Las pesadillas siempre eran las mismas, ella en la soledad de una habitación oscura mientras millares de voces desesperadas clamaban su nombre.
Continuaba con el clásico sudor frío que envolvía su espalda, mientras el resto de su cuerpo lidiaba con los temblores y el desequilibrio. Tenía la boca reseca, y de vez en cuando, pasaba la lengua sobre sus labios para humedecerlos. Se abrazó a sí misma con la intención de entrar en calor.
Caminó en medio de la habitación mientras en el fondo vio una luz rojiza. Era como el clásico dicho de su padre: ‘Ver una luz al final del túnel es una metáfora sobre la muerte, que ésta se acerca’, y de tan sólo pensar en ello soltó un suspiro doloroso. Siguió con su camino en busca de una salida, y observó los rostros de sus mejores amigos, familia, conocidos y personas que no recordaba haberlas visto en forma difusa, como si fuesen espíritus. Se detuvo en sólo aquellas que lucían más nítidas, eran apenas dos que se proyectaban al interior de la habitación y algo en su corazón le dijo que probablemente eran de personas que estaba por conocer.
Se quedó mirando la imagen de un chico más o menos de su edad. De piel pálida y con un castaño cabello desordenado que caía por su frente como un flequillo, dejando a la vista sus ojos que vagaban entre el tono avellana y miel. No pudo dejar de observar su sonrisa, tan sencilla y pulcra. Pensó que veía a un ángel.
Pero cuando miró la figura de otro muchacho que estaba a su lado, su expresión cambió. Los ojos azules tormenta le recordaron al mar furioso, y su cabello claro le indicaba arrogancia. Incluso parecía ser la señal de peligro inminente y ella se preguntó por qué pasaba todo esto. ¿Qué significaba todo lo que veía?
La tierra tembló, el suelo comenzó a agrietarse, y asustada no atinó a nada mejor que correr. Hasta el final y llegar a la luz, sabía en su subconsciente que en algún momento tendría que despertar o tal vez morir. Pero estaba tardando demasiado. Su miedo creció, más que otras veces, más que otros sueños, más que en otras pesadillas.
Cuando llegó a la luz roja, gritó. Un hombre la tomó violentamente del brazo y la acercó para colocarla frente a sus ojos. Ella no podía verle, sólo sentía miedo y asco de su aliento cubierto en tabaco y alcohol. "Por fin, después de tanto tiempo has venido a mí", susurró él. Ella sintió el terror volver a su cuerpo, mientras que los labios del hombre estaban cerca de su oreja, su respiración chocando contra la piel.
Quería salir corriendo. No estar cerca de alguien así, nunca más.
Con cuidado, él puso su mano sobre sus ojos para cubrir su vista. Para ella, esto no había pasado en sus pesadillas. Jamás se encontraba con nadie. Sólo se miraba los rostros de diferentes personas, y de aquellos dos muchachos en el centro.
Ahora vio otra cosa bajo la mano del hombre todos los horrores que se pudo imaginar: monstruos, destrucción, cuerpos sin vidas bañados en sangre, dolor, fuego y los vestigios de una guerra.
Una especie del fin del mundo conocido y el inicio de lo inimaginado, y ahí estaba ella, de rodillas gritando con lágrimas en los ojos y sus manos manchadas con sangre inocente. Ella fue la responsable.
Quiso gritar, pero el hombre bajó su mano hasta su boca para detener el sonido. Él le habló en el oído algo que a ella le costó entender, pero que jamás podría olvidar.
"Eres tú", dijo él con sorna. "Siempre, has sido tú. La elegida".
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Editado: 01.01.2019