Crónicas de un soñador Ill

Búnker

 

Explosiones, afuera había explosiones. Salió a ver qué estaba pasando, en el cielo miró muchos aviones de la fuerza aérea lanzar misiles a la ciudad. La tierra temblaba y la gente comenzó a salir de sus casas gritando y llorando. Lo extraño fue que en su hogar no había nadie; todos se habían ido algún lado y pudiera ser, que se olvidaron de ella. Su instinto la hizo correr a otras calles. Por alguna razón, tenía plasmado en la cabeza una ruta específica a cual llegar.

El estruendo de la tierra le dificultaba la huida, sin embargo, pudo salir de la colonia dónde yacía su casa; a los diez minutos que abandonó ese terreno, vio y escuchó, la explosión. A pesar de la distancia, pudo sentir el calor que desprendían las explosiones. Sintió el hueco de su pecho, era una sensación dolorosa. Si se ponía a llorar, perdería tiempo y tal vez los misiles llegarían hasta su punto.

Decidió seguir corriendo y no mirar atrás. Muchas personas desesperadas corrían en dirección contraria, algunos le advertían que no fuera hacía allá, porqué el alboroto había comenzado en el centro de la ciudad. Era cierto lo que le dijeron, ya que al llegar al centro, los edificios estaba destruidos e incendiados. Por lo tanto, eso no la detuvo, siguió su camino.

Con un golpe de suerte, esquivó el torpedo de una bazuca que explotó en un local, provocándole un hoyo en la pared. Aunque aquel torpedo, no fue el único que le rozó el cuerpo después. Sintió desesperación, debía llegar a ese lugar antiguo y averiguar por qué.

No se dio por vencida y siguió corriendo hasta que en un tramo del camino, alguien la golpeó muy fuerte en la cabeza cuando iba en la esquina.

—Cuídala—, dijo una voz que la despertó. —No debemos perderla de vista.

—No te preocupes—, contestó alguien más.

Sintióse aturdida, desconcertada, mareada y dolorida. Por el golpe su estómago comenzó a darle molestias, los oídos le zumbaban y afuera, podría escuchar explosiones y naves volar por lo bajo.

—Está despertando…—, volvió a decir la voz que la despertó.

Se trataba de un hombre, de uno que conocía y ahora le estaba dando la espalda. Era Abed, pero se sentía tan débil que no tuvo tiempo de decir algo más. Otro sujeto la tomó del brazo y le ayudó a ponerse en pie, lo reconoció fácilmente.

—Ilya.

—Hola—, saludó, ayudándole a caminar.

—Estará protegida allí…Sólo no le digas dónde está Gabriel.

Al escuchar el nombre de su padre todas sus dolencias y molestias desaparecieron en un santiamén. Giró la cabeza para ver a Abed.

—¿Gabriel? ¡¿Dónde está?! ¡¿A dónde me llevas?!

—Estarás bien, Lyla.

Ilya la dejó caer, sintió el vacío en su estómago y cayó de rodillas. Era una habitación pintada de blanco, con muchas provisiones, había una litera y escuchó la puerta de acero oxidado cerrarse encima de su cabeza.

—¡No! —, corrió y subió las escaleras—¡Ilya! ¡Sácame de aquí!

Golpeó tan fuerte, que se quebró un dedo de la mano.

—¡Ilya! —Estaba dentro de un búnker.

—Lyla, tranquilízate….aquí estaremos bien. —Era la voz de Akira.

 



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En el texto hay: vampiros, zombies, aventuras

Editado: 14.04.2018

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