Era medio día y estaba estudiando en el instrumento musical qué no le agradaba mucho. Practicaba porque quería tocar una canción en la guitarra y una persona le había conseguido la partitura, e incluso le estaba ayudando en las notas que no sabía cómo posicionarlas en el traste. Batallaba con el tiempo y con la distracción que había detrás de ella; en su cama, Aram jugaba con su pequeño hermano. Volteaba de vez en cuando y se conmovía al escuchar las carcajadas del bebé.
Cuando la voz de Aram cambiaba de tonalidad, lo veía incrédula. Aunque recordó que las personas (algunas), comentan que un bebé cambia hasta el más duro corazón. Sabía que él no era de corazón de piedra, pero nunca lo había visto con una sonrisa de lado a lado y jugando con un bebé mientras lo cargaba en lo alto y el pequeño reía, era menos de esperarse con su hermano.
Después de ver que aquello iba a seguir por unos minutos más, siguió practicando. Las notas y el tiempo se escuchaban mejor, su velocidad iba incrementando y Aram, comenzó a cantar; se le erizo la piel al oír su voz. No miró atrás para no perder la concentración, sin embargo, las risas del bebé disminuyeron.
Aram seguía cantando y el pequeño se había dormido.
—No hagas tanto ruido—, susurró.—Lo has cuidado muy bien.
—Que tierno—, respondió la joven con sarcasmo.
La canción aun sonaba en su cabeza. No iba a olvidarla por un buen rato…
Despertó.
Cuando abrió los ojos podía escuchar la voz de Aram cantando aún en su mente.
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Editado: 14.04.2018