En la sala había un espejo, juraría que al verlo unos minutos atrás pudo ver su reflejo y el fondo que la acompañaba detrás, que era la ventana larga de la sala y los rayos de luz que se colgaron por el vidrio de la puerta. Sin embargo, ahora que estaba de nuevo frente al espejo, veía un bosque lleno de árboles que se veían oscuros, porqué ahí en ese paisaje hermoso, era de noche, la Luna llena posaba encima de aquel inmenso bosque. Pudo escuchar los sonidos nocturnos de la naturaleza, le dio escalofríos cuando escuchó el aullido de un lobo.
—Debo estar soñando—, se dijo. —Un espejo no puede proyectar semejante escena ¿o sí?
Tragó saliva y se decidió, con la mano tiritando, tocar el espejo. Su mano sintió el frio vidrio, a pesar de no haber traspasado el espejo cómo suele verlo en las películas, pensó que tal vez podría salir un personaje cuya identidad no conocería e iba a asustarla; pero nada de eso pasó. Frunció el ceño, pues aún podía escuchar los sonidos del bosque y miró que los árboles se mecían al son del viento.
—¿Quién trajo este espejo?
—¿Quién crees? —Escuchó con sorna.
Se giró. Recargado en la pared que estaba a lado de la puerta principal, estaba Gabriel cruzado de brazos y con su capucha conocida. La veía con una media sonrisa, ella por lo tanto, torció los labios antes de decir una palabra.
—¿Es tuyo? —, preguntó con seriedad.
—No. Yo no necesito espejos…
—¿Adam? —cuestionó.
Gabriel afirmó con la cabeza. Adam era su tío.
El baño de la casa necesitaba un espejo y al parecer ese que estaba en el sillón, reflejando el bosque…iba a estar en el baño.
—¿Por qué traería un espejo así? —Gabriel negó con la cabeza.
Acomodó sus brazos en los costados y caminó a ella.
—La pregunta correcta es: ¿Quién se lo dio?
La joven aún tenía la mano en el espejo y cuando Gabriel lo tocó, aquel objeto de vidrio destelló una luz incandescente.
***
Lobos blancos, grises, cafés y negros, corrían delante. Veía sus colas moverse al ritmo de sus movimientos. Ladraban, parecían furiosos. Se encontraba de pie en el mismo panorama que vio en el espejo, pero esta vez, la Luna está encima de su cabeza.
—No puede ser…—Apretó los dientes y pensó en su padre.
Sabe que él fue el causante de aquel acontecimiento.
—¿Qué se supone que debo hacer?
Un lobo color café se acercó hasta ella, le dio un golpe en su pierna con su hocico. Lyla se giró y se asustó al mirar los ojos amarillos de aquel canino. Dio un paso atrás temerosa a qué el lobo salvaje la atacará.
—¿Qué haces ahí parada? —Incrédula, miró al animal.
—¿Estás hablando conmigo?
—Sí…¿con quién más puedo hablar ahora?
Lyla mira a su alrededor, está sola con aquel lobo de ojos amarillos.
—¿Y Gabriel?
—Ja, Gabriel…Hace mucho que no sé de él.
—¿Qué? —, pregunta sorprendida.
Siente que las rodillas le tiemblan, pero no es de ansiedad, hace mucho frío en aquel lugar.
—Estaba conmigo hace un momento.
—La Luna te llama…Lyla. Debes venir con nosotros—, interrumpió el lobo.
La joven alza la vista hacia la Luna. Cuando había llegado a ese bosque estaba de color blanco y muy grande; ahora está roja.
Se mordió el labio…aquel color le causaba cierto pánico, sabía que no era nada bueno lo que le esperaba. Dio un respiro. Lo meditó unos segundos antes seguir al canino, odia cuando le suceden esas cosas…está segura qué es otro sueño, uno de tantos que parecen realidad.
— Seguro y estoy parada frente al espejo todavía.
Abre los ojos y afirma con la cabeza. El lobo mueve sus labios, y camina delante de Lyla.
—Los demás te esperan.
En el camino deja de tener frío pues su andar está generando calor en todo su cuerpo. Agradece que aquel lobo, no la haga correr, no se siente en condiciones de hacer deporte porque lleva mucho tiempo sin practicar uno.
Mientras se adentraba más al bosque, pudo observar que había luz, y no se veía tan oscuro cómo lo era metros atrás. Los árboles eran más verdes, más grandes, más vivos y alegres e incluso, la luz no supo de dónde provenía porque en el cielo aún miraba la Luna roja.
—¿Ves esa casa de allí? —Habló el lobo después de mucho tiempo.
Lyla volteó en la dirección indicada y miró una pequeña casa, con una puerta y una ventana, aproximadamente calculó que medía 10 m2. La puerta era de madera, las paredes de piedra y el techo de paja.
—Estoy en una casa de cuentos….típica del bosque, supongo…
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Editado: 14.04.2018