Crepusculo: Luna Nueva

La secta

M

e sorprendía cada vez que abría los ojos a la luz de la mañana y comprendía
que había sobrevivido a la noche. Una vez que pasaba esa sorpresa, se me
aceleraba el corazón y las palmas de las manos me empezaban a sudar. No
lograba respirar de nuevo hasta que me levantaba y me aseguraba de que
Charlie también seguía con vida.
Podía dar fe de que él estaba preocupado al verme saltar ante el menor ruido
o palidecer de pronto sin ninguna razón aparente. Parecía achacar el cambio a la
prolongada ausencia de Jacob a juzgar por las preguntas que me hacía de vez en
cuando.
Por lo general, el terror que dominaba mis pensamientos me distrajo del
hecho de que había transcurrido otra semana sin que Jacob me hubiera llamado
aún. No obstante, cuando era capaz de concentrarme en mi vida normal, si es
que podía llamarse normal, el hecho me preocupaba.
Le echaba muchísimo de menos.
Ya había sido bastante malo estar sola antes de verme atontada por el miedo.
Pero ahora, más que nunca, anhelaba sus carcajadas despreocupadas y su risa
contagiosa. Necesitaba la segura cordura de su garaje convertido en casa y su
cálida mano alrededor de mis fríos dedos.
Casi había esperado que me telefoneara el lunes. ¿Acaso no querría
informarme si había realizado algún progreso con Embry? Deseaba creer que
era la preocupación por su amigo lo que le ocupaba todo el tiempo hasta no
dejarle ni un minuto para mí.
Le llamé el martes sin que respondiera nadie. ¿Persistían los problemas de las
líneas telefónicas o había adquirido Billy un identificador de llamadas?
El miércoles le llamé cada media hora hasta pasadas las once de la noche,
desesperada por oír la calidez de su voz.
El jueves permanecí sentada en el coche delante de casa con los contactos
quitados y las llaves en la mano durante una hora seguida. Me debatía en mi
interior, intentaba hallar un pretexto para efectuar un rápido viaje a La Push,
pero no lo encontraba.
Por lo que sabía, Laurent tendría que haber vuelto ya con Victoria. Si iba a La
Push corría el riesgo de guiar a alguno de los dos hasta la reserva. ¿Qué ocurriría
si me atrapaban cuando Jake estuviera cerca? Por mucho que me doliese, sabía
que lo que más le convenía a Jacob era evitarme. Y lo más seguro para él.
Resultaba muy duro ser incapaz de hallar la forma de mantener a salvo a
Charlie. Lo más probable es que vinieran a buscarme durante la noche, y ¿qué
podía hacer para que Charlie no estuviera en casa? Me encerraría en una
habitación acolchada de algún psiquiátrico si le contaba la verdad. Lo soportaría
—de buena gana incluso— si le mantenía a él a salvo, pero Victoria seguiría

