-¿Qué podríamos regalarle a Irene? – pregunto Tristán con nerviosismo mientras encendía un cigarrillo
-No lo sé, es una persona complicada, posiblemente si le damos zarcillos o un collar no los arroje a la cara
-Claro después de todo es una cretina- dijo con una leve risa Kavinsky – Algo especial, algo que atesorar – musito a continuación, con el rostro inexpresivo, él sabía que Irene podía ser exasperante y la mayoría del tiempo reñían por nimiedades pero cuando la observaba veía el reflejo del dolor que el mismo sentía
-Su tía dijo que le harían una fiesta que es una tradición familiar o algo así, nos invito
-Seguramente ella está en desacuerdo
-Ella está en desacuerdo con la vida
-Eso la hace ella – concluyo Desmond
Los tres sonrieron al mismo tiempo, cómplice. Con una palabra de sus labios Irene era capaz de lograr que ellos enterraran un cuerpo por ella y los tres lo sabían
***
Atisbe el prado en la tranquilidad nocturna sumida en el silencio reflexivo, la mansión a la lejanía era poco menos que insignificante con barro en los pies y maquinaciones en la cabeza suspire con pesadez
-Señorita, su madre la alteza Vanica se preocupara por usted
-Rihan – Suplique y el obediente a mi implícito pedido se sentó a mi lado, entregándole su aliento al frio de la noche
-Señorita Irina tome – Él se sacó el abrigo y lo coloco en mis hombros, mis rizos marrones oscilaban en la brisa nocturna, lo observe discretamente su belleza era inigualable
-¿Sabes? Vivimos en un reino vano, vil y cruel, cada día es más difuso a veces solo desearía – me acosté mirando el cielo saturado de estrellas, mi espalda se llenó de fango pero no me importo – poder desear algo diferente – alce la voz mientras cerraba mis ojos y sostenía sobre mi estómago mis puños
-Desear es la palabra incorrecta, usted y yo lo sabemos – él se tumbó a mi lado y con la delicadeza propia del mas educado caballero el tomo mi mano – Usted es mi razón para existir, yo solo nací para protegerla y eso hare cuidare su sonrisa con mi vida, cuando esta vida no la haga feliz juntos buscaremos otra
Tuve que contener la sonrisa porque si cedía no podría resistir las inmensas ganas de posar mis labios en los suyos que parecían hechos exclusivamente para decir cosas hermosas
-Si tanto deseas hacerme feliz –Dije con timidez – Detén el tiempo en este instante
El sonrió de la manera más encantadora y yo solo pude posar mi frente contra la suya, dejando escapar las palabras que deseaba decir
Irene cerró el viejo libro con un sentir extraño atorado en su pecho
***
El amor es el sentimiento más complejo y angustioso, aunque en ese momento los tres lo ignoraran los pequeños Tristan, Desmond y Kavinsky compartían una emoción problemática. El pelirrojo hijo de Dios rondaba en esos pensamientos cuando una escena de su niñez llego como rayo a su cabeza.
-Chico creo que deberíamos hablar de Irene
Los niños de 10 años compartían una conversación mientras jugaban en el ocaso, su amiga tenia clases de violín, así que su ausencia les dio la perfecta oportunidad a los chicos de hablar sobre algo que se volvería su regla secreta por mucho tiempo.
-¿De qué?
-Bueno ella era… digo… aghh ella es una chica – Dice confuso Kavinsky
-Si ¿apenas lo notas?- Tras su sarcástico comentario Tristan suelta una leve carcajada
-Lo sé, imbécil – Kavinsky suspira exasperado, despertando la curiosidad de sus amigos
-¿Qué sucede amigo? – Desmond interrumpió con su aire conciliador y maduro
-Bueno nosotros somos chicos y entre chicos y chicas surgen sentimientos, no quiero perder algo como nuestra amistad en una disputa romántica
-¿Sospechas de nosotros?- En el tono del rubio se percibía un tanto de molestia
-Claro que no
-¿Entonces?
-Solo digo que mantener tu corazón donde esta es lo mejor –Kavinsky se revolvió los rizos rojos, el mismo dudaba de sus motivaciones, estaba contrariado y no tenía modo de entender aquella disputa interna, por una parte tenía miedo de perder a la gente que quería, los únicos que no ponían expectativas sobre el pero por el otro… sacudió la cabeza y resoplo
-Ve al punto – Exigió Tristan
-Quiero que me prometan que nunca se permitirán sentir algo por Irene
-¿Irene? Puajj – Tristan expreso su desagrado a la idea y Desmond lo secundo
-Vamos sean maduros
-Lo prometemos – dijeron al unísono levantando su mano derecha
Por mucho tiempo esa promesa fue innecesaria y ni las botellas vacías, los trajes de baño o las conversaciones nocturnas fueron suficientes para caer en tentación, pero Kavinsky sabía que aquello solo fue un seguro desde aquel entonces él quería a Irene tanto como un hombre puede querer a una mujer y ahora le quedaba claro, aunque ignoraba que Tristan pero con lenta seguridad el notaba ese sentimiento que había estado reproduciéndose en su corazón como una melodía desde el día en que escucho su canto, viviendo junto a él, ese recuerdo difuso y preciado ero lo que hacía que ahora mirara a la rubia leyendo ese desgastado libro como el más bello eclipse.