Crónicas de Anthir: Coronas y Corazones

Misericordia

La nieve cubría todo el vasto terreno, la claridad de la mañana descubría la inmensa montaña que parecía una interminable muralla que se extendía de un horizonte a otro.

La única manera de adentrarse al bosque era pasando por una cueva que se encontraba en el centro de la cortina de roca el cual lo llamaban «la entrada al infinito» debido a que una vez dentro, te sumías en la más profundad oscuridad.

Ambas tropas empezaron a alistarse para la dura misión, desmantelaron sus tiendas, prepararon las mercaderías y se dirigieron a la entrada de la caverna. Al poco tiempo ambos grupos se encontraron y, sus respectivos líderes se acercaron mutuamente.

Tilnerin cabalgaba con tanta elegancia que todas las miradas se dirigían a ella. Una vez reunidos empezó la negociación.

—Veo que hemos llegado a un acuerdo Tilnerin. Les daremos unos barriles de agua potable a cambio de leños secos, verduras y harina —exclamó el gruñón capitán con voz ruda.

—Es así, tienes un buen negociador en tu grupo. Aquel joven de la venda vale más que la mitad de tus hombres. Estoy segura de que si tuviera la edad adecuada estaría a cargo de los Hawskcland.

—¿Acaso osas cuestionar mi liderazgo? —cuestionó el capitán esbozando una severa sonrisa—, pero… tienes razón. Gunterling aprende muy rápido y posee una inteligencia que supera a la de muchos.

—Ahora bien propongo lo siguiente, enviaremos a cuarentas hombres para que exploren la cueva y así evitar sorpresas y futuras desgracias. Escoge a veinte de los tuyos y yo haré lo mismo —exigió la mujer toscamente.

El capitán obedeció la orden y escogió a los hombres para dicha tarea al igual que Tilnerin.

Los cuarenta guerreros se alistaron, prepararon sus antorchas y avanzaron valientemente hacia lo que pareciera ser las fauces de una colosal bestia. Una vez dentro de la caverna, el resplandor del fuego no fue suficiente para iluminar correctamente el camino, lo cual dificultaba la marcha de los aspirantes.

El silencio reinante en aquel lugar transmitía una extraña sensación y, a medida que se adentraban podían ver los incontables cadáveres esparcidos de todo tipo durante todo el trayecto. En algunos esqueletos aún se distinguía una que otra parte de armadura, en especial los cascos cubiertos de telarañas y los escudos hechos añicos.

Para su sorpresa, pudieron distinguir unos anchos pilares de roca que se extendían por toda la cueva, lo cual les dio un mal presentimiento.

—Esto si que luce espeluznante. Quizás sea cierta la leyenda de que este lugar es protegido por el ermitaño gigante —susurró uno de los hombres.

—No quiero creerlo, pero mis ojos me dicen otra cosa —respondió su compañero mirando el lúgubre lugar que los rodeaba.

Uno de los que estaba cerca pudo escuchar de lo que estos charlaban, se rezago y decidió inmiscuirse en la conversación.

—Disculpen… pero me llamó la atención lo que nombraron recientemente. ¿Qué es eso del ermitaño gigante? Nunca he oído tal cosa.

—Son solo historias amigo, es mejor seguir con lo nuestro. —Después de estas palabras sintió que alguien lo estiró de su prenda.

—Por favor —volvió a insistir.

El hombre realizando gestos de disgusto procedió a contarlo.

—La leyenda cuenta que en un lejano pueblo nació un niño que no dejaba de crecer y, a consecuencia de ello fue presentando ciertas deformaciones lo cual causaba terror a su pueblo. Los habitantes creyeron que su madre estaba maldita y lo mataron, el gigante se enfureció tanto que mato a casi todos, menos a los niños ya que tenía cierta afinidad con estos. Los pobladores cuentan que se escondió en esta cueva, y que vivió en la soledad absoluta matando a todo hombre que intentase cruzar para cazarlo —escuchó un leve ruido y apuntó con la antorcha hacia arriba, pero solo eran murciélagos—. Según cuentan las lenguas, aquel que logre matar al gigante obtendrá una gran recompensa, su peso en oro, es por eso que vemos tantos cadáveres —sonrió—, pero no los culpo, quien no se animaría con semejante recompensa.

El hombre que estaba escuchando el relato empezó a orinarse, sus ojos se abrieron como platos, empezó a palidecer y se quedó mudo.

—Hombre no es para tanto, son solo historias.

El aspirante levantó su tembloroso brazo y apuntó hacia su costado. El otro lentamente giró la cabeza y allí estaba un rostro gigante del cual caía una espesa baba de la boca, dejó caer la antorcha y empezaron a correr.

A lo lejos los hombres que proseguían con la misión escucharon un grito desesperado.

—¡Preparen sus armas!

Todos dieron vuelta con sus antorchas y vieron como sus compañeros venían corriendo y, mientras más se acercaban pudieron visualizar con el débil destello de la luz a una terrible criatura que se aproximaba lentamente detrás de estos. Sus brazos eran tan gruesos que podía triturar cualquier armadura, poseía una larga cabellera negra y sus piernas podían pisotear a cualquiera como a un insecto.

—¡Por aquí! —propuso uno de los mejores aspirantes—. Lo llevaremos a la entrada, ahí podremos pelear con luz.

Cambiaron de dirección y se dirigieron de vuelta hacia la boca de la cueva. Mientras huían, escuchan los ecos de una sonrisa que les erizaba la piel.



#27569 en Otros
#3768 en Aventura
#20140 en Fantasía

En el texto hay: misterios, caballeros y espadas, guerras y pasiones

Editado: 09.11.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.