120
Son tus manos el reflejo de tu alma,
tan extrañas, tan sinceras,
familiares.
Amadas, cariñosas,
trabajadas,
tan capaces de quitarme los pesares.
Son tus manos, tu alma vieja y rara,
lo que quiero que me envuelva eternamente,
y asimismo, envolver la tuya amada
y compartir contigo mi vida para siempre.
Y quisiera entenderte,
ofrendar mi alma corta de alegría;
quisiera acompañarte,
ver la parte que le ocultas a la gente.
Y son tus manos el reflejo de tu ser,
tan extrañas, tan sinceras,
tan humanas.
Imperfectas como tú, tan verdaderas,
que con sólo imaginarlas me vuelvo a estremecer.
121
Si tú fueses poesía
yo no sabría
cómo evocar tu presencia…
¡No podría!
Ni siquiera tu sombra,
o tu suave voz, llegaría
hacia mi ser en zozobra.
¡No, no vendría!
Si tú fueses poesía,
me prohibiría
evocar siquiera tu presencia sin palabras;
las frases y oraciones se desvanecerían;
de las manos, la vida se me iría.
Y si fueses mi poesía,
la guardaría;
no podría mencionar siquiera tu existencia;
ni aliento ni verdad exhalaría,
poco a poco mi ser se moriría.
Y es que tú no eres mi poesía,
es muy poco eso para ti.
Tu eres un sol intenso, la alegría,
la loca y vana idea que me permite hoy vivir.
Y es que si tú fueses mi poesía
poco a poco mi ser se extinguiría,
¡y es que si tu fueses mi poesía
estarías aún más lejos hoy de mí!
122
Quiero desgarrar mis ojos.
¡Lo quiero! ¡Lo anhelo!
Tocar la sangre que recorra mis mejillas…
Como las lágrimas,
como las perlas de la desdicha…
Quiero desgarrar mis ojos,
para no verte, para no ser
quien observa mis propias caricias.
Ofrendarlos a mis despojos,
¡Lo anhelo! ¡Lo deseo!
Terminar con el martirio que martillea
a mi esperanza, hoy podrida.
Quiero desgarrar mis ojos,
y regalarlos a quien, en mi alma, habita;
dar lo único bueno y humano que tengo…
Ofrendarle hasta su vida.
Quiero desgarrar mis ojos, y los de él,
Y demostrar mi amor
y mis anhelos;
Ramillete de rojo, multicolor;
quiero desgarrar, si lo desea, su alegría.
Quiero ser a quien confíe
su muerte;
desangrar mi alma, y él la mía….
Quiero desgarrar mis ojos
y corazón,
y labios, y carne
con sus caricias…
123
Me enamoré de un loco desquiciado,
de un ser inexistente; envuelto en delirios,
en persecuciones de sueños fallecidos,
y risas estentóreas que callan al martirio.
Besamos la alegría del sinsentido,
con mal conjugados verbos, nos reímos;
encontramos la miseria del hombre honrado
¡Y en ese entonces casi nos morimos!
Pues soldados grises de lucida pobreza
persiguieron a nuestras libres almas vagabundas;
nos acusaron con sus dedos espectrales,
nos marcaron con el sello de “vileza”.
Y somos almas libres, vagabundas,
tan felices, desquiciadas,
trastornadas.
Nos reímos de la vida, y de la muerte,
pues poseemos la eternidad tan codiciada.
¡Somos almas libres que vuelan,
que ríen y al sol tocan con las manos!
¡Somos la belleza, una madera
de sueños escondidos y empolvados!
124
¿Qué es esto que se siente ante la vida,
que nos invade con sus coloridas luces?
¿El refrescante sentimiento de alegría?
¿Un ave que con su canto hace felices
a aquellas sombras olvidadas y perdidas
dentro de nuestra alma perturbada?
¿Tal vez sea esperanza?
Anhelada y envidiada,
deseada desde el fondo del abismo,
que como blanca pura flor, hoy nace;
que, como una luz amada,
nos brinda un poco de bonanza
ante el frío solitario
que carcome al ser humano.
¡Son las lágrimas de compasión
derramadas por la soledad y la amargura!
Son caricias de ternura,
flores multicolor
que muestran el esplendor
de la vida poseída.
Son ramas de árboles nacientes,
florecientes,
y ecos de aves que cantan alegres;
son rayos de luna
que alumbran la cordura,
son risas, y pequeñas
carcajadas de locura.
125
A veces la realidad duele,
asusta, y nos llena de amargura.
Incluso, muchas veces envilece
a aquellos que amamos con locura.
Y otras tantas, nuestra alma vaga en pena,
y lloramos, nos volvemos incapaces
de observar la alegría en la penuria,
de gritar hacia el cielo y continuar.
Nos sumimos en el odio y la cordura,
en las aguas desoladas del abismo;
y nos volvemos nada, sin bravura,
sin risas ni anhelos, nos hundimos.
No nos damos cuenta, somos sueños,
hechos de esperanzas e ilusiones;