Crónicas de la Arena: El Kazekage, El Clan y El Misterio.

CAPITULO 19

CRONICAS DE LA ARENA

 

CAPITULO 19

 

La llegada de los refuerzos fue propicia. Los ninjas médicos empezaron a tratar a los heridos. Mas dos personajes empezaron a causar revuelo.

Eros y Ágape se negaban a ser sellados, esquivaban ágilmente los Tori que caían en dirección hacia ellos.

Al verse acorralados, debido a la dispareja confrontación, se separaron en dirección de su única salvación: los cuerpos débiles pero conscientes, de personas con gran acumulación de chackra.

Ágape esquivo a la mayoría de los que intentaban sellarla y llego a donde Anngelius, y de forma brusca se fusiono de nuevo a ella. Haciendo que esta última se convulsionase con el acto, ya que su cuerpo estaba débil y nada preparado para el proceso.

Draco, quien no sabía quiénes eran estos seres, logro evitar que Eros hiciese lo mismo. Obligando a este a retroceder.

―No puedo creer que tenga que recurrir a esto ―indico un tanto afligido el rubio sintético―. Lo siento Kazekage ―se dirigió al pelirrojo que se encontraba a metros suyo y estaba siendo atendido por Shun y Shikamaru―. Jamás había hecho esto, pero ahora tú eres mi único boleto disponible de huida. Si me sellan, podría no sobrevivir.

Abandono su forma humano y se convirtió en una masa maleable y viva, la cual ni Shun ni Shikamaru pudieron detener.

La poca consciencia que tenía Gaara en ese momento, desapareció. Un fuerte dolor inundo su cuerpo, para luego no sentir nada.

 

 

*~*~*~*~

 

Estaba sentado, con la cabeza gacha. Apoyaba sus codos en las rodillas y con la mirada al vacío.

Alguien entro a la habitación silenciosa en la que se encontraba, era la enfermera castaña, que había aparecido junto con los demás ninjas, horas atrás.

―Draco-sama, por favor, debería descansar ―dijo con voz tranquila la mujer, mientras se acercaba a él, y apuntaba a la cama que había en el lugar.

―Mi hermana… ¿Cómo se encuentra? ―pregunto secamente el pequeño, sin moverse de su pose actual.

―Ann-sama… sigue inestable… ―respondió titubeante la castaña, mientras desviaba su mirada a un lado―. Y su madre, ella sí, ya ha salido de peligro…

―No te he preguntado por esa mujer, subordinada ―le interrumpió el pequeño rubio, con voz seria―, apégate a responder solo lo que te pregunte, no seas impertinente.

―Oh… sí, yo… me disculpo, señor… ―dijo Shun, un tanto sorprendida y apenada―. Yo… solo vine a avisarle el estado más reciente de su familia. El hospital está muy agitado, precisan de mi ayuda en urgencias, debido a los heridos que hubo dentro de la aldea…

―Ah, soy consciente de ello, ya ordene a los ninjas médicos del clan, que se agregasen a la ayuda; no pierdas tiempo aquí, vete de una vez ―manifestó el Taiyō, levantando su cabeza para mirar  a la enfermera a los ojos.

―Sí, con su permiso ―agacho su cabeza la castaña, en modo de respeto, y se retiró del lugar.

El niño se mantuvo sentado unos minutos más, luego se levantó, con rumbo a la puerta del lugar. Ya no aguantaba estar ahí.

En la entrada, dos Anbus lo custodiaban.

―Me canse de estar aquí, iré a ver a mi hermana ―pronuncio, mientras seguía caminando.

―Lo sentimos, pero no podemos dejarlo salir de este lugar, por su seguridad ―expreso uno de los anbu, mientras lo detenía, agarrándole de un hombro.

―No te estaba pidiendo permiso, sombra de la Aldea ―enuncio molesto el pequeño Taiyō, mientras observaba con altivez la mano que tocaba su hombro―. Voy a ir, y no necesito de vuestra aceptación para ello…

El segundo anbu, quien se había mantenido en silencio hasta ese momento, tomo del cuello de su ropa al noble Taiyō y lo arrojo hacia dentro de la habitación, para luego cerrar esta con un enorme sello encima.

Este último quedo perplejo e indignado ante la situación, empezó a golpear la puerta con la gracia propia de un infante berrinchudo.

― ¡Abran la puerta! ¿Cómo se atreven a tratarme así? Apenas salga de aquí, se arrepentirán de haberme encerrado…

Estuvo en plan de gritos por más o menos una hora, más los Anbus, no lo tomaron en cuenta.

Se sentó en el suelo, apoyándose en la puerta. Su mano le dolía de tanto golpear y su estómago rugía como un león salvaje.

― ¡Tengo hambre! ¿A qué hora piensan darme de comer? Este no es trato para un noble como yo… ―se quejó de nuevo, a gritos.

A los varios minutos, la puerta se abrió, intento salir, pero fue arrastrado de nuevo, hacia dentro, y le tiraron una charola con alimento.

― ¿Un pedazo de pan seco, con una rodaja muy delgada de queso común y un vaso pequeño de jugo? ―miro con indignación el alimento que tenía frente― ¿Dónde está mi fruta fresca y tarta recién horneada? ¡Encima es demasiado poco!

Los quejidos se volvieron continuos, de nuevo.

―Estos niños ricos son muy molestos y difíciles de controlar ―murmuro por lo bajo, uno de los anbu.

―Ah, pero lo mejor es ignorarlo, ya cederá al hambre, ella no discrimina entre clases sociales ―agrego su compañero, con confianza en su voz.



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En el texto hay: comedia, drama, accion con poderes

Editado: 19.01.2020

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