El culpable: " El CuCu"
Todo comenzó en una mañana de otoño, cuando Andrea, trataba de comunicarse con su hijo por internet.
Ella había estado buscando en el correo electrónico, noticias de sus hijos, pero como no tenía ninguna novedad, decidió enviarles un mensaje, por ese programa que le había enviado su hijo Aníbal, y que a pesar de que hacía muy poco (en realidad casi nada) lo estaba usando, ya era parte de su vida cibernética.
Fue entonces cuando la lucecita intermitente de un mensaje recibido, acompañada de un cucú, distrajo su atención. Alguien se estaba comunicando con ella. Se pregunto si debía responder a ese mensaje, luego de dudar unos segundos, acepto.
- Hola me llamo Raúl, ¿cómo estás?
Pasaron unos segundos más y sin darse cuenta estaba respondiendo el mensaje
- Hola yo soy Andrea, encantada de conocerte.
- El placer es mío. - Fue la respuesta.
- Veo por tu info, que sos un hombre muy joven.
- No tanto.
- Podrías ser mi hijo, o, mi hermano menor
- Yo también leí tu info. Y no me parece tan importante la diferencia.
- Perfecto, pero ocurre que no suelo hablar con desconocidos.
No sabia porque había escrito eso, solía chatear con mucha gente que jamás había conocido y que jamás conocería.
- Por eso mismo, hablemos así nos conocemos.
- Esto me parece ridículo
¿Por qué nuevamente estaba mintiendo?
Era absurdo no podía ser cierto lo que estaba sucediendo; se veía como una chiquilina tonta respondiendo esos mensajes, pero no lo podía evitar.
Penso en desconectarse, en no responder más, pero algo más fuerte que ella la obligaba a seguir adelante, era como una sensación de vértigo, cada vez se sentía más y más atraída, por ese desconocido.
- Lo siento, pero creo que esto no tiene sentido. Esperando que la respuesta fuera otra.
- Bueno, si no quiere hablar conmigo, me despido y espero no haber sido inoportuno. Lamento mucho haberte molestado.
- No, no me molestaste, - respondió rápidamente.
- Perdón yo creí que ya no querías seguir comunicada.
- Es que no sé, es muy extraño todo esto, una mujer de mi edad, comunicándose por internet con alguien menor 15 años, me resulta raro. Bueno; son cosas de la tecnología.
- Jajajaja. Tenés razón, hoy al destino lo ayuda la tecnología. Bueno; podemos ser amigos. Digamos ciberamigos.
- Si, creo que sí. Mi nombre es Andrea, creo que ya lo dije, ¿verdad?.
- Si, y el mío es Raúl, tengo 36 años, tengo una empresa dedicada al rubro informático y me encanta hacer amigos por internet, y sobre todo si son mujeres mayores (jajaja) como vos.
- Gracias, pero no es necesario que me recuerdes que tengo ...
Ya se que soy mayor. Bueno mi nombre ya lo sabes, mi edad también, me falta decirte que estoy casada, que tengo 2 hijos.
- Que maravilla, toda una mujer de su casa supongo.
- Supones bien. Ya que hace un par de años dejé de trabajar. A mi esposo no lo convencía que estuviera todo el día fuera de casa.
- Uy un machista.
- No, todo lo contrario, simplemente pensaba que era mejor que dedicara ese tiempo a otra cosa, como estudiar idiomas, música, pintura, o cualquier otra cosa, pero que ya dejara de hacerme problema por cosas que no eran mías.
- Bueno entonces todo un hombre. Debes estar orgullosa de tener un esposo así.
- Por supuesto, muy orgullosa.
El diálogo continuó por espacio de 2 horas. Era uno de los chats más largos que había mantenido Andrea (ésta manera de hablar escribiendo la envolvía en una especia de psicoanálisis perfecto, donde podía expresar todo aquello que solía ocultar), con alguno de sus ciberamigos.
Antes de despedirse Raúl le pidió permiso para llamarla por teléfono.
Andrea, había olvidado, que en su info estaba su número telefónico. Y respondió - Bueno en otro momento te doy, el número - y se despidió.
No pasaron más de 5 minutos cuando la chicharra del teléfono, logró asustarla.
Pensó que era Claudio, su esposo, que la llamaba y atendió con voz alegre y cordial.
- Hola mi amor.
- Hola, siempre atendés así
- Hola quién habla
- Hola soy Raúl.- del otro lado del tubo se oía una voz suave, grave, penetrante.
- ¿Quién? - dijo asustada, cuando sus piernas comenzaron a temblar y su voz se hizo cada vez más chiquita.
- Raúl, tu ciberamigo.
- Por favor, esto no puede ser verdad. Como averiguaste mi numero telefónico.
- Lo leí en tu info. Lo pusiste para que yo lo leyera.
- No eso no es verdad, lo puse ..., no sé porque lo puse. Pero eso no importa no voy hablar con vos por teléfono.
- ¿A no? Bueno está bien adiós dulzura.
- Yo no soy tu dulzura.
- Yo no dije que fueras, “mi dulzura”, sólo dije adiós dulzura.