CRONICAS DE LA ARENA
CAPITULO 12
Desde que tuvo conciencia, recibía halagos y frases de encomio, decenas de personas solo vivían alrededor de ella para servirla, y es que, según sus padres, Lord y Leidy Taiyō, ella era la elegida, y que el futuro guardaba grandes cosas para con ella.
Desde muy pequeña, mostro un gran potencial para el ninjutsu médico, el cual era bastante solicitado dentro de su aldea, debido a los conflictos bélicos que ocurrían en esos tiempos. Incluso tuvo que arriesgar su vida para ir al frente del campo de batalla y sanar a sus compatriotas, formando equipo por unos días, con el Tercer Lord Kazekage. Tenía apenas doce años cuando sucedió todo eso, si le hubiesen preguntado que sintió en ese momento, ella jamás diría que sintió miedo, porque en realidad no lo hizo, pero su corazón sintió toda una explosión de emociones, convivio alrededor de la muerte, experimentó lo que era la sensación de asesinar a alguien en defensa propia, y el coraje y rabia la inundó al no poder ayudar, cuando llegaban demasiado tarde y solo encontraban cadáveres fríos por todos lados, pero sin duda, algo que la marcó para siempre, fue conocerlo a él.
Jamás pensó que, ese ser le haría cambiar la forma en la que veía la vida, y le haría hacer cosas de las que se arrepentiría más adelante. Ojala y todo eso hubiese sido solo una pesadilla y que sus ojos pronto despertarían de aquella lúgubre realidad.
― ¡Daena, reacciona, la bebé está llorando! ―expresó una voz masculina, mientras entraba de forma apresurada a la habitación.
Y ciertamente, los llantos de una recién nacida inundaban el lugar, mientras su madre, Daena-sama, la reciente líder de los Taiyō, estaba parada frente al enorme ventanal que iluminaba su ostentosa morada, con la vista perdida hacia el exterior, como si tratase de encontrar la solución a sus problemas con ello.
―Ah, eres tu querido esposo… ―apenas pronunció ella, desviando su mirada hacia él, por unos segundos, para luego volver a su pose inicial.
― ¡Claro que soy yo! ¿Por qué dejas que nuestra pequeña llore tan desconsoladamente? ―reclamó el hombre un tanto molesto, mientras se dirigía a la cuna de la cual provenía el llanto.
Acto seguido, el hombre, quien era alguien bastante hermoso, de pelo negro un tanto largo y unos ojos hipnotizantes y profundos, del mismo color. Tomó a la pequeña llorona en brazos y empezó a arrullarla para que se calmase.
―Solo quiere llamar la atención ―dijo con frialdad Daena, mientras caminaba en dirección a la mesa de Té que había en la habitación.
―Puede que sí, pero también debe haber otras razones, debe estar hambrienta o tal vez necesite un cambio de pañal ―expresó el esposo, que sin asco y en un acto paternal, revisó el pañal de la pequeña―. Qué raro, estas limpia, y no pareces tener hambre ―pusó una cara de preocupación.
―Te lo dije, solo busca atención, los sirvientes ya se encargaron de alimentarla y atender sus necesidades ―dijo sin animo la Taiyō, mientras se servía una taza humeante de Té y se sentaba en una de las dos sillas que habían disponibles alrededor de la mesita.
―Mmm… supongo que tienes razón ―admitió él―. ¿Pero no es una pequeña cosita hermosa? Merece toda la atención que quiera recibir ¿No lo crees? ―dijo con ternura en su voz, mientras extendía en frente suyo al bebe, mientras la agarraba con delicadeza. Por su parte, la pequeña rubia había dejado de llorar y con sus ojitos miraba tiernamente a su protector.
Pero Daena, lo que menos quería, era hablar o dar atención a esa criatura.
― ¿Y cómo te ha ido en esta misión? Estuve tan preocupada…
―Ah, fue algo complicada… Pero no vale la pena hablar de ello ahora ¿Estoy aquí, no? Mejor hablemos de nuestra querida hija, apenas tenía un día de nacida cuando me fui, y mírala ahora, ya faltan pocos días para que cumpla su primer mes, ha crecido un montón ―expresó emocionado su esposo, mientras aun con la pequeña en brazos, se sentaba en la silla libre que quedaba a lado de la mesita de té, para estar junto a su esposa.
―Hum, si de eso quieres hablar, te escucho ―respondió a secas, ella.
―Por cierto, me siento muy mal por no saber el nombre de mi propia hija ¿Por cuál de todos los nombres que escogimos juntos, te decidiste al final? ―preguntó entusiasmado, mientras la miró, esta vez a ella, con ternura.
Lo cierto era que, Daena en su ausencia, lo que menos había hecho, era haber pasado tiempo con su propia hija, y mucho menos haber pensado en el nombre de esta.
―Ah… Etto… pues… preferí esperar a que llegaras, así lo escogíamos juntos ―mintió, mientras agachaba la cabeza y ponía un falso sonrojo, para ocultar su desinterés.
―Ya veo, aunque no debiste hacer eso, nuestra pequeña, como cualquier otro bebe querido, merecía ser bautizada con un nombre propio, de preferencia en sus primeros tres días de vida ―pronunció el moreno, poniendo cara de berrinche como si fuese un niño, y abrazaba a su bebe como si de un peluche muy delicado se tratase.
Editado: 19.01.2020