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El aeropuerto era uno de sus lugares menos favoritos, le producía una ansiedad persistente en la boca del estómago y un repentino ataque de hiperactividad.
Aunque de por sí Damián Lennon nunca había sido un chico muy quieto que se diga.
–Lo digo de corazón – comenzó su mejor amigo –, es realmente frustrante que no puedas dejar tus manos quietas ni un instante.
Damián giró los ojos y guardó las llaves del auto en su bolsillo delantero, había estado jugando con las mismas hasta ese instante y ni siquiera lo había notado.
–Al menos yo acepto que los aeropuertos no me agradan – continuó caminando –, no como tú, hombre hielo que no tolera el frío.
Ahora fue Seth quien hizo una mueca de disgusto, si algo no le gustaba era que recordaran sus debilidades, pero Damián sentía que ese era su propósito en la vida.
–Eres intolerable – se quejó mirando su boleto de avión.
Habían hecho apenas la primera llamada para aquellos pasajeros del vuelo con rumbo a Utah, pero tanto Seth como Damián podían llegar a ser quisquillosos en muchas cosas.
Damián observó a su mejor amigo durante un instante, tenía el ceño levemente fruncido y el rostro en general sin una muestra de lo que podría pasar por su cabeza.
Desde que conoció a Seth, este parecía estar sumergido en un mar sin olas, no podrías saber lo que pasaba por su cabeza, ni siquiera le agradaba a la mayoría de las personas, esto porque Seth era como una roca al hablar.
–Tú madre se alegrará de verte al fin – dijo Damián señalando las puertas que dejarían a Seth dirigirse al avión.
Él suspiró apenas abriendo la boca.
–Si, eso espero – respondió para mirarle –, ha pasado un buen tiempo.
Si Damián no conociera a su amigo no habría forma de que pudiese saber lo nervioso que este se encontraba. Debido a su gran progreso en el ejército, a Seth se le concedió la oportunidad de viajar a casa una semana.
Fue cuando notó que Seth frunció el ceño mientras veía su boleto que comprendió que realmente pasaba algo. Damián negó repetidas veces con su cabeza y colocó las manos sobre los hombros de Seth, este le miró sin expresión alguna.
–Tú madre no te ve como tu padre, quizás te pareces a él pero no lo eres – dijo sin rodeos –, no eres él. ¿Entendido? Tú no estás loco.
La mandíbula de Seth se tensó con fuerza pero no dejó de mirarle.
–Quizás ella no, pero Kate sí – repuso alejándose.
Damián volvió a negar con la cabeza y a girar los ojos mientras movía las manos al mismo tiempo.
–No puedes seguir así, Seth, no puedes ni siquiera seguir pasando por esa casa, ¿me entiendes? – explicó intentando interponerse en el camino de Seth – Puede que Kate aún no haya superado, pero nadie puede culparla, Mary Anne era su hija.
Vio en los ojos de su amigo la culpa y la pesadez que le invadían en secreto, puede que Seth intentara esconderlo y de hecho, nadie podría notarlo bajo ese rostro inexpresivo que bien podría espantar a cualquiera.
–Eso ya lo sé, idiota – espetó –, créeme, bien sé que era su hija.
–A lo que me refiero –dijo volviendo a impedirle el paso –, no puedes seguir torturandote con el hecho de que tu padre fuese un asesino, no eres como él, y qué importa lo que diga la gente, no eres un psicopata, sin embargo, hasta yo comenzaré a pensarlo si sigues hablando como si tuvieses el rostro lleno de cemento seco.
Seth soltó una pequeña risa para luego negar con la cabeza un par de veces.
–Si no fueses tú, ya te habría partido el rostro, cara de ángel – bromeó dándole un golpe en el hombro que lo hizo tambalear.
–Ya me has comprobado que entrenaste bien – se quejó Damián –, no tienes que repetirlo.
Seth apenas sonríó pero él sabía que estaba ya de mejor humor.
El día anterior, luego de la visita a Motto's y de que Theo chocara con la hermosa morena, habían retomado ese entrenamiento exhaustivo que realmente consistía en forzar a Seth a desatar su lado destructivo, aquello con la intención de evaluar su capacidad de mantenerse en control y saber cuán sano estaba, mentalmente. En eso consistían sus reencuentros después de todo. Y que esa era la mejor forma de celebrar que tenían.
Ciertamente había notado mucho movimiento de paparazzi´s en el lugar desde que habían llegado , pero no fue hasta que comenzó el gran murmullo, los flashes de las cámaras y pasos apresurados, que Damián quiso dejar a Seth e irse del lugar.
–Sé que es doloroso para la ciudad que alguien como yo tenga que irse, pero amigo, creo que están exagerando – dijo Seth sin mover de su rostro más músculos de los necesarios mientras
señalaba detrás de él.
Damián se giró un poco, sabiendo a la perfección que Seth bromeaba y notó al grupo de personas que se aglomeraban alrededor de otras que acababan de entrar al aeropuerto.