Caminaba otra vez por la avenida principal de la ciudad. Era de noche, aproximadamente la 1:00am. Salía del cine, no fue muy buena la película, iba sola; por lo general nadie puede acompañarla cuando es muy tarde. A pesar de la hora no era la única alma que rondaba entre la calle, más gente se divertía esa noche y no había bares o discos abiertas.
Se cruzó de acera y escuchó que alguien la llamaba, miró hacia atrás y su compañera de clase, Fanny, iba a su encuentro.
—¿A dónde vas? —Lyla le vio desinteresada. No quería compañía.
—Voy a mi casa. Sí se dan cuenta que no estoy ahí, me irá mal.
—Espera, —Fanny le tomó el brazo. —Necesito comprar carne.
«¿Quién querría carne a altas horas de la noche?» A rastras Fanny la llevó a su lado al local que había dicho mientras ella se perdía en sus pensamientos. No estaba muy lejos del cine y de la ruta que lleva a su casa.
El local se veía iluminado y pudo ver gente dentro que estaba cenando, platicando o viendo televisión. Entraron y Fanny se encaminó al mostrador.
—Un kilo de carne molida por favor—, pidió.
La mujer que atendía la conocía Lyla, se extrañó que esa persona tuviera un negocio de tacos, luego se percató que el marido, era el cocinero. Vio la hora: 1:30am. Se sobresaltó.
—Debo irme, —Fanny se giró.
—No espera…
—Lo siento, es tarde, —Lyla dio media vuelta y escuchó que la señora le dijo:
—¡Hey! Yo te conozco ¿cómo se llama tu mamá?
—No creo que me conozca—, mintió. De verdad quería irse de ahí, algo le daba mala espina, así qué salió disparada a la calle. Un auto color gris y viejo, se detuvo antes que ella pudiera cruzar la calle.
—¡Súbete! —Gritaron dentro del auto.
La joven no dudó en abrir la puerta del coche. Lo conocía, perteneció a su familia aunque no entendía por qué estaba Airi conduciéndolo, incluso, no sabía que su amiga podía manejar.
—Hola… ¿Cómo me encontraste?
—Mi madre me dio diez minutos para llevarte a casa, le dije que tenías problemas.
—¿Cómo? —Lyla estaba impresionada, Airi manejaba y no terminó su pregunta porque se dio cuenta que alguien más estaba en el auto. —No vienes sola—Afirmó.
—Claro que vengo sola—respondió Airi.
—No—, dijo Lyla. Ella veía por el retrovisor a tres chicas. Tres chicas que sabía que no podían estar ahí porque eran unas muñecas que anunciaban en la televisión pero…¿Qué hacían ahí? Las tres rieron.
—“¡Me encantan los transportes gratis!”—, comentó una de ellas de cabello rosa y largo.
—“Humanos”—, burlosé otra de cabello azul y ondulado. La fémina las ignoró y se concentró en Airi. Tenía preguntas que hacerle.
—¿Qué pasó? ¿Cómo sabías que estaba en problemas?
—Se cómo encontrarte, estoy aprendiendo cosas—, respondió tajante. —Ahora debes ir a casa ¿Estás bien?
—Sí—, respondió Lyla. —Voy tarde, muy tarde. —Lyla miró por la ventana, el sol estaba comenzando a salir. No hizo falta observar la hora porque sabía que eran las 2:00am. Ya casi llegaban y al dar la vuelta a la calle que estaba adornada con un camellón, Airi paró en la esquina.
—Aquí te dejo, Lyla. No vuelvas a salir muy tarde. —Le dio las gracias, bajó del coche, cerró la puerta y miró a las tres chicas que aún iban atrás.
—No la molesten—, amenazó y ellas comenzaron a reír.
El coche avanzó y ella junto con él, pero hacia otra dirección, estaba a dos calles de llegar a su casa. Anduvo por la banqueta de su lado derecho y veía como el sol iluminaba el cielo; aún no podía ver al astro pero si los colores que ocasionaba en el cielo. Era una mezcla de purpura, azul marino, rosa y violeta. Mientras cruzaba la calle, se percató de un hombre que detuvo su motocicleta estilo chopper por el otro lado del camellón dónde ella iba.
Aquel sujeto llevaba una chamarra de cuero color negra al igual que sus botas y vaqueros. A través de los lentes oscuros, sintió su mirada. Sin pensarlo corrió a él.
En cambió este hombre puso el pedal que detenía su moto, para que no se cayera al suelo, luego camino unos centímetros y abrió los brazos envolviendo a la joven.
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Editado: 05.04.2018