sentía sola, aburrida, preocupada, herida... Y ahora,
también desolada al comprender que la semana que habíamos estado separados
no había tenido el mismo efecto sobre él.
—¿Querías algo en particular? —preguntó Billy con amabilidad.
—No, en realidad, no.
—Bueno, le diré que has llamado —me prometió—. Adiós, Bella.
—Adiós —contesté, pero ya había colgado.
Permanecí durante un momento con el teléfono en la mano.
Jacob debía de haber cambiado de idea, tal y como yo temía. Iba a aceptar
mi consejo y no desperdiciar su tiempo con alguien que no podía corresponder a
sus sentimientos. Noté que la sangre huía de mi rostro.
—¿Algo va mal? —me preguntó Charlie mientras bajaba las escaleras.
—No —mentí mientras colgaba el auricular—. Billy dice que Jacob se
encuentra mejor. No era mononucleosis. Eso es estupendo.
—¿Va a venir él aquí o vas a ir tú allí? —preguntó distraídamente mientras
comenzaba a rebuscar por la nevera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.