Los ciudadanos de Xusan se encerraron en sus casas tras escuchar el mensaje de la reina que fue retransmitido a nivel local:
Queridos ciudadanos de Xusan, me temo que tras varias negociaciones fallidas con nuestros vecinos de la isla de Helah me he visto obligada a declarar la guerra contra los sihiri, esperamos que el conflicto no dure mucho.
Así que os pido que mantengáis la calma y si tenéis alguna clase de información os comuniquéis con la guardia de la ciudad.
Atte: Reina Rajni de Sereia.
Multitud de guardias caminaban por las vacías calles de Xusan hacia el puerto donde les esperaba una gran flota de barcos les esperaba para llevarlos hasta Helah.
Los grandes buques salieron llenos de guardias y armas, todos preparados para entrar en batalla.
Al llegar a la isla, las tropas descendieron hasta la arenosa playa, para poco a poco acercarse hacia el bosque, caminaron por la arboleda hasta llegar a un lugar donde los árboles eran negros, de entre los troncos secos una pequeña niña de larga melena morena.
—Hola —saludó la pequeña.
Las guardias pararon en seco y levantaron sus armas.
—¿Vais a hacerme daño? Mi mamá me dice que sí, pero yo creo que podemos ser amigos. ¿Queréis de mis amigos?
La niña comenzó a andar hacia los soldados, uno de ellos disparó, la pequeña sorprendida bajó su mirada hacia su abdomen, mientras se tocaba en la zona donde había recibido el disparo, su vestido blanco comenzó a teñirse de rojo y cuando la pequeña levantó la vista, sus grandes ojos verdes llenos de inocencia se tornaron negros como el carbón.
—Mi mamá tenía razón, solo queríais hacerme daño —su voz se volvió grave —ahora pagaréis por ello.
Se levantó un fuerte viento que agitaba las ramas secas de los árboles, que se partían por la fuerza de este. El guardia que había disparado comenzó a temblar, cayó al suelo y su yelmo rodó hasta los pies de la niña, sus compañeros se estremecieron ante lo que vieron, el guardia estaba irreconocible, sus ojos ahora blancos estaban abiertos de par en par, se le había caído el pelo y su piel había quedado suelta, como si fuese una funda sin su relleno.
—¡Disparad!
Las balas volaban, algunas alcanzaron el cuerpo de la niña, pero esta ni se inmutó, parecía como si le hiciese gracia, ya que la sonrisa de la pequeña se iba ensanchando más y más hasta que su rostro se desfiguró dejando a la vista unos dientes afilados como cuchillos.
—¡Seguid disparando! ¡No paréis hasta que esté muerta!
—¿Matarme? Por favor no me hagáis reír, los que vais a morir sois vosotros.
﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌
Cal salió del entrenamiento con Zander y se dirigió a su casa, había estado entrenando sin descanso y había mejorado mucho, pero ahora lo único que quería hacer es llegar a su hogar y pasar algo de tiempo con Dhara, a quien casi no había visto porque llegaba tan cansada que se iba directa a la cama y se despertaba tan pronto que cuando se levantaba la pelirroja aún dormía.
Al entrar se acercó en silencio al sofá donde Dhara leía plácidamente.
—¿Cómo estás? —dijo besando la mejilla de la pelirroja.
—Ey mira quien ha vuelto, aquí estoy leyendo un poco, ¿tú cómo estás? ¿Muy cansada?
—No, estoy bien, lista para pasar la tarde contigo.
—Descansa un rato y vamos a dar una vuelta ¿vale?
Cal se tumbó apoyando su cabeza en el regazo de Dhara, cerró mis ojos mientras la pelirroja le acariciaba el pelo, al final se quedó dormida.
La puerta se abrió de golpe sobresaltando a las dos chicas, un vendaval que se había levantado de golpe la había abierto.
Se levantaron y salieron a ver que pasaba, todo Garin estaba allí, miraban a todos lados preguntándose de donde salía ese viento.
—Por favor mantened la calma y prestadme atención—trataba de hablar Dancen entre la multitud —los guardias de Sereia han llegado a la isla, este viento es la muestra de que han debido toparse con un duhu o algún ser similar. Repito mantened la calma, estamos preparados ante cualquier amenaza que la reina pueda mandarnos.