- Hay una historia que se rumorea entre nosotros, los aldeanos, y que pasa de generación en generación - Narraba con un tono de misterio, Fleck, el aldeano bibliotecario de la aldea - y es momento de que todos ustedes la escuchen, pues en un futuro, cuando aprendan bien sus profesiones de bibliotecarios, tendrán que escribirlas y compartirlas con la nueva generación que esté ante ustedes.
- Pero ¿Por qué están ellos aquí? - Preguntó uno de los aldeanos pequeños que iba a ser bibliotecario - Ellos no son como nosotros, no van a tener este deber, solo tendrán que arrear vacas y cortar pieles.
El pequeño grupo de niños aldeanos que estaba ahí se empezó a reír por el comentario de su compañero, pues de cierta manera, todo aldeano, al nacer de una forma extraña ya tenía en sus píxeles su papel en este mundo cuadrado y no todos los que escuchaban a Fleck serían bibliotecarios.
- Calma, calma, no sean malos con sus demás compañeros - Intervino Fleck - El hecho de que no todos sean bibliotecarios, no los ausenta de tener que escuchar esto; Sería muy diferente que intentaran hacerlo, pues eso iría en contra de su naturaleza ¿No es así, Otis?
De nuevo el grupo de niños se empezó a reír.
Otis era un pequeño aldeano, nieto de un pescador, cuyo nombre, era muy conocido en esta aldea... Mánfred.
- Claramente todos sabemos lo que pasa cuando intentamos hacer algo que va en contra de nuestra naturaleza ¿Saben qué es? - Preguntó Fleck, con un tono burlón mientras asomaba sus ojos bajando los lentes.
- ¡Se vuelven flojos y son simples aldeanos Nini! - Respondieron en conjunto todos los niños.
- En efecto; Ni trabajan, ni estudian... ¡Ninis! Es una pena que tu abuelo se haya vuelto un claro ejemplo de lo que nadie debe de hacer - le dijo Fleck directamente a Otis - Es obvio que esa supuesta caida le afectó su cabeza y esa es precisamente la razón por la cuál le enseñamos a todos los aldeanos nuestra historia... Para que después no anden inventando rumores sobre brujas. Para todo hay una explicación y sobre todo, nosotros como bibliotecarios, tenemos que escribirlas en los libros.
- Entonces ¿Por qué nadie sabe quien hizo las ruinas marinas y las casas que están sumergidas en el mar, además de los ítems que aparecen en el suelo después de una tormenta? - Preguntó directamente Otis.
- ¿Ven? - Respondió Fleck - No cabe duda que su abuelo ya le lavó el cerebro.
Aquellos aldeanos, parecían ser ignorantes y burlones con lo que no conocían. Lo cierto es que hasta mi padre había luchado contra mi, para librarme de mis "supuestas historias" donde había visto una bruja. Nadie sabía que era, por lo tanto, nadie me creyó.
Aún así, como aldeanos teníamos que tener conocimiento de nuestros orígenes, aunque a ciencia cierta, no todo era verídico del todo; había grandes lagunas en las historias y conforme nuestra civilización aumentaba, había más misterios que resolver, pues encontrábamos las ruinas de templos en los cuales nuestros antepasados habían dejado escritos sobre las paredes, en las cuales existía un patrón muy idéntico sobre un acontecimiento que había sucedido cientos o quizás, miles de años atrás, pero al seguir el orden de la naturaleza, eran pocos los aldeanos que podían estudiar y conocer todo eso.
Yo no era uno de ellos, en la aldea simplemente vivía en una de las casas más lejanas, junto con mi nieto Otis. Su padre, es decir mi hijo, no heredó mi profesión, algo que sucedia muy rara vez. El era Pastor, así que vivía en otra parte de la aldea como todo un aldeano normal; Otis decidió quedarse conmigo pues el si nació pescador, sin embargo, desde que cumplió los 12 días de nacido, ha decidido salir a jugar con los otros pequeños aldeanos así como de escuchar las clases que Fleck da al resto de los aldeanos. Lo que sé es que no le falta mucho para crecer; después de eso, todo cambia repentinamente.
Ese día, mientras estaba pescando en la laguna que estaba detrás de mi casa, desde el centro de la aldea, se escuchó la campana, lo cual significaba una sola cosa... La llegada de los comerciantes. Así que dejé mi caña de pescar, tomé las pocas esmeraldas que había conseguido al negociar con otros aldeanos y salí corriendo a toda prisa por ellos.
Los comerciantes llegan a la aldea 1 vez cada mes, con sus dos llamas amarradas de la mano, bien adornadas con sus alfombras y sus monturas. Normalmente llegan en caravanas, a veces grupos de 10 comerciantes o 15 lo que hace que la aldea se convierta en un festival, pues todos salen corriendo para ser los primeros en comprarles las cosas mas raras que traen, como los corales, slime y algunos exóticos peces que suelen conseguir, mientras que los que llegan después, solo se quedan con las sobras, a veces con los simples retoños que traen.
Al llegar a la aldea, era una multitud muy grande la que se amontonaba por llegar a los comerciantes, casi todos los aldeanos tenían sus esmeraldas en las manos, alzándolas para así llamar la atención de los comerciantes cuando estos ofrecían su mercancía. Algunos de ellos eran ya muy conocidos por todos, pues vendían varias cosas a excelentes precios, mientras que los nuevos, tenían que hacer buenas ofertas para llamar la atención de los demás, lo cual siempre lograban.
- ¡Atención, atención! - Gritaba uno de los comerciantes - Ofrezco peces globo por 5 esmeraldas.
- ¡Yo los doy en 3! - Gritaba otro.
- ¡Hielo azul, hielo azul! Traído directamente del continente de hielo - Gritaba otro.
- ¡Es un descaro! - Murmuraba un aldeano - ¿Dos bloques de coral por 3 esmeraldas? ¡Ni loco!
- Oye - Le preguntó un aldeano al que estaba murmurando - ¿Cuánto quieres por 10 panes?
- 25 esmeraldas, hermano.
Prácticamente todo era complot a la hora de comerciar, incluso entre los mismos aldeanos, pero aún así, eso era lo que nos daba sustento a todos y la esmeralda, era la moneda completa del mundo.
Al pasar el tiempo y hacer sus compras, los aldeanos poco a poco se iban retirando y unos cuántos como yo, eran los que se quedaban a comerciar con ellos, comprando las sobras, como brotes de árboles, peces, semillas etc, sin embargo, esta vez si habían arrazado con casi todo.