y endo detrás de mí, y el primer lugar en el que me buscaría sería aquella casa.
Tal vez se conformaría si me encontraba en ella. Tal vez se limitaría a marcharse
cuando hubiera terminado conmigo.
Por eso, no podía huir. Y aunque pudiera, ¿adónde iba a ir? ¿Con Renée? La
idea de conducir a mis letales sombras al mundo tranquilo y soleado de mi
madre me hizo estremecer. Nunca la pondría en peligro de ese modo.
La preocupación fue horadando un agujero en mi estómago. No iba a tardar
en sentir las correspondientes punzadas.
Charlie me hizo otro favor esa noche y volvió a telefonear a Harry para
enterarse de si los Black se habían marchado de la ciudad. Harry le informó de
que Billy había asistido a la reunión del consejo del miércoles por la noche sin
hacer mención alguna de que fuera a ausentarse. Charlie me avisó de que no me
pusiera pesada. Jacob llamaría cuando se pudiera desplazar.
De pronto, el viernes por la tarde, cuando menos lo esperaba, lo comprendí
todo mientras volvía a casa en coche.
Conducía sin prestar atención a la conocida carretera y dejaba que el sonido
del motor dificultara la reflexión y amortiguara las preocupaciones cuando mi
subconsciente emitió un veredicto en el que debía de haber trabajado sin darme
entera cuenta.
En cuanto lo pensé, me sentí realmente tonta por no haberme dado cuenta
antes. Claro, había tenido muchas cosas en la cabeza —vampiros obsesionados
con la venganza, gigantescos lobos mutantes y un irregular agujero en el centro
del pecho—, pero resultaba vergonzosamente obvio una vez que expuse las
evidencias.
Jacob me evitaba. Charlie decía que parecía extraño, disgustado. Las
respuestas de Billy eran vagas y servían de poca ayuda.
Se trataba de Sam Uley. Habían intentado decírmelo hasta mis pesadillas.
Sam se había hecho con el control de Jacob. Fuera lo que fuera lo que les hubiera
sucedido a los demás chicos de la reserva, le había alcanzado también a él,
arrebatándome a mi amigo. La secta de Sam le había abducido.
Comprendí en medio de un torbellino de sentimientos que él no había
renunciado a mí en absoluto.
Conduje al ralentí hasta llegar frente a mi casa. ¿Qué debía hacer? Analicé
cada uno de los peligros.
Si iba en busca de Jacob, me arriesgaba a que Victoria o Laurent le
encontraran en mi compañía.
Si no lo hacía, Sam lo liaría más y más en su espantosa banda de obligada
adscripción. Tal vez fuera demasiado tarde si no actuaba pronto.
Había transcurrido una semana sin que los vampiros hubieran venido todavía
en mi busca. Una semana era tiempo más que de sobra para que hubieran vuelto,
por lo que yo no debía de ser una de sus prioridades. Lo más probable, tal y

como había decidido antes, es que vinieran a cazarme de noche. Los riesgos de
que me siguieran a La Push eran mucho más pequeños que la posibilidad de
perder a Jacob por culpa de Sam.
Los peligros del solitario camino forestal merecían la pena. No era una visita
caprichosa para ver si pasaba algo. Sabía que pasaba algo. Era una misión de
rescate. Iba a hablar con Jacob, raptarle si era preciso. Había visto un reportaje
de la PBS sobre la desprogramación de aquellos a quienes han lavado el cerebro.
Tenía que haber algún tipo de cura.
Decidí que sería mejor telefonear antes a Charlie. Tal vez la policía se estaba
ocupando de lo que sucedía en La Push. Lo hice a toda mecha, deseosa de entrar
en acción.
Charlie contestó el teléfono de la comisaría en persona.
—Jefe Swan.
—Papá, soy Bella.
—¿Qué ha pasado?
Esta vez no podía despejar sus peores temores. Me temblaba la voz.
—Estoy preocupada por Jacob.
—¿Por qué? —preguntó sorprendido por lo inesperado del tema.
—Creo... Sospecho que se está cociendo algo raro en la reserva. Jacob me
habló de una cosa extraña que les había sucedido a otros chicos de su edad.
Ahora se comporta exactamente del modo que temía.
—¿Qué clase de comportamiento extraño? —empleó su tono profesional de
policía. Eso era bueno. Me estaba tomando en serio.
—Primero estaba asustado, y luego empezó a evitarme... Ahora temo que
forme parte de esa estrambótica banda de ahí abajo, la banda de Sam, la de Sam
Uley.
—¿Sam Uley ? —repitió Charlie, sorprendido de nuevo.
—Sí.
—Me parece que te equivocas, Bella —contestó con voz más relajada—.
Sam Uley es un chico estupendo, bueno, ahora ya es un hombre. Y un buen hijo.
Deberías oír hablar de él a Billy. En realidad, ya ha obrado maravillas con los
jóvenes de la reserva. Fue él quien...
Charlie se calló a mitad de la frase. Supuse que estaba a punto de referirse a
la noche en que me perdí en los bosques. Continué rápidamente.
—No es así, papá. Jacob le tenía miedo.
—¿Has hablado de esto con Billy ? —ahora intentaba apaciguarme. Le había
perdido para mi causa en cuanto mencioné a Sam Uley.
—Billy no está preocupado.
—Bueno, Bella, entonces estoy seguro de que todo está en orden. Jacob es un
crío y probablemente sólo está haciendo travesuras. Estoy convencido de que se
encuentra bien. Después de todo, no se puede pasar todo el tiempo pegado a tus




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