Dormía tranquilamente en el cuarto qué le fue asignado; ya habían comenzado sus viajes de aventuras por el mundo de la oscuridad, escuchó pasos que crujían la madera vieja. Sintió una mano que se colocó en su hombro y la zarandeó suavemente.
—Despierta—, susurró—rápido…Ven a ver lo que encontramos.
Abrió los ojos con pereza. Se tardó en enfocar a su hermano, se le veía sonriente y muy abrigado. La bufanda gris que llevaba le gustó mucho.
—¿Qué cosa? —, preguntó sentándose en la cama —¿Qué hora es?
—Aún es hoy…son cómo las siete de la tarde…rápido…Los demás no están cerca.
Akira la tomó del brazo y le jaló para que se pusiera en pie, luego, tuvo que seguirle el paso a su hermano; fuera de la habitación estaba el amigo moreno, de cabellos negros y largos, sonriendo cómo lo haría un niño que acaba de cometer una travesura.
—¿Yue? —dijo. —¿Qué encontraron?
—Andando…—se limitó a decir.
Salieron de la pequeña casa, era de piedra gris. Yacían en un pueblo fantasma con un ecosistema muy agradable. Era invierno, pero, se podía apreciar muy bien el pasto verde, el cielo nublado…el guarda ganado que estaba a diez metros de distancia o más del inmueble.
—Gabriel, Isaac e Hidan, no tienen por qué saber esto…—comentó su hermano.
—Así es…—concluyó Yue.
—¿Qué cosa? —Llegaron hasta el guardaganado de piedra. Akira la ayudo a subirse y, cuando se sentó, Yue sacó una cajetilla de cigarrillos.
A los tres les brillaron los ojos.
—¿Crees que podamos prenderlos con este viento?
—Tenemos qué…—respondió Akira. —Llevamos meses sin probar uno.
—¿A quién se los robaron?
—A Gabriel. —Yue sonrió. —Los tenía escondidos por ahí, justamente para nosotros tres.
—Se supone que yo no fumo.
—Se supone.—repitieron los otros dos.
Yue, sacó un encendedor del bolsillo de su chaqueta, colocó su mano protegido qué el viento no apagará la llama, y encendió su cigarrillo. Luego siguió Akira, y este ayudo a su hermana, que aún estaba sentada en el guardaganado, los tres le dieron la espalda a la casa.
—Si ven el humo, pensarán que es nuestro vahó.
Los tres, disfrutaron de aquel destructivo vicio, cómo si se tratará de algo que no volverían a probar en varios meses. Por lo tanto, entre ellos se encontraban formulando excusas por si alguien los llegaba a ver fumando…No era tanto por el vicio, sino, qué su acompañante tenía prohibido probar cualquier clase de producto tóxico para su cuerpo; estaba saliendo de una situación grave de salud.
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Editado: 05.04.2018