Crónicas: Atlas de lo incompleto

Cadenas de cristal

Últimamente se me escapa el aliento, el poder sentir y sobrevivir.

La muerte se está presentando como una acompañante misteriosa, pero no hablo de perecer, es algo más, es sentirte inerte incluso mientras respiras.

Ella se presenta como un espectro alado que surca los cielos de mi melancolía, dejando caer lluvias de arrepentimiento, dolor y soledad, tormentas que se forman en diluvios de dudas y lágrimas.

Ella, entre susurros, hace que mis oídos se invadan de su silencioso barullo.

Ella hace que la luz que ingrese a mi tundra interna sea tenue, aciaga y gris, un paisaje que posee un Estigia sin almas por ahogar, porque la mía se marchó desde el día en que el desamparo llegó.

No soportó los golpes ni el ruido de los murmullos, no soportó los rasguños de la ausencia de caricias.

No soportó la falta de una esperanza visible, de un abrazo cálido similar al que da el alba de las mañanas, estaba harta de las auroras boreales que pincelaba la muerte junto con el descenso a mi locura.

Aquí dentro está vacío, no hay ni sombras o ecos del pasado que me atormenten, solamente está la brisa que me abriga con un frío estremecedor que me hace cada día más endeble.

¿Acaso hay algo en mí que desentone de los demás?

—Discúlpame por interrumpir tu monólogo matutino, pero necesito que lo repitas una vez más. ¿A qué quieres llegar con “desentonar”? Es distinto a lo que siempre lloras cada día.
—Es simple, todo aquel que no sea bendecido por el mismo toque de Midas que formó a Adonis no puede esperar a una doncella que le brinde el tacto de sus dedos.

—¿En qué se fundamenta esa afirmación?

—En mi mala suerte quizá, no lo sé, es una explicación que me da consuelo tras centenas de fracasos, pero he fallado lo suficiente para que se transforme en una verdad.

—En tu verdad.

—Es cierto, o en la de los desafortunados como yo que se ahogan en un Egeo de infinita profundidad.

—¿Qué quieres, salvación de alguien que te ahogue de aprobación? ¿Por qué no lo haces tú mismo?

—¿Es un pecado pedirla? Aparte, la salvación no se encuentra en soledad, el sosiego se halla en el ruido de besos ajenos.

—Es egoísta...

—¿Qué lo es?

—Aclamar amor solamente por su alabanza, simplificarlo de tal manera extingue todos sus matices...

Analiza tus palabras o la compañía seguirá ayunando en tu corazón.

—Pero no se consta en la alabanza, es el anhelo de tan solo una mirada, de esas que rompen el cristal como el que tengo al frente en este momento, bastardo reflejo de mi muerte. No es alabanza, es compañía.

—¿Compañía o solo la silueta de esta? Quieres solamente la representación superficial de algo tan profundo como querer a otro.

...

—¿Por qué te quedas en silencio?

—Porque ya no tiene sentido hablar con mi reflejo.

—Deja de ser el heraldo de tu propia pena.



#537 en Joven Adulto

En el texto hay: poesia, cronicas

Editado: 15.09.2025

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