Cada ardiente verano merece una conclusión apropiada, fugaz e intensa como la temporada, así que los jóvenes Alathenienses, disfrutan celebrando el fin de esos calurosos días, en los que algunos se permiten dejar de agobiarse con dudas del futuro. Pero en el pequeño poblado de Maritmia la mayor aventura de fin de verano a la cual tienes acceso es a la diversión de la feria local, perderse entre los fuegos artificiales, la música estridente, humo y luces fluorescentes, no pensar en nada, flotar a la deriva y dejar que las carcajadas se escapen sin control inundando la atmosfera de diversión.
La tradición de Desmond, Tristan, Kavinsky e Irene es pasar toda la noche en los límites de Maritmia, recorriendo el muro de piedra donde está la feria, aquel largo y duro muro que evita que se alejen del mundo que les parece desconocido. Solo divertirse, bailar y olvidar que pronto cumplirán quince.
Ellos les gustaba vivir así libres de preocupación al menos cuando se lo podían permitir, pero este año esos días de libertad y diversión sin restricción tendría su súbito final siendo remplazado por una vida de obligaciones y responsabilidades, al fin los atraparían en las dulces mentiras que les han dicho desde niños, pero al menos podrían decir que se divirtieron, que su juventud fue intensa y salvaje, mientras duro. Los cuatro se consolaban pensando que quizá el futuro no sería tan malo al menos tendrían aquellos recuerdos nostálgicos, de los días en los que eran ellos contra el mundo, rompiendo el molde y haciendo que sus diferencias los unieran. Después de todo ellos no encajaban, Irene era una hija del aire, hermosa y elegante como todas las de su raza, pero no había ni una mínima fracción de delicadeza o debilidad en ella, no era la clase de chica que canta canciones todo el día en su balcón, Desmond un cuervo con un ala blanca, su cara siempre estaba llena de desdicha, era inusual y siempre era el objeto de los juicios de los hipócritas de la ciudad, Tristan, tan bello como el primer amanecer, con su dorada cabellera y su intensa mirada azul, tal vez sería muy popular de no ser que es un humano, la basura de Alathea, los que friegan los pisos, las nanas y sirvientas, los jardineros, a lo máximo que podía aspirar un humano era a ser siervo o sirviente, eso eran poco más que desperdicio y en un pueblo tan pequeño debía dar gracias no haber sido asesinado por un fanático religioso y finalmente Oasis Kavinsky, el cargaba el peso de la perfección siendo hijo de una desfavorecida familia de nobles lagunos, quien a diferencia de sus amigos era diferente en un sentido completamente adverso a ellos, sobre sus rizos rojizos , había una corona de espinas dorada, resplandeciendo con su brillo divino sobre su cabeza, un hijo de Dios, una casta extraña, los líderes espirituales que con su nacimiento nos recordaban que los antiguos aun confiaban en nosotros, y que entregarles nuestro libre albedrío es la retribución perfecta.
En un mundo que los desechaba, juzgaba y exigía ellos lograron la comprensión mutua, donde solo bastaba con ver el rostro del otro para olvidar los comentarios que ensombrecían su corazón.
Irene y Kavinsky reían frenéticamente, intentando no resbalar con la húmeda arena de muelle, las luces de los juegos mecánicos brillaban tras ellos, parecían volar sobre la neblina, suspiraban mientras compartían el vaso lleno de ginebra, después de cada trago sentían el ardor en su garganta y el adormecimiento de sus sentidos, se dejaron caer sobre la arena blanquecina, con el agua acariciando delicadamente sus pies y la luna pintando de color rosáceo alumbrando sobre ellos.
-Ha sido un buen verano, ¿No, rubiecita?- dijo el pelirrojo con una sonrisa alumbrando su rostro, luego contemplo con discreción su perfil, ella dejo escapar un leve suspiro, era extraño que los dos estuvieran a solas.
-Creo que si – mascullo – tal vez el último – dijo con un hilo de melancolía en su voz
-¿Te asusta?
-¿Qué?
-El mañana
El silencio se extendió mientras los dos se analizan de reojo, ambos estaban tan asustados que no podían ni siquiera concebir la idea.
-No seas imbécil, yo no le temo a nada, ni a ti colorado ni a un estúpido cumpleaños – Irene sonrió altiva intentando esconder la inquietud que le causo la pregunta
-Yo tampoco – murmuro observándola nuevamente, tal vez esta sería la última vez que pudiera.
Los cuatro jóvenes se reunieron bajo la madera del puente para beber furtivamente, mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo nocturno, rieron y por un momento en aquella vorágine de emoción olvidaron aquella cuenta regresiva que llevaron desde niños.
***
En este mundo existen dos reinos, contrapuestos y coexistentes, el terrano y el oculto, el primero donde residen los mortales, un mundo de tecnología, de avances y de pecados, el oculto solo accesible para los que son diferentes al resto, donde habitan criaturas fantásticas y mágicas.
En el reino de lo oculto existen cuatro grandes monarquías:
Alathea, la cuna de los antiguos, el país más desarrollado, ubicado en los límites del mundo
Crisian, el reino cristiano, gobernado por Sansa la inmortal, un país enclaustrado y protegido bajo magia