Crónicas de la Arena: El Kazekage, El Clan y El Misterio.

CAPITULO 25

CRONICAS DE LA ARENA

 

CAPITULO 25

El guardia le soltó las esposas de las manos, dejándole los grilletes de los pies.

― Tiene un máximo de veinte minutos para hablar, sea concisa y directa ―le aconsejo el extraño, mientras le abría la puerta, para que adentrase al pequeño salón de visitas, donde había una pequeña mesa y dos sillas.

Cerraron la puerta, dejándola sola con aquel familiar.

― Tardaste mucho en venir ―le reclamó con tono molesto, Daena, mientras se sentaba de forma relajada en la silla libre que quedaba. Su expresión denotaba enojo―. Escuche por voces, que Draco secundo mi cargo. Fue lo más indicado.

Frente a ella, su visitante mantenía la cabeza gacha, mientras apoyaba los codos en la mesa.

― Espero que ahora estés buscando el modo de sacarme de este agujero ―Prosiguió hablando la exlíder de los Taiyō, al ver que no tenía respuesta de su receptor―. Este lugar es de lo más repugnante, la comida es asquerosa, tengo que compartir mi celda con tres basuras, los baños no cuentan con agua caliente y apenas veo la luz del sol.

Su receptor siguió manteniéndose en silencio. Escuchando sus quejas atentamente.

― Demonios, no te quedes callada, detesto cuando haces eso ―le recrimino la rubia, mientras la agarraba del cuello de su túnica blanca con bordo, atrayéndola hacia ella.

Pero fue detenida por esta. Quien se libró del agarre de sus manos con un brazo.

― ¿Acaso me acabas de rechazar? ¡Soy tu madre! ¡No puedes rechazarme! ―vocifero con rabia, Daena, mientras levantaba su mano con la clara intención de golpearle en la cara.

Pero fue detenida de nuevo, con la mano derecha de su visita, quien la agarro con fuerza y retorció su mano, para que esta quedase apegada a la mesa.

― ¡¿Cómo te atreves?!

― Creo que ya es momento de que yo hable, Madre… ―articulo Ann, con una voz tranquila―. Es tiempo de que sea yo quien hable y tú me escuches.

Soltó su aprisionada mano.

― ¿De que estas hablando? Tú no tienes nada que decirme ―expreso un tanto intimidada su madre, mientras se frotaba el brazo que había estado expuesto al agarre.

― Sabes que no es cierto, madre, tus errores y secretos han hecho que nuestra familia caiga en la deshonra ―se acomodó el cuello de su túnica, para luego cambiar su mirada a una más seria―. Ten por lo menos la decencia de no negarlo.

― No sé qué estás hablándome ―sentencio Daena, aun a la defensiva.

Ann se levantó de su silla, su rostro reflejaba decepción.

―No deberías mentir y fingir más, madre ―camino un par de pasos hacia atrás, para darle la espalda―. Yo he sabido la verdad, desde… ―tomo unos segundos de silencio y suspiro con tristeza―, desde antes de que Papa muriera. Pude escucharlo desde las propias palabras del 4to Kazekage, mientras le preguntaba si valía la pena sacrificarse por una niña que ni siquiera llevaba su sangre...

Daena carraspeó con dolor, sus palabras parecían haberle llegado en una antigua herida que tenía oculta.

―Si ya lo sabes todo ¿Por qué hablar del tema? ―la miro con una gran frialdad en sus ojos, desde su silla―. Si quieres juzgar a tu madre, por lo menos ten el valor de mirarla de frente ―termino diciendo esta, con tono de provocación.

―Sí, sería lo ideal, mas creo que herede tu cobardía para afrontar los problemas ―le respondió Ann, volteándose para verla de nuevo a los ojos, con expresión triste―. O tal vez me parezca mas a ese ser viperino al que tengo como progenitor. Me refiero a ese sannin de Konoha que se volvió desertor, y con el cual engañaste a mi padre…

La Taiyō mayor puso un rostro enfurecido y se levantó de golpe, aventando a un lado la mesa que las separaba.

Se acercó a ella, y con brusquedad  la agarro del pelo, para atraerla a su rostro.

― No vuelvas a decir eso, o sino…

― ¿O sino que? ¿Volverás a golpearme hasta el cansancio? Has hecho eso durante todos estos años, que simplemente ya deje de sentir dolor físico ―la reto su hija, mientras le extendía más su rostro, para estar al alcance de sus manos―. Adelante, desquita tu frustración de forma cobarde, como siempre lo has hecho…

Daena hervía de rabia, mas decidió controlarse. Presentía que habría alguna cámara oculta o alguien observando.

La soltó con lentitud, mientras intentaba calmarse.

― Draco… ¿Sabe o le has dicho algo de esto? ―inquirió con preocupación.

―No, yo nunca le dije algo al respeto ―respondió Ann, mientras fijaba su mirada a un lado―, pero… ―titubeo―, Papá dejo unas cartas a cargo de mi guardián, para que las guardase y se nos fuese entregada a Draco y a mí, cuando cumpliésemos cierta edad. Iderum, hace un par de días, se apareció, sin que lo invocase y me entrego dichas cartas…

― ¿Y que decían esas cartas? ¿Las leíste? ¿Sabes si hablaban de mí? ¿Le diste la suya a Draco? ¿Impediste que se filtrara algo referente a mi vergüenza? ―pregunto con gran nerviosismo, Daena, mientras se agarraba las manos con pesar y sus ojos abiertos expresaban ansiedad.

― Solo leí carta que iba dirigida a mí ―explico Anngelius, mientras metía sus manos en los bolsillos del pantalón, que tenía debajo de la túnica abierta que llevaba puesta―. Le entregue a Draco su carta, mas ignoro si ya la ha leído o no. Supongo que si tiene algo que decirte, vendrá por su propia cuenta, conmigo no ha expresado nada referente



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En el texto hay: comedia, drama, accion con poderes

Editado: 19.01.2020

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