Crónicas de Alathea: La sinfonía del destino

PRÓLOGO

El mundo donde tus decisiones son limitadas, donde los ocasos tiñen con intensidad el fin del día, aquel donde tu vida florece o marchita al soplar la vela número quince, ese idílico infierno es Alathea. 

Un reino del mundo oculto, que coexiste en nuestro universo pero inalcanzable, en el continente de Ikaros, en el las edificaciones rodean el glorioso castillo, en el viven los reales, la realeza aquellos que descienden de los Antiguos, los arquitectos del mundo. Pero esa historia es diferente, aquí las palabras amor y destino carecen del sentido convencional, en el mundo humano se relacionarían con libre albedrío o fortuna, pero un mundo regido por designios divinos tienen un significado adverso.

En Alathea al llegar a tu cumpleaños número quince se te entrega tu destino, sin lugar a quejas o dudas debes seguir el sendero hecho para ti, tu futuro determinado por tu casta, tu amor establecido por la marca del amor verdadero. Un nombre tatuado en tu piel por la mano de los antiguos, el amor de tu vida, una noche sientes un ardor, quemando tu exterior y la profundidad de tu corazón y ahí por obra de magia un nombre impregnado en tu piel, imborrable, delicado y perpetuo. Un enorme y divino juego de azar donde tu destino podría caer en alguien a mil kilómetros, un moribundo, muchos optan por seguir esa senda buscando incansablemente a ese "Alguien" aun sin saber que tan recompensadas pueden ser sus esperanzas.

En ese mundo vive Irene, Irene con que palabras se podría describir a alguien como ella, bella y refrescante como una noche estrellada de verano, una piel blanquecina llena de pecas construyendo constelaciones, un cabello rubio con tintes dorados cayendo como una salvaje cascada en su delgada cintura, virtuosas manos que tocan el violín con maestría y escriben las más bellas palabras, capaces de endulzar el oído más duro, sus ojos bicolor llenos de vitalidad y sus rojos labios, una chica que por donde pasa arranca suspiros con su solo andar, pero toda esa angelical belleza contrastaba contra su actitud, una lengua filosa con labios dispuestos a pronunciar las más sórdidas palabras a la menor manifestación de incomodidad o fastidio, seguramente los dedos que reproducían gloriosas sonatas habían golpeado a la mitad del pretencioso pueblo donde vivía, una hija del aire que rompía magistralmente el estereotipo de delicadeza y virtud de esa casta, fuerte como la ventisca e indomable como el oleaje. La clase de chica que escucha música alta para huir de su mente, que se encierra en su habitación pero al día siguiente sale a vivir la vida, que se mueve a la deriva, que teme a las criticas y cada palabra que atraviesa su coraza se marca en su piel.

Irene rompió la crisálida del dolor, cubriéndose del sufrimiento con una inquebrantable armadura de rudeza, desde entonces ella solo vive al momento contando en reversa intentando evadir los pensamientos sobre el futuro.

Irene el nombre que resbala de labio a labio nunca acompañado de elogios. Irene salta hasta perder el aliento, finge que no le importan las críticas o las cicatrices en su corazón, finge hasta sentirse indestructible de nuevo, no permite que su fulgor se apague.

Cerca de la abadía y del palacio el aire salado llena la ciudad de Maritma, un pueblo donde no hay cabida para la humildad o la gentileza, los viejos palacios coloniales del luxo pasado son mostrados con orgullo por los habitantes del pueblo, adornando el paisaje de lujosos y coloridos detalles enalteciendo el mar y los lagos cercanos.

Cerca del prado de los juncos, se encuentra una mansión, elegante y delicada, que es por mucho la casa más austera del lugar, adornando la fachada una enredaderas tejen curvas en la fachada regalando la vitalidad de sus botones floreciendo. En ese pequeño edén, vive Irene en compañía de su tía natura, ambas hijas del aire que gozan de belleza. 

Natura posee una virtuosa alma, su belleza es tan despampanante en el interior como en el exterior, afable y llena de dones, cuenta historias de la redondez de la luna y canta canciones del pasado, por eso Irene la ama con locura. Irene es arisca, cree que sus palabras punzantes son suficientes para esfumar el pasado, para callar aquellos rumores de que es una bastarda de los reales, relegada a vivir en un pueblo olvidado, purgando el pecado de nacer, de que es hija ilegítima o abandonada de una cortesana o consorte, o tal vez la descendiente de una prostituta cualquiera, no es que importe realmente.

En aquel mundo demencial la rubia encontró incomprendidas almas afines, un joven que carga el peso de la perfección, un hijo de Dios que cada día debe medir y sopesar sus acciones, Oasis Kavinsky, ese es su nombre. Un hombre estaba frustrado su esposa creía tener el vientre seco pues tras años de intentarlo no podían concebir, sin embargo un día la mujer lo logró, en su vientre florecía un niño, nueve meses después de padres lagunos nació un niño, un hijo de Dios, una de las castas más extrañas. Su sola existencia probaba que los Antiguos aun confiaban en la virtud de los habitantes de Alathea. Al salir de su casa tenía que recordarlo, actuar con honor para sostener la fe de sus pueblo y eso era agobiante, su único descanso era hablar con Irene, ella lo trataba como un cualquiera y eso le gustaba, sus bromas que nadie más se atrevía a hacerle, esos hirientes comentarios que a los ojos de otros eran mal vistos. El siguiente Desmond quien nació con una ala blanca lo cual causo el rechazo de su casta, un joven rechazado que con aires melancólicos se preguntaba si la vida tenía sentido, un nihilista que muchas veces deseaba desaparecer, el en realidad era un mal augurio un pecado que se tornó hombre y cada mañana su padre se lo recordaba, que él era el causante de la pena de su familia y de la demencia de su madre. Y por último Tristan Fill aquel que con sus ojos azules era capaz de hacer decir que si a la más renuente, un humano viviendo en un mundo de fantasía donde el era inferior, un aristócrata se enamoró de una joven humana, la amo con fervor hasta el punto de renunciar a todo por estar con ella, pero una vida con comodidades y lujos le pareció mejor después de tres hijos humanos y una casa pequeña. Huyo y se volvió a casar, dejo atrás todo y adquirió un nuevo título, solo le costó su familia y así Tristan se volvió el hijo de una sirvienta y el sostén de sus dos pequeñas hermanas.



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En el texto hay: fantasia, romace, fantasia magia

Editado: 12.02.2019

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