Abrazos

Caminaban hacía su plaza favorita; aún no había gente porqué las sillas estaban vacías, además lloviznaba. Las gotas de lluvia resbalaban por la piel de sus brazos y le causaba frío; suponía que ese día se habían equivocado de atuendo.

Su vestido color aqua, se veía más oscuro y, su acompañante parecía no estar preocupado por lo que le pasará a su traje; se caracterizaba por ser todo un caballero que no usaba corbata, y menos le prestaría si saco para abrigarse; eso no le importaba mucho. Era suficiente sentir el calor que desprendía hacía su delgada piel mientras le tomaba de la mano.

—Qué día —, comentó el mayor.

—¿Por qué nos vestimos así? —, la miró perplejo —¿Qué?

—Fuimos a comer a un lugar elegante.

—¿Al hotel?

—Sí —, sonrió.

Descendieron las escaleras de piedra y buscaron unas sillas dónde pudieran ver bien el escenario. Vio a la banda que ensayaba, los contempló un momento y se desvió, para sentarse en las piernas de su amado. La recibió gustoso, sonriendo y abrazándola para besarle con intensidad.

Enredó sus manos en su cabello y ella, metió las suyas dentro de su saco, abrazándolo por la espalda. Se robaron mutuamente la respiración por minutos, compartieron caricias superficiales, en el rostro, brazos, espalda. Cuando él la acariciaba, removía las gotas de lluvia que se pegaron en su piel. Se separaron para tomar aire y, se percataron que una persona les había llamado la atención.

—Es un lugar público—ambos se sonrojaron al ver un policía.

—Perdón —, contestó ella sentándose en la silla de al lado. Su pareja en cambio se aclaró la garganta; entrelazaron sus manos y miraron al frente. El policía les dio la espalda y volvió a su labor, un poco irritado.

—Ya se fue —, comentó el apiñonado.

—Qué vergüenza —, rió sonrojada —No tiene idea de cómo somos.

—¿Y eso qué? Tal vez lo incomodamos, no veo a nadie por aquí…A menos que la forma en qué frotabas mi pierna con tu cuerpo…

—Cállate —se tapó el rostro apenada. —Es tu culpa.

El mayor se carcajeó, posó su mano en la cabeza de la joven y la atrajo hasta que sus labios sintieron su cabello, fue entonces, que deposito un pequeño beso.

—Hola —, quitó sus manos de la cara y vio al amigo de su amado. Ellos estrecharon sus manos.

—Hola. No pensé que estuvieras por aquí —, saludó sonriendo.

—No le dijiste —, alegó mirando al apiñonado con una sonrisa torcida.

—No —, respondió. —Tenemos que disfrutar de nuestros momentos. —La abrazó pegándola a su costado.

—¿Ya te vas? —preguntó sorprendida.

—No — dijo él, acariciándole la mejilla. —Tenemos algo pendiente que hacer…Trataremos de regresar antes que ellos empiecen o después…regresaré—, sonrió dolida.

No tuvo más remedio que despedirse; parecía que el universo conspiraba en su contra para verse poco tiempo; sin embargo, sabía que el reencuentro era mágico e inesperado.

Cuando se quedó sola, se acercó hasta el escenario, lo suficiente para ver a la banda que aún practicaba. Caminó dónde el guitarrista, saltó y a todo pulmón le gritó:

—¡Eres un hijo de puta! —, cayó al suelo y pasó algo inesperado; el sujeto al cual ofendió se puso a reír con ganas, dejando de tocar su instrumento, ella lo veía perpleja, eso le causo más gracia al sujeto. Rendida por el efecto no deseado, rodeó el escenario y se sentó en una bocina enorme.

El ruido cesó y vio al “ofendido” caminando hacia ella, con una sonrisa de lado a lado. Se ruborizó al mirar sus hoyuelos.

 —Te extrañé—le dijo y la abrazó con fuerza.—No te esperaba por aquí. —Se separó, ella vencida suspiró y le miró sonriendo de medio lado.

—Ni yo.

—Yo también te extrañé —se trataba de su hermano favorito, aventó a su amigo de cabellos ondulados y él, la abrazo.

—También te extrañé. —Lo estrujó. Escuchó que el mayor bufó; no le importo, abrió los ojos y observó a su otro hermano, aquel con el cual, no se llevaba muy bien, ese que la prefería lejos. Le sonrió, colocó una mano en el hombro del que la abrazaba y él se separó despidiéndose con una sonrisa de medio lado.