No había mucho que decir, estaba triste. Había perdido a una persona querida, ella se había alejado y a pesar de verla en la misma ciudad, la ignoraba. Sí le mandaba algún mensaje de texto por cualquier vía comunicativa, quedaba en el aire, sin saber si lo vio o le llegó.
Acariciaba el lomo de Aisu, ese joven guapo de cabello negro, tez blanca y ojos azules, resulto ser un metamorfo, pero no era un humano, el lobo podía hacerse humano. Eso lo entendió mucho después.
Sentía el pelaje suave y cálido entre sus dedos y la palma de su mano, Aisu, se dejó caer en el suelo panza abajo y gruñía, pero eran sonidos de placer. Lyla había ido al techo de la casa para aislarse del mundo de abajo. No quería hablar con nadie o salir. Sólo necesitaba de los rayos del sol calentarle el cuerpo y ver hacia el cielo azul con las nubes blancas moviéndose.
El lobo la encontró y le hizo compañía. Ambos se quedaron allí hasta que llegó Yue, quién les gritó desde el patio.
—Sé qué estás ahí, Lyla. Debes bajar de inmediato…tenemos que hablar.
Miró a Aisu a sus ojos azules y torció la boca.
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Editado: 14.04.2018