Estaban entonces en silencio los tres sentados, el cazador viendo los verdes ojos de la bruja, que estaba seria y erguida sin dejar de ver con mirada tranquila al cazador, el águila por su parte sin saber que decir o hacer, se movía inquieta en el sillón, mirando alternadamente a la bruja y al cazador, haciéndose un incómodo montón de preguntas.
Se quedaron así un par de minutos, águila estaba realmente impaciente, este silencio sin saber por qué le aturdía, un zumbido seco y constante llenaba el aire, la tensión era insoportable.
El cazador, sentado en su sillón, apoyaba sus codos en las rodillas y en sus manos sostenía el humeante tubito de papel, solo se movió cuando casi se apagaba.
La bruja, como si despertara al ver este movimiento, comenzó a hablar de pronto:-necesito pedirte un favor, pero sé que tú me pedirás algo a cambio, antes de comenzar a discutir, quiero que primero escuches una pequeña historia del tiempo en que tu no existías en fronteras- águila puso atención, era seguro que ella desconocía lo que la bruja iba a decir.
Cuando fronteras era tan joven que todo lo que tú conoces aun no nacía,- empezó a contar la bruja con una voz grave y tranquila -apareció un mal que al principio no parecía la gran cosa, pero este mal sin nombre ni forma casi destruyó nuestro pueblo, pero no voy a aburrirte mucho, cuando casi nos vencía, una joven y bella criatura, dio su vida para salvarnos con una hermosa y cálida luz azul, su espíritu, lo único que quedo de ella después de su gran sacrificio se transformó en una esfera, que desde entonces he vigilado, guardándola en un templo, donde desde hace cuatrocientos años, ha brillado sin descansó.
Águila estaba más que sorprendida, durante todo este relato no dejó de saltar en el asiento, la bruja le había revelado el triple de lo que en su vida todos los libros de fronteras le habían dicho, ¡y ella lo había visto todo!, ¿Cuántos años entonces había vivido?, sin duda el cazador, no se negaría a ayudarle a encontrar a búho.
Todo esto tenía a águila al borde del asiento.
El cazador, callado, le dio una gran aspiración a su tubito de papel, águila esperaba muy segura su respuesta.
¿Y eso a mí que me importa?- dijo de repente el cazador sacudiéndose la ceniza que tenía en su camisa.
Águila cayó del sillón.