Caí en el lodo sin poder evitarlo, estaba calado de mugre de pies a cabeza. Mis fuerzas estaban amainando, tenía gran fuerza física pero el terreno enlodado solo me hacía trabajar el doble.
Corrí dejando mi caballo atrás sin poder evitarlo, el animal había corrido en dirección opuesta a la mía por el susto. Las criaturas no habían ido tras él igualmente, solo me buscaban a mí.
El bicho saltaba de rama en rama por donde yo iba corriendo, me apuntaba direcciones a las que debía tomar para llegar al puente. No es como si un simple río vaya a detenerlos pero era la mejor oportunidad por el momento, tal vez los ralentizaría hasta poder ocultarme.
Sí. Yo, príncipe del imperio, estaba buscando escondite.
No sabía cuándo me había convertido en tan lamentable persona. Los príncipes no deberían correr por su vida, mucho menos un futuro rey.
Una de las criaturas, justo la más cercana a mí, extendió su extenso brazo intentando tomarme. Blandí mi espada y corté sus dedos de madera que a simple vista parecían inofensivos pero no lo eran tanto cuando cortaban tu piel, ya tenía varios rasguños por eso.
Seguí corriendo divisando el puente algo derruido por el tiempo, era de piedra pero le faltaban varios pedazos que seguramente se habrá llevado el río con alguna crecida.
El bicho que me seguía insistentemente saltó a un costado mordiendo lo que me pareció un árbol pero había sido una de esas criaturas. Ni siquiera me había dado cuenta cuán cerca estaba, podría haberme herido gravemente de no ser por ese Zyrath.
No tenía idea del por qué de su insistencia al seguir conmigo y no escapar ¿Acaso pensaba que le daría comida? ¿Creía que no era capaz de defenderme a mí mismo?
De no ser por la estúpida insistencia de mi hermana en mantener nuestro fuego en discreción… Ya daba igual ¿Cuánto tiempo lograría ella no utilizarlo? No estábamos hechos para guardarlo en nuestro interior, habíamos nacido para hacerlo explotar en chispas en nuestra mano… Utilizarlo.
El Zyrath fue lanzado contra mí, había aprendido que pueden ser realmente peligrosos por más que sean de pequeño tamaño. Sus dientes afilados y sus garras podían penetrar la dura madera de esas criaturas tan bien como mi propia espada.
Guardé mi espada en la vaina, y tomé al bicho por su lomo para despegarlo de mi brazo y subirlo a mi espalda. Me giré viendo como las imponentes criaturas caminaban a grandes pasos hacia mí y se iban deteniendo a mi alrededor.
Terminaría con esto en un abrir y cerrar de ojos.
— Viajero, moriremos — Dijo el Zyrath.
Para mi sorpresa no parecía consternado por ese hecho, más bien solo parecía hablar de lo que ocurriría como si no fuese su futuro. Como si no le importara mucho o no tuviera conciencia de lo que aquello significaba.
Tal vez no eran tan inteligentes los Zyraths después de todo.
— No lo harás si te mantienes donde estás — Le advertí.
El bicho se aseguró de agarrarse bien, clavando las uñas en mi armadura pero sin poder penetrarla. Bien, no eran tan filosas como para perforar escamas de dragón.
Sentí los chispazos en mis palmas, todo mi cuerpo se estremeció por la energía. El fuego prendió mis manos e iluminó el valle muerto, la oscuridad de la noche nos estaba alcanzando.
Las sombras que se proyectaban por la luz de las llamas hacían que todo se viera incluso más tétrico. Las criaturas parecían más amenazantes y ahora podía verlas con detenimiento.
Donde deberían haber ojos, habían dos grandes agujeros en la madera. Sus bocas, si es que eso eran, eran ramas retorcidas y sus cuernos tenían varias ramificaciones puntiagudas. Todo su cuerpo era de madera y lianas chamuscadas, todos bañados en lodo en lo que serían sus piernas y manos. No había un número específico de dedos, algunos tenían cuatro y otros seis, a unos cuantos le había cortado un par yo mismo. Aunque sí podía distinguir que tres de ellos tenían sangre en sus manos. Mi sangre.
— Les advertiré por última vez — Mi voz sonó firme pero cansada, me faltaba algo el aire — Arrodíllense y pidan clemencia y tal vez les dé una muerte rápida.
Ninguna criatura dijo nada, no estaba seguro de que puedan hacerlo. Pero que se mantengan erguidos y vuelvan a caminar en mi dirección me proporcionó una respuesta.
— Entonces ardan en llamas draconianas.
Dicho esto, cerré los ojos y toda mi energía acumulada la expulsé a mi alrededor. El fuego se propagó como una ola envolvente, la sentí cálida y poderosa. Arrasó con todo alrededor, desde los árboles hasta las criaturas. Escuché chillidos por doquier, parecían provenir de ellos.
El valle muerto volvió a estar en llamas, el fuego se extendía abrazándolo todo y protegiendo su centro. Protegiéndome a mi y al bicho aferrado a mi espalda.
Las olas rojo, naranja y amarillo danzaban y brillaban. Esto alertaría a cualquiera en varios pies de distancia. El pueblo más cerca ya estaría viendo el humo ascendiendo al cielo, todos estarían en alerta por la proximidad de un descendiente de Draco.
Cuando los chillidos dejaron de escucharse dejé que el fuego se apagara. Observé el panorama ante mí. Si antes los árboles se mantenían carbonizados ahora había un gran círculo de cenizas que lo cubría todo. El lodo estaba más seco, se podía caminar por la tierra sin mayores problemas.
Caí rendido de rodillas, el gran subidón de energía se había apagado y ahora mi cuerpo amenazaba con caer agotado hasta desmayarme. No había usado tanto mi poder desde hacía años.
Nunca lo había necesitado de esta forma.
El final de mi capa estaba algo chamuscado y todo olía a quemado. El humo apenas te dejaba divisar algo a unos cuantos pasos.
— Así que ese es el poder de un descendiente de Máximo Draco — La voz no provino de detrás, sino al frente.
El bicho ahora asomaba su cabeza por sobre mi hombro y junto a mi intentó ver más allá de la negrura.
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Editado: 19.09.2020