El cazador, era un tipo extraño en realidad, nadie sabía de dónde había venido, los pocos que lo sabían estaban muertos o perdidos, sus acciones y palabras demostraban una seguridad inherente en su condición mental, quiero decir, que estaba bastante loco, pero que también era un rasgo de singular inteligencia, aunque se cuenta que cierto día tardo tres horas tratando de abrir una caja de chocolates, terminó por hacerla pedazos.
En suma, este cazador, sin nombre, pasado o destino, era el ser más violento, loco, listo y singular de fronteras, cosa que también lo hacía (supiera o no supiera lo especial que era) el ser más soberbio y testarudo, por cierto, peleaba muy bien.
La razón por la que estaba molesto, es porque él, un traficante de alcohol y tabaco, había sido robado por otro traficante llamado Sapo del Pantano, que ya ha mencionado él un par de veces.
Por fin, ya sentados, águila el cazador y la bruja-serpiente en paz y armonía, le hicieron el favor de contarle al cazador lo que había pasado en la Iglesia de la Flama Eterna.
El cazador, dándole una gran aspiración a su cigarro, (el noveno desde que le empezaran a contar todo) preguntó:- bruja por qué no interviniste, tu eres una de los seres más poderosos de Fronteras, fácil, hubieras podido vencer a esos pajarracos, ¿Qué pasó?-.
La bruja, sonriendo, pues esta perspicacia era una de las cosas que le hacían confiar en el cazador, le contestó:- hay un tiempo para dejar de entrometerse, estoy cansada, ya no deseo ver más muerte ni dolor-.
El cazador, contrario a lo que pensaba águila, respondió dejando ver un poco de su cara y el brillo profundo de sus ojos negros:-te entiendo-.
El cazador preparó su poco equipaje, cosas que necesitaba en una pequeña maleta, tomó a águila de la mano, juntos bajaron la larga escalera que unía a el bar con la habitación del cazador, en la cual se quedó la bruja serpiente y salieron al ambiente desquiciado y enviciado de la lata de atún.
-¡hey, ciclope!-le dijo el cazador al ser de cuatro brazos en la barra, -la bruja se queda al frente del negocio, así que obedécela-.
El ciclope, que había estado tomándose las botellas, solo asintió sorprendido y asustado mientras escondía con sus brazos inferiores dos botellas de licor bajo la barra.
El cazador avanzó, despacio seguido por el águila, salió con tranquilidad y decisión a la entrada del callejón, la luna llena iluminaba perfectamente el piso de piedra, sucio por no sé qué líquidos extraños, por la luz de la luna, todo se notaba claramente aun siendo noche cerrada, era como tener un ojo sobre ellos viéndolo todo, en el barrio sin nombre, se le considera a la luna un ser consciente, capaz de intervenir en aquello que ella decida.
El cazador, miraba atentamente en la dirección por la que Águila y la bruja habían llegado, es decir hacia el norte por donde se iba al barrio de la frontera principal, cuando escuchó la voz tímida de águila que le preguntaba:-¿no podemos dormir un poco?-, el cazador no le respondió ni la volteo a ver y alejándose de ella se dirigió a un gordo y feo gato negro con una cicatriz en donde debería estar su ojo izquierdo, lo miro atentamente y antes de que el gato pudiera decir algo, el cazador le corto el cuello, con un cuchillo que guardo a la misma velocidad que saco.
Después de esto, que no causo el menor efecto en los seres alrededor de ellos, se acercó de nuevo a una asustada y sorprendida águila.
-¿perdón que dijiste?- le pregunto el cazador rodeando la delgada cintura de águila, el escalofrió que ella sintió fue enorme, nadie nunca la había tocado, su corazón empezó a latir muy fuerte, la lagrima eterna en su bolsillo brillo un poco, de pronto, con una velocidad y fuerza inaudita golpeo al cazador en el rostro, corriendo al verse libre hacia el sur, en dirección contraria al templo de la flama eterna.
El cazador, con lentitud se incorporó (pues águila lo había tirado al piso), su sombrero se le había caído, pero la sombra de una nube pasando por la luna impidió que alguien viera su rostro, no creo que fuera una casualidad, se puso su sombrero y mientras reía de una forma ronca, pensó en voz alta:-esa águila es más valiosa de lo que parece, ahora entiendo a la bruja-Avanzo lento, buscando entre los callejones un lugar donde águila pudiera haberse ocultado, cuando un par de cuadras adelante se encontró con la primera encrucijada, la calle partía en tres camino que iban delante, derecha e izquierda, -¿A dónde habrá ido?- se preguntó el cazador, pues sabía que esos tres camino iban hacia el acantilado del mar de sal, al mercado de las brujas y a la selva de azabache respectivamente, y águila no se veía por ninguna parte.
Pensativo, se recargo en un poste de luz, hecho con un popote de plástico y bajo su luz, escupió en su mano una gruesa gota de sangre que águila le había provocado con su golpe, muy enojado, abrió sus negros ojillos con ira y sacando sus cuchillos los clavo en la tierra poniéndose en cuclillas, después de un par de segundos, distinguió las líneas que los pies del ave habían dejado sobre la poca tierra que había entre las piedras de la calle, sonrió, águila se dirigía al acantilado del mar de sal, nadie que tratara de huir iría ahí, era un suicidio, sin duda, estaba perdida, -es el rastreo más fácil que he hecho- dijo para sí mismo el cazador, se levantó guardando sus cuchillos y avanzo en línea recta, cuando hubo avanzado unos doscientos metros, apareció por la calle un gato azul, viejo y muy borracho, tenía un sombrero de copa roto y sucio, sus ropas, aunque elegantes se veían maltratadas y le quedaban grandes.