Crónicas de Sauce y Acacio

Dìa Cinco

El día anterior, habían festejando la llegada del Acacio Jr. El Sauce oye el grito del Gallo, y cree que sigue de fiesta. Pero no: cuando está a punto de pedirle que se calle y que los deje dormir un poco más, se da cuenta de que no distingue nada ni a nadie. ¡Ni al Gallo!

— ¡Pero, ¿qué pasó?! ¡Son todos amarillos y negros!

Es Tenorio el que le da la mala noticia:

— ¡Usted también!

Van despertando los demás. Aparte de asustarse, lo primero que hacen es preguntarle al de al lado si los ve, porque es muy difícil distinguir a cada uno si no hay colores, o si son todos del mismo color.

En el medio de esta extraña noticia, aparece un Hombre tanteando con las manos extendidas. Él tiene el color de siempre.

El Sauce lo ve venir y alerta a todos. Este Hombre ya había acabado con un Árbol, su amigo el Acacio. Piensa que su llegada es para acabar con otro. Entonces, lo primero que quiere es ocultar al Acacio Jr.

De algún modo entiende que si se quedan quietos, el Hombre no los distinguirá. Así que pega un grito de Árbol:

— ¡Freeezzzeee!

Hacen caso de inmediato.

El Hombre no entiende qué está pasando. Trata de caminar, pero se tropieza con algo. Es Barrito, el Cerdito, que a pesar de que le duele, no emite ningún sonido. Piensa: si no lo ven, no se lo comen. Así que: silencio total.

El Hombre, antes de seguir tropezando, decide llamar por teléfono y avisa a otros lo que ve:

— ¡Atención, atención! ¡Acá también está todo amarillo y negro! ¡Esto es una catástrofe!

Se oyen sirenas desde lejos. El Hombre sale corriendo, tratando de no cruzarse con nada, lo que le cuesta muchísimo.

Cuando se sienten a salvo, se dan cuenta de algo: el Hombre no puede verlos.

Zumban las Abejas y revolotean el paisaje amarillo y negro. Los Cerditos giran en círculos, gritando alegres:

— ¡Nou pueden vernos! ¡Ya no nos comerán más!

Hoy como ayer, parece ser otro día de festejo. Están contentos y se mueven todos a la vez. El que los mire de frente, podría quedar mareado.

La Abeja es la más contenta de todos. Mira extasiada y exclama:

— ¡Son todos como yo!

En medio de la algarabía, el Acacio Jr. trata de comprender lo que ocurre. Es su segundo día y esto nadie se lo explicó:

—Pero, ¿qué está pasando? ¡No entiendo nada! ¡Ayer éramos verdes y hoy somos así de feos!

 Estas palabras ofenden a la Abeja.

— ¿Perdón? Recién ahora se puede decir que visten con buen gusto. ¡Por favor!

El Sauce pide silencio. Está muy pensativo. Finalmente, les dice a todos:

—No sabemos qué pasó, Jr., pero seguro tiene que ver con algún plan de la Naturaleza para ayudarnos. Aunque creo que se equivoca. ¡No es un buen plan!

La Hormiga, indignada, protesta:

— ¿Para ayudarnos? ¡Esto es terrible! Siempre fue muy inteligente este Planeta azul. ¿Cómo se le pudo ocurrir algo así?

—Debe tener malos asesores. ¡Sin colores no podemos vivir! ¡Tenemos que hacer algo! —dice el Sauce.

Solo se puede tomar una decisión así, si se está en emergencia. Pero, ¿qué pueden hacer? ¿Cómo decirle al Planeta que esto no está bien, que busque otro plan?

— ¡Es cierto! — dice consternado Tenorio— Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

Entre la hierba, a los pies del Sauce, aparece un Grillo amarillo y negro y grita:

— ¡Yo! ¡El Chapulín colorado!

— ¿Qué es eso? —pregunta Tenorio.

— ¡Un Grillo daltónico! —dice el Sauce.

El Grillo tiene una idea, así que prosigue:

— ¡Yo tengo la solución!

—A ver… ¿Cuál es? —pregunta el Sauce.

—Los Grillos como yo, estamos en vigilia permanente. De día, camuflados, nadie nos ve, como ustedes ahora, que están todos camuflados. Por las noches, hago mis rondas habituales y ¡observo! Y me entero de cosas…

— ¿Observa? ¿Qué cosa? —pregunta el Sauce.

El Grillo, que apenas se distingue de los demás, da saltos moviendo la hierba, y responde:

— ¡Observo la noche!

La Gallinita no está para misterios. Ansiosa, le pide que se explique:

— ¡Hable de una vez! ¡Necesitamos ayuda! ¿Usted puede ayudarnos? ¿Sí o no?

— ¡Sí, definitivamente, yo puedo ayudarlos! —dice solemne el Grillo.

El Sauce está muy preocupado. Parece ser el único que se da cuenta de lo grave de la situación:

— ¡Si no tenemos el color verde, podríamos morir! ¿Cuánto tiempo podremos resistir así? No va a haber ni agua ni comida,si no producimos oxígeno. ¡Y ustedes saben que los Árboles lo hacemos con el verde de nuestras hojas!

Barrito, si bien se siente más a salvo con estos colores raros, al oír que no va a haber comida, cambia de opinión: 

— ¡Help us, Mr. Grillo!

Hay que hacer algo. A lo largo de todo el día permanecen inmóviles, esperando que llegue la noche. Tienen esperanza de que Mr. Grillo encuentre una solución.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.